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Miguel Ángel Goberna

A vueltas con los exámenes no presenciales

El aulario 2 de la Universidad de Alicante

El pasado 6 de junio comenté en INFORMACIÓN mis impresiones ante los primeros exámenes no presenciales realizados en la Universidad de Alicante (UA). Quizás sea el momento de hacer balance de esta modalidad de exámenes con la perspectiva que da la experiencia de dos convocatorias, al tiempo que se atisban en el horizonte los exámenes finales del primer semestre del presente curso.

El examen no presencial que propuse en junio a mis alumnos de programación lineal consistió en la resolución de cuatro problemas, cada uno con tres mutaciones en los datos, distribuidos aleatoriamente. Las soluciones de los dos primeros problemas fueron recogidas mediado el examen y la de los otros dos problemas a su término. Dos tercios de los alumnos hizo uso de su derecho -graciosamente otorgado por la Delegación de Protección de Datos de la UA- a desconectar la cámara del ordenador una vez identificados por el profesor. Hubiera sido ingenuo pensar que estas precauciones -enunciados aleatorios y recogida secuencial- garantizaban una buena praxis estudiantil cuando era tan fácil copiar. De hecho, la cuarta parte de los alumnos resolvió una cuarta mutación (nunca propuesta por mí) de uno de los problemas, señal inequívoca de que se limitaron a transcribir a mano una presunta solución recibida por correo electrónico o por WhatsApp. Las notas finales no fueron escandalosamente superiores a las de cursos anteriores porque califiqué con un cero las soluciones del problema “fantasma”, decisión recurrida por uno de los alumnos afectados, quien recibió el previsible varapalo de la comisión de reclamaciones del Departamento de Matemáticas. La UA mantuvo los exámenes no presenciales en la convocatoria de repesca del mes de Julio, a pesar de haberse producido ya la desescalada en las medidas de aislamiento anti-covid y del escaso número de potenciales examinandos (menos de diez en las dos asignaturas a mi cargo). Se daba así la paradójica circunstancia de que grupos de estudiantes que podían cenar y disfrutar juntos del ocio nocturno no podían reunirse en un aula de capacidad adecuada para ser examinados. Empezamos el presente curso con enseñanza dual y exámenes parciales presenciales, pero muchos compañeros albergan dudas acerca de la presencialidad de los exámenes finales de las asignaturas del primer semestre, incluso si lo permite la situación sanitaria tras las Navidades. La razón objetiva para esta duda es el incremento masivo de la matriculación en el Grado en Matemáticas (del orden del 40% en ciertas asignaturas) respecto de cursos anteriores, claro indicador de que nuestros estudiantes dan por descontado que volverán a aprobar sin esfuerzo en 2021. No es descabellada esta expectativa teniendo en cuenta el importante peso electoral del alumnado (un 26% del total, a pesar de su tradicional abstencionismo) en las elecciones al rectorado de la UA del próximo 3 de diciembre.

Fenómenos semejantes se han observado en otras universidades, aun sin elecciones de por medio. Así describe un colega y amigo de la Autónoma de Barcelona su caótica experiencia en la convocatoria de Junio: “El desenlace de mis exámenes finales [de estadística para economistas] del curso pasado superó todas las expectativas: el sistema utilizado [el ACME, de la Universitat de Girona, que distribuye y corrige automáticamente preguntas test aleatorias entre los examinandos] colapsó porque no pudo soportar tantos usuarios conectados simultáneamente, y tuvimos que cancelar el examen a mitad del mismo. Como puedes imaginarte, hasta el momento en que les comunicamos a los estudiantes nuestra decisión de cancelarlo recibí un número incalculable de emails y mensajes de Skype de alumnos quejándose angustiosamente de la lentitud del sistema, etc. Una vez cancelado, me tocó contener (por Skype) su justificada indignación y encontrar una solución aceptable. Hallar una nueva fecha para realizar el frustrado examen final era prácticamente inviable, principalmente porque ya estaban saturados de exámenes finales y no había prácticamente huecos disponibles. La solución que finalmente les propuse y que, cómo no, aceptaron encantados, consistió en eliminar definitivamente el examen final y repartir convenientemente entre las restantes actividades evaluables la ponderación que tenía asignada. Así que, entre una cosa y otra, las notas finales fueron un éxito espectacular... Eso sí, el examen de recuperación pudimos realizarlo sin incidencias utilizando una plataforma diferente de la del examen final”. Respecto del presente curso, “aunque en estas últimas semanas no hay clases de grado presenciales, los exámenes parciales, que fueron la semana pasada, sí que fueron presenciales (…). Me dijo el otro día una vicedecana que el decanato [de la Facultad de Económicas] había sido bombardeado mediante emails por estudiantes (o por sus representantes), que insistían en que era muy peligroso que los exámenes parciales fueran presenciales. Tenían toda la razón: el peligro de suspender era enorme”.   

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