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Las navidades de todos

Consejos para unas navidades

Consejos para unas navidades / Pixabay

A los nacidos por estas latitudes el runrún de la lotería de navidad despierta una época del año, nos trae un entorno familiar, nos aviva los recuerdos de la infancia, los sentimientos más solidarios y humanos que tenemos. La esperanza, incumplida siempre, de que nos toque el gordo o siquiera la pedrea anida en los salarios. A los veteranos de la vida todo eso nos embadurna de nostalgia, de mirar hacia atrás a un horizonte pretérito; porque la visión del porvenir se nos queda forzosamente breve.

No faltará el economista que vea en la Navidad una creación de los departamentos comerciales o la ocasión de tirar de la demanda para cerrar el ejercicio famélico de la pandemia. Los economistas, especialistas en explicar el pasado, pontifican sobre el futuro y revisan sus previsiones día sí y día también.

Hasta el laboratorio de los sociólogos, el CIS, constata en la encuesta de este mes que la pandemia nos ha marcado: por el distanciamiento de nuestros seres queridos, por las restricciones en la libertad de movimientos y por los cambios en la vida cotidiana. Distanciados respecto de la gente, de los amigos, incluso la ausencia de contacto físico en las relaciones sociales o su pérdida de calidad es lo que más hemos echado en falta. No hay concilio de presidentes que se atreva a suprimir lo que los ciudadanos han echado más de menos por el covid, y menos ahora que la Navidad lo pone al alcance. No ordenan lo que no pueden hacer cumplir, por mucho que les asistiera la razón, es dilapidar la autoridad que tengan. Además, los políticos también necesitan esas relaciones sociales con los amigos y la familia. Son humanos, palabra. Y no querrán que les pase lo que al premier británico, Boris Johnson, que receta a los demás lo que el incumple.

Ni siquiera el politólogo rehúye el ambiente navideño. Iluminado por las luces viguesas y deslumbrado por la astucia de los ediles en sembrar de leds sus calles, aprende política de barrio. Igual aprenden algo nuevo mientras aprovechan y se olvidan o posponen los sondeos y estimaciones.

Las amas de casa, y los amos- que algunos hay- se deshacen la sesera cuadrando las cuentas de la compra a lomos de la inflación galopante. Entre idas y venidas lanzan las preguntas sobre los precios, pensando en la factura de la luz que les viene este mes, arrastrando el carrito por el mercadillo y dejando escapar algún gasto extra, porque es Navidad.

Mi amigo el masón se reviste de ciencia y explica histórica y racionalmente que “hoy es el solsticio de invierno, la base pagana de la fiesta de las navidades: la Saturnalia. Hemos pasado la noche más larga, vence el sol, los días empezarán a partir de hoy a ser más largos. Es la fiesta del Janus bifronte, se despide un año para empezar otro. Y las fiestas Saturnales de fin de cosecha, cuando los señores sentaban a sus esclavos a su mesa y las familias se felicitaban y visitaban unas a otras en la antigua Roma”.

Mientras recuerdo para mis adentros aquellas navidades de mi infancia cuando la cena llegaba, con gran sacrificio, hasta los huevos fritos con patatas a lo pobre, y ayudaba a olvidar la leche en polvo y el queso de la ayuda americana. La zambomba, la carraca, o la pandereta, primorosamente artesanas, acompañaban a los villancicos hasta el nacimiento derramando cariño y buenos propósitos. Claro, entonces no eran planes de adelgazar, ni de ir al gimnasio, ni de dejar de fumar; el bolsillo sólo daba para intentar portarse bien.

No digo que no, seguramente es así, y la Navidad es un poco de todo esto. A mí lo que me gusta más es colocar el belén junto a mis hijos y nietos. Poner las luces de colores, colgar los adornos, preparar algunos regalos u organizar las comidas en familia. Todo lo anterior es verdad, son las navidades de todos y tienen en común estar empapadas de afecto hacia los demás. La conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazareth nos permite ese lujo filantrópico, aunque sea unos días al año. Me cuesta creer que, como decía James Stewart, los tañidos de las campanas signifiquen que un ángel se ha ganado las alas, creo que eso pasa cuando el soniquete de la lotería. Acertaba de pleno, eso sí, en ¡qué bello es vivir!

El año que viene será otro año y Dios dirá. ¡Felices navidades!

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