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Manolo Alarcón

Opinión

M. Alarcón

El estéril e inútil debate sobre el estado de Elche

Los periodistas, y creo que hablo por la mayoría, han tenido graves problemas para condensar, explicar y racionalizar los mensajes que salieron un año más de un encuentro hecho a medida de un bostezo.

Una imagen del Debate sobre el Estado de la Ciudad de Elche ANTONIO AMOROS

Alguien me decía ayer que los medios de comunicación no deberíamos haber perdido ni un minuto de nuestro tiempo, ni el de nuestros lectores, oyentes y televidentes, explicándoles en qué consistió el debate sobre el estado de la ciudad que durante dos días, el miércoles y el jueves, ha capitalizado la actividad del municipio. Para el equipo de gobierno, PSOE y Compromís, no había nada más importante que hacer que encerrarse durante dos jornadas en el centro de congresos para analizar de dónde viene Elche y hacia dónde va porque se suponen tienen necesidad de escuchar a los agentes sociales. Los periodistas, y creo que hablo por la mayoría, han tenido graves problemas para condensar, explicar y racionalizar los mensajes que salieron un año más de un encuentro hecho a medida de un bostezo.

El jueves por la tarde, cuando el Hotel Huerto del Cura celebró su 50 aniversario, por cierto, con una elegancia y un saber estar que hace mucho tiempo no se veía en esta ciudad por parte de una familia, la de Toni Mayor, que ha asumido el reto de sacar adelante uno de los buques insignias del turismo ilicitano, los políticos que acudieron al evento, de todas las formaciones, no hablaban de otra cosa de que, por fin, había acabado lo que para todos ellos había sido un suplicio. No había nadie satisfecho, no escuché a nadie hacer comentario alguno sobre lo acertado o no de la intervención de los casi cuarenta colectivos a los que se dio voz. Pero todos coincidían en una cosa: el alcalde había invertido más de cinco horas en las tres intervenciones que tuvo. Cinco horas.

Hace menos de una semana, en esta misma sección, intenté pedirle a los políticos algo de cordura con un acto municipal que debería de ser de extrema importancia y, por una vez, silenciar a los políticos y dar voz a los ciudadanos. Que a la petición de una asociación, colectivo social o ONG le sucediera un largo silencio de reflexión. Que las palabras que muchas veces sus portavoces han redactado, incluso con problemas para condensar todas sus ideas en tan poco tiempo, quedaran flotando en el ambiente, que se pudieran cazar, que no cayeran en el olvido. Pero la realidad es que mientras ellos han intervenido el político de turno ha mirado el reloj de la hora que se había hecho con desdén y repasado la lista de los que aún faltaban por pasar por el atril. Cuando la última palabra siempre es la del alcalde, con una réplica, eso demuestra que ellos no eran los protagonistas porque este les ponía una justificación o una excusa sin posibilidad de volver a intervenir estos. En esto Carlos González ha dado muestra de no tener a nadie que le llegue a la altura, tiene un tesón inagotable cuando coge el micrófono. Otra cuestión es si aquello que dice, engolado y adjetivado muchas veces en exceso, termine por despistar al interlocutor.

Pero la realidad es que mientras ellos han intervenido el político de turno ha mirado el reloj de la hora que se había hecho con desdén y repasado la lista de los que aún faltaban por pasar por el atril.

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Es cierto, quizá la mayor parte de los mensajes que se lanzan en un debate de este tipo se repiten año tras años por parte de los ciudadanos a los que se da la oportunidad de participar, pero, ¿no es tan cierto que los políticos les dan siempre las mismas soluciones?. Pero aún y así necesitamos un chute de dos días para, entiendo yo, que los ciudadanos consideren que se ha realizado un ejercicio de transparencia, aunque sea muy difícil discernir si se está o no en un pleno. Y lo digo porque al final todos o casi todos los grupos municipales vuelven a caer en los mismos errores de siempre, pensando que zaherir al adversario político es el objetivo de la sesión y que con ello se ganan votos. Que hay que meterse con Ruz o con González porque para eso hemos venido, no para escuchar a los ciudadanos.

Si un equipo de gobierno es prepotente cuando controla los tiempos de la gestión municipal más lo es cuando convierte un debate sobre el estado de Elche en un ejercicio de oportunismo político y el alcalde es su protagonista, sin tener en cuenta que ya su grupo tiene un portavoz. Aún y así, él necesita más de cinco horas para que el debate gire sobre lo que dice.

Pablo Ruz (PP), es cierto, se ha salido este año de su discurso. Ha sorprendido a todos. Y hasta eso es para el PSOE motivo de escarnio. El día que pide perdón por muchas cosas, el día que lanza loas sobre la gestión de los concejales del PSOE, ese día también los socialistas se olvidan del motivo del debate para convertirlo en motivo de crítica: «¿qué hará a partir de mañana señor Ruz en los plenos?» le preguntaron con inquina.

Antes de comenzar a escribir estas líneas dudé si tenía que hablarles de este falso debate sobre el estado de la ciudad de Elche o sobre el miedo a perder que se ha instalado entre los socialistas tras los resultados de las elecciones andaluzas. El triunfo de Juanma Moreno (PP) ha dado tantas alas a los populares como ha empequeñecido a los mismos socialistas que llevan tres años pensando en echar al alcalde de Elche como candidato porque consideran ha cumplido una etapa aunque a día de hoy sea, sin lugar a dudas, su apuesta más conservadora. No hay nadie más reconocible que él en las filas del PSOE para captar votos. Ello nos dará la posibilidad de volver a disfrutar el año próximo de otros debate sobre el estado de Elche casi tan inútil y estéril como el de este año.

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