Ver, oír y gritar

Lanzamiento masivo de bombas fétidas

El rey Felipe VI pronuncia su tradicional discurso de Nochebuena, a 24 de diciembre de 2022.

El rey Felipe VI pronuncia su tradicional discurso de Nochebuena, a 24 de diciembre de 2022. / POOL

Marc Llorente

Marc Llorente

El rey lanzó oro, incienso y mirra por la tele en su mensaje de Navidad. Dio algún tirón de orejas a los que probablemente miran al tendido o no hacen ni caso pese a la «adoración» que profesan a su majestad. Nada y guarda la corbata en medio de la tensión política de alto voltaje, propiciada por las molestas zambombas de la infumable oposición, que ha generado una grave crisis institucional y que los mazapanes sean menos dulces. Nos ha tocado el gordo. Así, Felipe VI defiende la Constitución, el turrón, preferiblemente blando, y la democracia. Alerta sobre sus numerosos riesgos. El deterioro de la convivencia o la erosión de las instituciones.

El hijo del emérito pide la protección de los ciudadanos, la defensa del interés general y de la rectitud. Juan Carlos I, en su chabola de Abu Dabi, supongo que aplaude esas intenciones y que levanta la copa reivindicando responsabilidad, mientras Corinna Laser airea sus espinosos audios contra él y nos felicita las Pascuas. Don Felipe regaña a su revoltoso padre y alaba a Europa, nuestro gran marco político, económico y social. España asumirá la presidencia del Consejo de la Unión Europea en el segundo semestre de 2023, y Pedro Sánchez canta villancicos y lanza serpentinas en la Moncloa.

Núñez Feijóo, enarbolando la carta magna, quiere gobernar sin estar en el Gobierno e interpreta un réquiem. Él y los suyos propugnan, cínicamente, la concordia, los valores constitucionales y el fortalecimiento institucional. Este es el compromiso de algunos con la democracia y Europa. Díaz Ayuso y compañía desprestigian a España o rechazan el impuesto temporal a las grandes fortunas. Eso sí, exigen aguinaldo al presidente del Ejecutivo, y la presidenta de Madrid cuelga un monigote del día de los Inocentes en la espalda de la marea blanca. Esta pide su dimisión a gritos.

En lo referente al impuesto, no pasa nada. Se pone un recurso en el bloqueado Tribunal Constitucional y se aplica la doctrina del Consejo General del Poder Judicial por magistrados que hacen política al servicio de unos cuantos, por arbitrario e ilegal que sea, y asunto resuelto. La independencia es más bien nula en estas condiciones.

En tanto, la crisis de inflación, consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania, aunque seamos el país que tiene menos en la Eurozona, provoca inseguridad en los hogares. Las familias brindan con gaseosa. Y la crisis climática que asola al mundo sigue su andadura. Los negacionistas tocan las zambombas y soplan los matasuegras en este calentito periodo navideño. Las extremas derechas que nos invaden no soportan la estabilidad del Ejecutivo de coalición y pidieron a Santa Claus, sin ningún éxito, elecciones anticipadas. Lanzan polvos picapica y llevan fatal eso de que en tres años de periodo legislativo se hayan aprobado 180 leyes y tres presupuestos generales.

Tienen mucha razón los catastrofistas. No hay derecho a que se suban las pensiones un 8’5 % o a que la reforma laboral mejore los datos del empleo y de cotizantes a la Seguridad Social. A los que arrojan dudas e insidias, el catastrofismo no les funciona. Algunos, como Ayuso y Bonilla, se apropian del éxito en sus comunidades y no hablan de «doble conteo». La economía aguanta, y el «timo ibérico», en lo relativo a topar el precio del gas en la generación de electricidad, es solo la vulgar actuación de los timadores habituales de la derecha, a quienes les encantaría que la economía española se fuera a pique. Pues no, no, según las previsiones del Banco de España.

Hay más pésimas noticias para ellos. Nuestro país no solo no se rompe, sino que la situación es notablemente mejor en Cataluña por tratar de resolver, sin judicialización, el conflicto de naturaleza política. Atrás quedan las tensiones, si bien el conflicto persiste en busca de un imposible referéndum de autodeterminación, lo cual no impide el lanzamiento masivo de bombas fétidas por parte de los de siempre. Es la única aportación a la vida española. Lo que persiguen el ruido y el mal olor de estos grupos políticos y mediáticos es enturbiar el panorama y ensuciar la gestión del Gobierno. En cualquier caso, tomen las doce uvas de la suerte (o alguna más) y no se atraganten.