Mundo digital

Por un puñado de likes

Enrique Benítez

Enrique Benítez

Mucha gente, demasiada, se desnuda en las redes sociales a cambio de un puñado de likes, de “me gusta”, esa recompensa digital que premia la vanidad de quienes contribuyen gratis, creando y subiendo contenidos, a las redes que nos distraen y entretienen.

Cada red, además, tiene sus propios atributos. Facebook, que ahora ha cambiado su nombre a Meta, tras innumerables escándalos de manipulación informativa, venta de datos y diseminación de mensajes de odio, es ya una red viejuna, de personas maduras. En Facebook, la gente cuelga lo que hace, y en el caso de escritores y artistas, la red es una verdadera feria de las vanidades, en la que cada fallecimiento de una gran figura permite el rescate y difusión de viejas fotos con la persona que ya nos ha dejado. Libros, presentaciones, eventos, viajes, autógrafos: todo sirve para poner de manifiesto en qué círculos se mueve cada cual, porque en el mundo de la cultura, las amistades y los elogios cruzados importan.

Twitter es una red más ágil. Y un eficaz detector de imbéciles. Poca gente logra salir indemne de una subida de popularidad en twitter, la red que marca tendencia, que galopa a ritmo de actualidad, creatividad y ocurrencia. Una subida de unos cuantos centenares de seguidores alienta los demonios que todos llevamos dentro. Y en un tiempo récord, el individuo aclamado y aplaudido se ha mimetizado con su masa de seguidores, que sólo aprobarán que escriba y comparta lo que ellos quieren leer. La gloria, aunque sea efímera, es lo que tiene: ¿quién no cambiaría hoy por hoy su reino por quince minutos de fama?

Y llegamos a la red profesional por excelencia: LinkedIn. Una red en la que todo el mundo pide que se deje fuera la ideología y la opinión partidista, pero que permite, a cualquier lector inteligente, detectar a la primera las preferencias de cada cual, siempre camufladas debajo de objetivas pieles de cordero. Es interminable la lista de servidores públicos objetivos cuyos comentarios siempre van en la misma dirección, desinformados de las malas prácticas de los políticos a los que admiran, ajenos a los escándalos y la corrupción de los partidos cuyos intereses comparten. Profesionales tramposos, paladines de la transparencia, la integridad y la rendición de cuentas sólo de los que no son de su cuerda, mensajeros de parte, espantapájaros atentos siempre a servir a la firme causa de su militancia.

Presunción, vanidad, partidismo. Los viejos males de siempre. Nada nuevo bajo el sol.