Y Luis Barcala rectificó en el caso de Manuel Jiménez

Luis Barcala.

Luis Barcala. / El alcalde, Luis Barcala (PP), durante una reciente intervención pública en el Ayuntamiento.

Tomás Mayoral

Tomás Mayoral

Veinticuatro horas tardó Luis Barcala en rectificar. Aunque sería más propio decir “en volver a rectificar”. Ha sido una constante en su gestión en el Ayuntamiento de Alicante de la que ya hemos hablado en esta newsletter más de una vez. Era previsible que un asunto tan trascendente como el escándalo de los contratos menores adjudicados a dedo por Manuel Jiménez no iba a escapar a esta estrategiaPorque es Barcala quien rectifica, no se equivoquen. Que el alcalde haya intentado desvincularse mediáticamente de este feo asunto, pensando que podía desgastarle electoralmente (alguien le debe haber dicho que cuanto menos se le vea respondiendo preguntas comprometidas más fácil tiene ganar el día 28 de mayo y él se lo debe haber creído) no significa que no estuviera en el puente de mando cuando decidió primero convertir a Jiménez en intocable, saliera lo que saliera publicado, y cuando rectificó después, cortando la incontenible hemorragia que el caso estaba provocando ya, y de paso la cabeza del edil. Rebobinemos para poder entender por qué fue una rectificación. Manuel Villar, el portavoz adjunto del bipartito y flamante número dos de la lista de Barcala, afirmó ante los periodistas 24 horas antes, el martes, que echar de la lista a Jiménez, y cito sus palabras textuales, “sería cómo asumir que se ha hecho algo irregular, y no es el caso”. En ese momento, Jiménez estaba dentro. Dado que se quedó finalmente fuera de la lista, es lícito pensar que Barcala asumió en algún momento de esas 24 horas que efectivamente Jiménez había hecho algo irregular. Tan irregular que no le importó dejarlo caer después de haber dado pruebas incontestables de que había decidido mantenerlo. ¿Qué cambió en un día? Ya comenté el martes que lo que pareció al principio una trastada clientelar de un concejal muy dado al amiguismo, luego se fue convirtiendo en un tema mucho más serio: la sombra de la prevaricación empezó a planear sobre la actuación de Jiménez. El edil de Partidas Rurales manejó el presupuesto de Infraestructuras como si fuera suyo y llegó a pagar por la pérgola de marras a la empresa que le había hecho la reforma en su casa sin que José Ramón González, titular del área y responsable de ese dinero, le autorizara para ello. El paripé documental que montó el Ayuntamiento para justificar esta irregularidad de libro no funcionó e incluso dejó a Intervención del Ayuntamiento en una posición harto incómoda. Siendo esto letal políticamente hablando, tengo para mí, sin embargo, que la gota que colmó el vaso de la paciencia del alcalde fue la noticia que habíamos publicado el martes por la noche en nuestra edición digital y ayer en el periódico impreso: el contrato a dedo, una vez más, de Jiménez al presidente de su hoguera por unos paneles informativos en partidas rurales de Alicante.  Era otro contrato, menor, pero “otro caso más”. ¿Despertó las sospechas de que actuaciones irregulares similares podían ser norma más que excepción en el área de Jiménez? Esto encajaría con las afirmaciones de una fuente municipal bien informada que hablaba ayer mismo de una revisión, a la carrera, de decenas de contratos firmados por el edil y explicaría también las prisas por cerrar el ruido preelectoral que todo el caso ha provocado.  Está por ver si la decapitación de Jiménez cierra el escándalo o lo lanza a una nueva dimensión a cinco semanas escasas de las elecciones.

Y una cosa más: 

Ayer durante la mesa convocada en Madrid para abordar el tema parecía otro Gobierno quien afrontaba esta emergencia climática que el de castigo que hasta ahora hemos conocido en la provincia en cuestiones hídricas.

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