NOTAS AL PROGRAMA

Vasily Petrenko al frente de la Royal Philharmonic Orchestra, en el ADDA

El programa se abre este viernes con el concierto para violonchelo de Dvorák e incluye la Manfred de Tchaikovsky

Vasily Petrenko, director de orquesta

Vasily Petrenko, director de orquesta / INFORMACIÓN

José María Perea

José María Perea

Alicante, ADDA, 21 de abril de 2023, a las 20 horas

Royal Philharmonic Orchestra.

Narek Hakhnazaryan, violonchelo. Vasily Petrenko, director.

En octubre de 2012 abrió la primera temporada sinfónica en el Auditorio de la Diputación Vasily Petrenko, entonces al frente de la Orquesta de Liverpool, de la que era titular. Hoy lo hace con su nueva Orquesta, la Royal Philarmonic de Londres, en una gira en España que sólo ha incluido dos conciertos en Madrid y este de Alicante. Todo un privilegio. La Orquesta ya visitó el ADDA en mayo de 2016, con Pinkas Zukerman como director y solista. El solista de violonchelo de hoy, que ha sustituido al anunciado Trule Mork, es el joven armenio Narek Haknazaryan. 

Antonin Dvorák (Nelabozeyes,Bohemia, 1841- Praga, 1904)

Concierto para violonchelo y orquesta, en si menor (opus 104)

Tras la Sinfonía del Nuevo Mundo, que escuchamos esta temporada en el concierto de la orquesta ADDA Simfònica el pasado 14 de octubre, este Concierto para violonchelo y orquesta ocupa el segundo lugar entre las obras más populares de Dvorák. Fue compuesto durante el invierno de 1894-1895 y es la última obra americana del compositor checo. De regreso a Praga procedió a varias modificaciones de la partitura, sobre todo introduciendo al final una melodía de sus Cuatro cantos (opus 82) a la memoria de su cuñada Josefina Kounicova, fallecida poco antes y por la que sentía un gran afecto. Fue estrenada en Praga el 19 de marzo de 1896 por Leo Stern bajo la dirección del autor. El violonchelista previsto para el estreno era Hanus Wihan, uno de los mejores chelistas checos de la época, pero discrepancias entre el autor y el solista sobre la cadenza final frustraron esa colaboración, pese a lo cual Hanus Wihan sería años después un excelente intérprete de este concierto que figura entre los más populares del repertorio concertístico, junto con el de Schumann y el primero de los de Saint-Säens. Aunque fue una obra compuesta en los Estados Unidos, no tiene ninguna señal de influencia americana ya que se divide, según el musicólogo André Lischké, «entre el sentimiento de nostalgia que sentía Dvorák separado aquellos años de su patria y la energía que siempre bebió en sus raíces nacionales».  

Piotr Ilyich Tchaikovsky (Votkinsk 1840- San Petersburgo, 1893)

Manfred (opus 58)

Con motivo de la interpretación el pasado 9 de marzo de la primera de las sinfonías de Tchaikovsky, dijimos que éste fue, entre los sinfonistas rusos, el que dio un mayor futuro a la sinfonía postbeethoveniana, tanto con sus seis sinfonías como con su Manfredo que escucharemos hoy, una obra que ocupa un lugar especial en su producción musical al constituir la única imitación directa de Berlioz, tanto de la Sinfonía fantástica del compositor francés como de su Harold en Italia. El tema de Manfredo le fue sugerido a Tchaikovsky por Balakirev, quien se lo había propuesto ya en 1868 al mismo Berlioz. En una carta de Balakirev a Tchaikovsky le esboza un programa para las cuatro partes de la obra, atravesadas todas ellas por una misma idea, la que denominó «idea fija». Tchaikovsky quedó seducido por la propuesta y finalmente dos años más tarde, en 1885, firmó la obra siguiendo las indicaciones de Balakirev sobre un programa redactado por Vladimir Stassov basado en la obra Manfred de Lord Byron: Manfredo, atormentado por las desesperación y el recuerdo de haber matado a su amada Astarté, camina errante por las montañas de los Alpes hasta ser perdonado por la sombra de Astarté antes de encontrar la muerte, mientras suena el gregoriano Dies trae como en la Sinfonía fantástica de Berlioz. La obra, anterior en su creación a las grandísimas sinfonías Quinta y Sexta, Patética, de Tchaikovsky, fue estrenada en Moscú el 11 de marzo de 1886 bajo la dirección de Erdmannsdöfer. En juicio de André Lischké, «esta partitura es notable por su escritura, su orquestación y su sentido de la evocación».