LA PLUMA Y EL DIVÁN

Singularidades

Parece como si todo bicho viviente hubiera aprendido a llamar la atención poderosamente a fuerza de memeces, siempre con la creencia de que podrá sacar algo de provecho, gracias a que nos seguimos asombrando de las singularidades ajenas.

Cuando no hay de dónde tirar para sobresalir, la imaginación no tiene fondo, aunque cada vez con más fuerza se escoran las iniciativas hacia excentricidades que pueden rayar en lo grotesco o no. Si nos paseamos por Time Square, en la insigne ciudad de New York, seguramente toparemos con su famosa atracción humana, el vaquero en calzoncillos amenizando con música country a los viandantes a cambio de unas monedas.

Durante los años cincuenta en España no había posibilidad alguna de llamar la atención ni remotamente, porque se podía incurrir en alguna de las múltiples leyes que prohibían cualquier comportamiento extraño o fuera de lo considerado normal, transgrediendo la ley de vagos y maleantes por el mero hecho de no ir vestido adecuadamente.

Llamaban poderosamente la atención los primeros bikinis en las playas de Benidorm cuando aún era un pequeño pueblo de pescadores, recayendo sobre sus autoridades todo el peso de la ley por permitir esos excesos que minaban la moral de la población.

La pluma de Juan Eslava Galán, describe certeramente en su último libro cómo el entonces alcalde de esta localidad tuvo que recurrir al mismísimo Franco para poder defender un bando municipal permitiendo el uso de estas prendas de baño en sus playas. Naturalmente el Caudillo de España quedó plenamente convencido de que era una potente entrada de divisas y concedió la prerrogativa al avanzado alcalde.

Nos han dejado de sorprender los tatuajes, los piercings, los pelos multicolor, las crestas engominadas, los cortes de pelo simulando pelotas de fútbol, las rastas, las cabezas rapadas, los pelos hasta los pies y cualquier otra extravagancia que antaño lo fue y ahora está normalizada.

En la lucha por seguir en candelero, se siguen inventando cachivaches y artilugios para lucir diferencias. Podemos adquirir una joya que posee la virtud de deformarnos la cara en distintas formas y posiciones, o bien colocarnos un aparato en la boca a base de luces led de colores, que iluminan la sonrisa del portador al ritmo de la música.

Si no queremos ser estrafalarios en nuestros cuerpos, podemos optar por hacerlo con las tecnologías y lucir un coche que puede cambiar de color en pocos segundos o plantar en nuestro salón un televisor de última tecnología que es totalmente trasparente como si fuera un cristal. Llamar la atención sigue siendo todo un reto, pero cada día es más complicado.