Europa a través del espejo

La ¿crisis bancaria? del invierno de 2023

Trump ataca a Biden por la inflación "más alta en décadas" y la crisis bancaria

Trump ataca a Biden por la inflación "más alta en décadas" y la crisis bancaria

Domènec Ruiz Devesa

Domènec Ruiz Devesa

El 10 de marzo de 2023 se producía la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB), lo que causó inmediatamente una caída de la cotización de las acciones bursátiles, que se habían desplomado un 60 por ciento el día anterior, tanto en los Estados Unidos como en Europa, en un caso claro de efecto contagio, que se acabó llevando por delante nada menos que a Credit Suisse. Se han vivido en consecuencia semanas de pánico financiero que han recordado a la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers en 2008, y la consiguiente crisis económica que acabaría afectando a la propia unión monetaria europea.

Aun cuando, afortunadamente, este episodio parece más un epifenómeno que una crisis bancaria general, cabe preguntarse, en primer lugar, porqué han quebrado estas relevantes entidades, y en segundo, porqué dichas quiebras han repercutido en el conjunto de la economía mundial, cuando se supone que tras la citada crisis financiera de 2007-2009 se mejoró la regulación y la supervisión de los bancos, particularmente aquellos considerados “sistémicos”.

Si examinamos el caso del SVB, el origen mediato de su quiebra es las inversiones en bonos del tesoro estadounidense, que ascendían a 84.500 millones de euros, emitidos en la época de bajos tipos de interés, en un esquema de insuficiente diversificación de la cartera. Uno podría pensar que hay pocas cosas más seguras que invertir en bonos del Estado. En efecto, el gobierno federal de los Estados Unidos no había incurrido en ningún impago de sus obligaciones respecto del SVB. Solamente que con la subida de la inflación y de los tipos de interés, el valor contable de estas inversiones se redujo sustancialmente, al menos con relación a las nuevas emisiones de deuda pública. ¿Había el SVB incurrido en pérdidas? Materialmente no, al menos mientras mantuviera los bonos en cartera hasta su amortización. Pero esta virtual pérdida de valor de la cartera de bonos llevó a una rápida retirada de depósitos por parte de los clientes de SVB, hasta 39.4 millones de euros, generando eso sí una crisis de liquidez, ya que como es sabido los bancos se apalancan, lo que quiere decir que no disponen de suficiente efectivo para hacer frente a una salida masiva y simultánea de sus cuentacorrentistas, mientras caía en picado la cotización de sus acciones, sumando una disminución del 60 por ciento de pérdida de valor el 10 de marzo 2023 en los mercados de valores. La corrida bancaria se vio acelerada por un detalle tecnológico no menor, cual es la disponibilidad de manejar telemáticamente las cuentas bancarias sin restricciones horarias por el cliente, y el papel de las redes sociales.

A partir de ahí SVB procedió eso sí a materializar sus pérdidas al recurrir a la venta de los bonos para obtener liquidez, además de solicitar créditos a otras entidades. En vano. Como tantas veces ocurre, ese factor tan subjetivo llamado “confianza” (en este caso, la falta de la misma) convierte la crisis de liquidez en una de solvencia. Al declararse la quiebra, el gobierno federal reaccionó con una medida llamativa, la de garantizar todos los depósitos, incluso los situados por encima del límite legal de los 250.000 dólares, reforzando la tesis de que los bancos, a pesar de ser entidades privadas, gozan de una garantía estatal implícita. Más evidente aun fue el caso de Credit Suisse, ya que el gobierno suizo optó porque los tenedores de la deuda emitida por la entidad asumieran las pérdidas, en beneficio de los accionistas (que de acuerdo con las normas internacionales deben ser los primeros en perder la inversión). En el caso norteamericano cabe recordar que el presidente Trump promovió una reforma regresiva de la legislación post-crisis financiera que eximió a bancos como el SVB de la regulación de Basilea III para los bancos considerados sistémicos.

Desde el punto de vista macroeconómico, ciertamente la rápida y sostenida subida de los tipos de interés emprendida para frenar la inflación ha tenido un efecto negativo en algunos bancos, no solo por inversiones desequilibradas como las del SVB, sino también por la salida de depósitos en busca de mejores remuneraciones como la deuda pública. Según el Banco Central Europeo, en Europa se han retirado 214.000 millones de euros desde noviembre 2023. Todo ello sin contar con los efectos sobre el crecimiento y el empleo.

En todo caso, es evidente que hay que seguir mejorando la regulación y la supervisión bancaria internacional para evitar que la quiebra de un banco mediano en EEUU genere tal efecto contagio en el conjunto del sector financiero mundial, dada interconexión del mismo. En lo que respecta a Europa, es necesario culminar la unión bancaria, con el sistema europeo de seguro de depósitos pendiente por el veto alemán. A largo plazo, hay que repensar el papel de los bancos, entidades privadas que cotizan en bolsa, pero que no son empresas como otras cualquiera, sino operadoras de un servicio de interés general (el crédito), que obtienen financiación del sector público (el Banco Central Europeo) y que gozan de una correspondiente garantía implícita otorgada por el Estado. La posibilidad de abrir cuentas corrientes y de ahorro remuneradas al tipo oficial de interés en el mismo BCE es una de las alternativas a valorar.