Eliane Elias

Eliane Elias.

Eliane Elias. / INFORMACIÓN

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Comentaba Eliane Elias desde el escenario del ADDA el excesivo calor que hacía en Alicante: en comparación, Brasil le parecía Canadá. Que una artista tan viajada y viajera, curtida en las músicas de Bahía y Río de Janeiro, se expresase de esta manera tan espontánea nos tiene que alertar acerca del lugar donde habitamos. No sólo es el horno de España, sino de Europa.

Temperatura exterior aparte, lo importante de la velada vivida en el Fijazz fue el cálido encuentro de la afición con una de las leyendas vivas de la música brasileña. Virtuosa del piano que ha sabido articular su voz para aportar un sello de identidad inconfundible. El resultado es un sonido propio carismático que ya se arrasa durante tres décadas.

Qué pena la impuntualidad de tantos espectadores que después de interpretados seis temas continuaban entrando al recinto, provocando las correspondientes molestias a los puntualísimos que media hora antes de empezar la velada ya estábamos ocupando las localidades, cuchicheando con los acomodadores y levantando a filas enteras. ¿Por qué no advertir que no se permitirá la entrada al público 30 minutos después de que se inicie el concierto? Es un margen más que suficiente. Con estas interrupciones no nos dejaban llorar a gusto.

Porque esta música brasileña de exquisita ejecución, por más que transmita ritmo y alegría, también contagia una vía de emociones subterráneas.

Cuántas noches de las siete mil transcurridas en los últimos veinte años no habré dormido acompañado por la música de Eliane. Cada fin de jornada elijo una para pasar de la vigilia al sueño, aislándome así del jaleo de la calle. En mi ránking ella está entre las destacadas (‘Paulistiana’, ‘Around the city’, ‘Cross currents’, ‘Dreamers’) y es una diosa.