Somos Terreta

Nuestra magna capital: breve historia de Orihuela

Nuestra magna capital: breve historia de Orihuela

Nuestra magna capital: breve historia de Orihuela / AntonioAdsuarSomosTerreta

Antonio Adsuar

Antonio Adsuar

Vivimos como sabes, cómplice lector, un estío revuelto. Unas elecciones generales veraniegas han revolucionado el panorama social de una España semi-vacacional.

El proceso democrático se ha celebrado por fortuna con normalidad, el pueblo ha vuelto a hablar y se ha manifestado en su pluralidad.

Vienen ahora un tiempos de pactos, de concertar voluntades y de tratar de tejer relatos y proyectos compartidos.

Debemos los españoles, a mi modo de ver, centrarnos en este momento en aquello que nos une.

Y a los alicantinos, ¿qué nos vertebra y vinculan fraternalmente? Evidentemente esta pregunta se puede responder de muchas formas, abordando la cuestión desde múltiples enfoques.

Como sabes, grato lector, esta columna titulada «Somos Terreta» va de historia, recorre nuestro pasado.

Como historiador que soy responderé por lo tanto a la pregunta antes planteada acudiendo a los siglos pretéritos y afirmaré con rotundidad: lo que nos ha unido a los alicantinos por siglos ha sido Orihuela.

La villa orcelitana, templo clave de la Vega Baja, ha sido nuestra capital durante más de cuatro siglos.

Este es un dato muy básico que el alicantino de a pie desconoce y creo que hay que corregir este déficit.

Desde 1304 hasta 1707 la capital de la zona sur-alicantina fue Orihuela. Durante más de cuatrocientos años la urbe del Segura ha marcado nuestro territorio de manera profunda.

Si buscamos las raíces del alicantinismo, si tratamos de entendernos a nosotros mismos como alicantinos a través de una arqueología identitaria fundamental, hemos de acudir a Orihuela y bucear en el pasado de esta distinguida ciudad.

Queda el planteamiento del artículo de hoy dibujado, toca ahora entrometernos en el pulso pretérito orcelitano. Desplegaré ante ti en las siguientes líneas, fraternal lector, una historia mínima de Orihuela. Manos a la obra.

En 1304 entró en vigor la llamada Sentencia arbitral de Torrellas. En virtud de este pacto entre la Corona de Castilla y la Corona de Aragón, el territorio situado en el sur de la actual provincia de Alicante, aproximadamente aquel que queda encuadrado por debajo de la línea imaginaria que va de Biar a Busot, era incorporado al Reino de Valencia.

Esta zona fue anexionada por el rey Jaime II el justo(1267-1327), siendo desgajada del Reino de Murcia, al que había pertenecido desde la primera conquista cristiana de nuestro territorio, llevada a cabo por el entonces infante y posterior rey Alfonso X el sabio en la década de 1240.

De esta manera, desde 1304 Orihuela y el sur de la actual provincia de Alicante quedaron incardinadas en el Reino de Valencia. No obstante, por diversos motivos, el monarca catalano-aragonés consideró pertinente dar a nuestro territorio una personalidad institucional diferenciada.

Creó por ello la llamaba Gobernación de Orihuela, que comprendía las tierras valencianas situadas al sur de la ya mencionada línea Biar-Busot.

Como el propio nombre del territorio indica, Orihuela fue designada capital, marcando desde su prominente posición toda la idiosincrasia de las comarcas del sur del Reino de Valencia.

Contaba la urbe con un castillo situado en lo alto de su sierra, que junto con el río Segura servía de elemento protector contras las frecuentes y belicosas incursiones castellanas desde la vecina Murcia o de aquellas que llegaban desde la musulmana Granada.

Orihuela vivía de su fértil huerta y desde siempre destacó por su defensa de los fueros valencianos, que le otorgaban amplias ventajas y libertades.

La presencia de la Iglesia fue desde un muy primer momento central en Orihuela y marcó por siglos el carácter de su sociedad como podremos observar.

En la temprana fecha de 1437 el rey Alfonso V el Magnánimo le concedió a la urbe el título de ciudad. Tengamos en cuenta que Alicante, menos importante que Orihuela en estos tiempos, no consiguió esta distinción hasta 1490, cuando el monarca Fernando el Católico le otorgó esta categoría.

La villa orcelitana, desde su capitalidad y primacía, iba asentando y acrecentando su poder. Un hito relevante en este sentido fue la designación de la ciudad en 1564 como cabeza de obispado.

Hasta este momento Orihuela y todas las tierras sur-alicantinas habían pertenecido en la esfera eclesiástica a la castellana diócesis de Cartagena.

Otra fecha crucial marcó el siglo XVI en la villa capital del sur: en 1569 se creó la Universidad de Orihuela. Aunque la docencia en el centro de estudios superiores oriolano tardó bastante en ponerse en marcha de forma efectiva, se puede observar con claridad que al poder político va sumando la ciudad poder eclesiástico y cultural.

Desde Valencia hasta Granada no había otra universidad, convirtiéndose Orihuela en referente educativo del territorio sur peninsular. A pesar de la férrea oposición de la ciudad de Valencia, que por siglos trató de boicotear nuestra universidad, la institución salió adelante y fue consolidándose como un centro de calidad y reputación medias.

En 1600 aparece la imprenta en Orihuela, siendo la incorporación de esta nueva tecnología cultural vital para el fomento de las letras en el sur del Reino de Valencia.

Pero no todo fueron buenas noticias para nuestra capital del Segura en la Edad Moderna. El siglo XVII Alicante aumentó su relevancia, basándose en el espectacular incremento mercantil de su potente puerto.

Además la industria sedera, destacada en la villa orcelitana, sufrió una crisis en esta centuria. Los intentos de hacer navegable el Segura o de construir un puerto cercano que compitiera con la dársena alicantina fracasaron.

El siglo XVIII empezó mal. Como consecuencia de la Guerra de Sucesión española (1701-1714) Orihuela perdió su capitalidad. Al desaparecer el Reino de Valencia como entidad jurídico-política con la aprobación de los Decretos de Nueva Planta, la Gobernación de Orihuela dejó de existir y nuestro espacio social alicantino quedó sin capital hasta principios del siglo XIX.

La centuria decimonónica tampoco arrancó bien para Orihuela, que vio como en 1824 desaparecía también su universidad, víctima de las sempiternas reformas educativas estatales.

Cabe destacar como figura clave de este siglo XIX en la vida de nuestra ciudad a Mariano Roca de Togores, Marqués de Molins. Este ilustre oriolano llegó a ser ministro de Marina en aquella época.

Roca de Togores representaba a las clásicas élites oriolanas de estos tiempos, marcadas por su conservadurismo católico y tradicional. Muestra de este carácter tradicionalista fue el apoyo reiterado que tuvo en Orihuela durante el siglo XIX el bando carlista, que se enfrentó al liberalismo en tres crueles y despiadadas guerras civiles.

El tiempo andaba, todo es camino al pasar. Llegó el siglo XX y la iglesia y la tradición siguió marcando el tono de una Orihuela que no se subía al tren de los cambios económicos, que no aprovechaba las oportunidades que le ofrecía una modernidad con la que se sentía incómoda, desacompasada.

En los convulsos años de 1920 y 1930 la ciudadanía orcelitana apoyó mayoritariamente al partido conocido como Derecha Agraria Oriolana, que se integró finalmente en la conservadora coalación nacional liderada por Gil Robles y conocida como CEDA.

También Falange contó con importantes apoyos en Orihuela y comarca. Llegó la guerra civil en 1936 y la victoria franquista en 1939.

Orihuela se sintió cómoda cuando el régimen del general Franco fue abandonando el fascismo en los años 1940 y abrazando un tradicionalismo católico que siempre había sido predominante en la urbe del Segura.

La apertura económica y social que trajo el plan de estabilización de 1959 y el posterior fallecimiento del dictador en 1975, con la consiguiente llegada de la democracia a partir de 1978, fueron aprovechadas por Orihuela para modernizarse.

Se apostó a partir de los años 1980 y 1990 por el turismo, que creció en las zonas conocidas con el nombre general de «Orihuela Costa». La agricultura se modernizó y se fue dirigiendo en mayor medida la producción a la exportación.

Toca ir concluyendo ya, no quiero abusar de tu paciencia estival amable lector. Esta historia mínima de Orihuela que he desplegado hoy tiene como objetivo dar a conocer el pasado y la relevancia clave de nuestra antigua y magna capital.

Nuestra identidad, nuestro alicantinismo, aquello que somos, hunde sus raíces más profundas en la urbe del Segura.

Orihuela, su patrimonio, su pasado, es de todos los alicantinos y por todos debe ser valorado, disfrutado y defendido.

Orihuela debe sentirse más importante y, apoyada por todos, liderar la Vega Baja y contribuir en la construcción de una provincia de Alicante más potente y próspera.

Orihuela es Alicante, de ella venimos todos. ¡Os invito a pensar su pasado, a visitarla y a vivirla!