Maltratando Alicante

El alcalde de Alicante, Luis Barcala, que aspira a ser el nuevo presidente de la FVMP

El alcalde de Alicante, Luis Barcala, que aspira a ser el nuevo presidente de la FVMP / Jose Navarro / Jose Navarro

Carlos Gómez Gil

Carlos Gómez Gil

Hace unos días, el alcalde de Alicante, Luis Barcala, intervenía en una solemne rueda de prensa en el salón azul de la Casa Consistorial para hacer balance de sus primeros cien días al frente del Ayuntamiento. La verdad es que podía haber analizado, igualmente, sus quinientos o mil días porque en estos primeros cien del nuevo gobierno municipal hay una continuidad absoluta con lo que ha sido el fondo y la forma de su alcaldía desde que accedió a ella, en abril de 2018, gracias a la abstención de la tránsfuga de Podemos, Nerea Belmonte.

Como muy bien recogió este diario y analizó Carolina Pascual, el balance fue tan anodino como aburrido, pareciendo más una enumeración de expedientes administrativos en curso, que un análisis de proyectos políticos y estrategias de transformación para la ciudad y sus gentes. Pero es la manera de entender la ciudad que tiene Barcala, que compareció a las pasadas elecciones municipales sin siquiera molestarse en presentar un programa electoral de gestión para estos próximos cuatro años. Hace tiempo que el PP y el alcalde Barcala consideran que la ciudad se limita a un listado de obras, contratas y servicios, sin querer intervenir sobre ninguno de los problemas estructurales de fondo que arrastra ante un futuro repleto de incertidumbres, amenazas y riesgos.

De hecho, no hace falta enumerar muchos de los grandes desafíos futuros que el ayuntamiento de Barcala ni siquiera menciona. Basta con recorrer la ciudad y ver el avance de procesos muy dañinos como la invasión de alquileres turísticos en edificios completos que están expulsando a los vecinos, impidiendo que haya viviendas disponibles y transformando el uso de calles completas. Basta con desplazarse por Alicante, con un transporte público absolutamente insuficiente y unas vías de acceso a la ciudad al límite de su capacidad desde hace tiempo, sin abrir accesos alternativos o se planifiquen desde el Ayuntamiento nuevas soluciones para la movilidad. Basta con caminar por algunos de los barrios con mayor pobreza de toda España existentes en la ciudad, abandonados a su suerte y sin dispositivos municipales de apoyo. Basta con acudir a un centro social municipal y ver la demora en la obtención de citas, los retrasos en la tramitación de expedientes urgentes, las dificultades para recibir ayuda cuando más se necesita. Basta con ver la suciedad y la mugre en las calles, la falta de cuidado en parques y jardines, la dejadez sobre el mobiliario municipal, el maltrato a unos árboles cada vez más necesarios que son talados sin piedad o no son repuestos, conocer los cientos de miles de euros que se están perdiendo por subvenciones recibidas y no ejecutadas, curiosamente para los más vulnerables, o contemplar el maltrato con el que se trata a vecinos, colectivos sociales y asociaciones ciudadanas que solo reciben rechazos, desprecios y desaires.

Es lógico que ni el alcalde Barcala ni su gabinete de propaganda se refieran a estas preocupaciones que sufren cada día los vecinos porque viven ajenos a todo ello, empeñados en vender un producto publicitario en el que ni ellos creen. ¿Conocen ustedes una capital donde permanezca abandonado, deteriorándose y sin acabar el futuro edificio del cuartel de la Policía Local desde el año 2016? ¿Saben de algún ayuntamiento que tenga un observatorio ambiental financiado con fondos europeos y sin un uso claro, abandonado al vandalismo, cuya única intervención municipal es contratar una valla perimetral para evitar que continue el deterioro? ¿Existe alguna capital en España en la que esté sin terminar desde hace años y años una Vía Parque tan necesaria para su movilidad? ¿Cómo se pueden mantener edificios municipales cerrados, en los que se han invertido mucho dinero, en barrios carentes de equipamientos? ¿Qué respeto tiene nuestro Ayuntamiento hacia la cultura cuando asistimos al abandono y la destrucción desde hace años de unas Torres de la Huerta que son una joya histórica o las ruinas romanas del Parque de las Naciones, todo ello declarado BIC? ¿Saben de alguna ciudad que mantenga tres años paralizada la construcción de trece viviendas sociales, iniciadas hace una década en el Portón, con las necesidades acuciantes de alojamiento existentes? Todo esto, y mucho más, es la verdadera prueba del algodón de la gestión municipal de Barcala.

Pero sin duda, lo más importante del balance de los cien primeros días de Barcala fue su torpe anuncio de reconsiderar el proyecto de la necesitada estación intermodal de Alicante, cuya ubicación aprobó el Pleno de Alicante antes de las municipales, junto a la propuesta para conectar la estación del TRAM de Luceros con Renfe, licitado hace meses por 132 millones de euros. Nada dijo Barcala en los últimos años sobre ninguna de esas iniciativas, ni siquiera durante la pasada campaña electoral, donde honestamente bien podía habernos informado de su propuesta de replanteamiento. Es ahora, cuando el proyecto del TRAM está a punto de iniciarse, tras años de presión sobre el Botànic por no agilizar la ejecución, cuando, según palabras de Barcala, «ante el cambio de signo político en la Generalitat», plantea este freno al proyecto.

De manera que para Barcala, la ciudad avanzará en función de los colores políticos de quien gobierne en otras administraciones y no en base a las necesidades estratégicas de los alicantinos. Es toda una declaración de la manera de gobernar, partidista y cortoplacista, de un alcalde que antepone sus intereses políticos a las necesidades colectivas. Ya era evidente, ahora lo ha confirmado.