Tiene que llover

La caja de Pandora

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

Coincidiendo con las marcas de la estación en la que caen las hojas y con aquella sesión de investidura de pronóstico y repercusiones previsibles, cinco ediciones de sus obras y una selección de páginas de la biblioteca personal de Luis Cernuda fueron cedidas al Instituto Cervantes y depositadas en la Caja de las Letras donde se preservan joyas de destacados integrantes de la cultura bajo llaves de seguridad en el seno de una antigua cámara acorazada.

   El autor de «Donde habite el olvido» abrió los ojos en la angosta calle hoy Acetres, cuya depauperada casa no ha recibido hasta este año el plácet para ser rehabilitada. Su abuelo tenía una droguería en la plaza del Pan y el militar de padre que le tocó en suerte le dio a la criatura de todo menos jabón. Tuvo que ser su profe Pedro Salinas quien lo catase a la primera. «Difícil de conocer. Delicado, pudorosísimo, guardándose la intimidad para él y para las abejas de su poesía que van y vienen trajinando sin querer más jardín... Por dentro, cristal».

Con esta acusada tendencia a refugiarse en el interior se destapó al poner tierra de por medio y cuando llegó el estallido fatal no tuvo recato alguno en tomar partido. Le echaron un capote y en Londres inició la peregrinación, aunque fue con la dureza de Glasgow donde el mundo se le vino encima hasta el punto de buscar calorcito por la infancia trenzando «Ocnos»: «El aire, tan transparente, ¿se enturbia ahora con ondas oscuras? ¡Pájaros de nuevo! Básicamente se despliegan sus bandos en volandas por el azul. La agudísima espada de fuego del arcangélico otoño los arrojó del paraíso». Vicente, mi adorado Vicente, que se dio el piro del mismo entramado en el que se crió el poeta, levantó con Maruja un rincón dedicado a su recuerdo al abrigo del Puig Campana en el que compartieron inspiración junto a los más queridos.

    Es lo que han hecho los descendientes del hombre que no quiso volver después de haber sido silenciado: poner el legado a buen recaudo en puertas de desatarse una tormenta con los mismos collares.