Esto no es un cuaderno

Cuentacuento de Navidad

Pablo Ruz me ha devuelto la fe en la Navidad. A mí y a miles de ilicitanos de cualquier sexo y condición socio-política que habían ido cayendo en el descreimiento y la apatía durante los gobiernos de izquierda, más interesados en darle mayor pábulo a Papá Noel que a los Reyes Magos

El alcalde Ruz saluda a Papa Noel junto a la concejala Caridad Martínez

El alcalde Ruz saluda a Papa Noel junto a la concejala Caridad Martínez / INFORMACION

Gaspar Macià

Gaspar Macià

«La pasada Navidad te di mi corazón,

pero al día siguiente lo regalaste». 

Last Christmas (1984), canción del dúo inglés Wham!

Debo confesar y confieso que no soy muy de espíritu navideño. Incluso descreído al respecto, diría. Me pasa un poco como a Benito Pérez Galdós cuando escribía (La desheredada, 1881) que en tan señaladas fechas «los hombres [lo que vienen a ser las actuales personas, binarias o no] son atacados de una fiebre que se manifiesta en tres modos distintos: el delirio de la gula, la calentura de la lotería y el tétanos de las propinas». Y eso que entonces todavía no existía el alumbrado extraordinario, que sin duda habría encabezado la lista de desdichas pascuales del insigne escritor. Más recientemente, en 2007, Taylor Swift cantaba angustiada qué pasaría si lo que cuentan algunas canciones navideñas (villancicos para nosotros) fuera mentira. La Navidad debe ser algo más que lucecitas y consumo desaforado, exhortaba la milmillonaria artista estadounidense.    

Sin embargo este año he experimentado una revelación (o una epifanía, no lo tengo claro). Ocurrió que me encontraba reviviendo de mi tierna infancia sobre un corcel del carrusel de la Plaça de Baix cuando, de repente, quedé cegado por la descomunal descarga de fotones procedente del tupido emparrado lumínico, hasta el extremo de caerme del caballito y quedar inconsciente. En esos instantes en estado soponcial oí una voz que me decía: «¿Por qué me persigues?». «¿Y tú quién eres?», inquirió mi yo onírico. «Soy el espíritu de las Navidades pasadas, presentes y futuras todas juntas. Así que levántate y predica la magia navideña de siempre sin dilación ni difidencia».

El alcalde Pablo Ruz y la edil Aurora Rodil, el día de la inauguración del belén junto al presidente de la asociación, Francisco Guilabert

El alcalde Pablo Ruz y la edil Aurora Rodil, el día de la inauguración del belén junto al presidente de la asociación, Francisco Guilabert / Matías Segarra

Y desde ese mismo instante me lancé como un poseso a llenar los rincones de casa de belenes (con y sin caganer), árboles de todos los tamaños y adornos múltiples, y de lucecitas de chispeantes colores el balcón y las ventanas. Todo ello aderezado con villancicos tradicionales en un bucle eterno, para desesperación de mis vecinos. Voy todas las noches a la Plaça de Baix (eso sí, con gafas de sol, no vaya a ser que me dé otro síncope fototóxico) y no me pierdo un concierto ni ningún pase del espectáculo lumínico-musical de los ángeles king-size junto a Santa María, de tal manera que ya me sé entero, hacia adelante y hacia atrás, el Adeste fideles. También me he comprado dos panderetas y otras tantas zambombas (una para cada mano) y hasta una carraca para darle vueltas con la boca, de tan enardecido (e incluso arrebatado) que me hallo.

Y todo gracias a nuestro alcalde, Pablo Ruz, que me ha devuelto la fe en la Navidad. A mí y a miles de ilicitanos de cualquier sexo y condición socio-política que habían ido cayendo en el descreimiento y la apatía durante los gobiernos de izquierda, más interesados en darle mayor pábulo a Papá Noel que a los Reyes Magos. Ruz no es muy de Santa Claus (San Nicolás de Bari para nosotros), aunque para no enfadar a niños y adultos mantiene el desfile y la parafernalia consiguiente. Lo suyo son los ángeles de siempre, los belenes tradicionales… la vuelta a los ritos cristianos ancestrales, en suma. Ya dijo que estas navidades iban a ser sonadas y vaya si suenan. Y deslumbran. Y el personal, encantado.

No me pierdo un concierto ni ningún pase del espectáculo lumínico-musical de los ángeles king-size junto a Santa María, de tal manera que ya me sé entero, hacia adelante y hacia atrás, el Adeste fideles

Tenemos más luces que nunca, árboles luminosos por doquier, más atracciones para los pequeños e infinidad actividades en la ciudad y las pedanías. Y belenes, muchos, muchos y de todos los tamaños (enhorabuena, un año más, al espectacular trabajo de la Asociación de Belenistas en el de la Glorieta). La Plaça de Baix se ha convertido en el paradigma del evangelio navideño según Ruz: decoración y alumbrado al más puro estilo barroco tirando a rococó, un carrusel vintage, un belén tamaño natural, un enorme árbol refulgente (no llega a igualar al de Vigo pero todo se andará), una veintena de casetas del mercadillo, conciertos diarios… A lo que habrá que añadir las sillas para la cabalgata de Reyes con sus recuperados dromedarios (¿volverán también los tordos vivos al paso de la Oración en el Huerto en Semana Santa?) y si queda algún hueco, por ahí pasará la comitiva de sus majestades. Eso sí: falta el puesto de castañas; no sé como al alcalde se le ha podido pasar ese detalle. Y también dos huevos duros.

Aunque no figura en el extenso programa navideño de este año, se está estudiando la posibilidad de darle a la carrera de Francesc Cantó del día 28 un aliciente extra e incorporar que el legendario guardacostas realice una yincana por la plaza antes de llegar al arco del Ayuntamiento. El público seguiría las evoluciones ecuestres por tan intrincado laberinto subido en los tejados de las casetas, a falta de otros espacios con visión. La lectura del bando se realizaría desde lo alto del árbol luminoso, aunque todavía está por concretarse cómo elevar al pregonero y al tamborilero hasta la estrella que lo corona. Quedamos expectantes.

El espíritu navideño impregna de tal manera la actividad del equipo de gobierno que, según cuentan fuentes apócrifas, Pablo Ruz trató de convencer a la oposición (a los suyos ya los tiene entregados a la causa) para que participasen en las actividades, con el fin de transmitir al mundo un mensaje ecuménico de paz, amor y entendimiento entre distintos, por lo menos en Elche. Así, le propuso a Carlos González que encarnase a Papá Noel, pero el ex alcalde socialista, tras consultar sus notas manuscritas y su agenda, se excusó alegando que no le había crecido lo suficiente la barba y que encima no era todavía blanca del todo.

A renglón seguido Ruz intentó que la compromisaria Esther Díez y la socialista Patricia Maciá hicieran de pajes (¿existe el femenino?) reales y pasaran por las casas a recoger las cartas de la chiquillería. La primera edil argumentó que la cesta de su bici era demasiado pequeña para tanta misiva, aunque dejó abierta la posibilidad de que, en todo caso, solo se desplazaría de forma sostenible y dentro de la zona de bajas emisiones. Maciá tampoco aceptó, pero dejó caer que la ilusión de su vida era salir de rey Melchor en la cabalgata, posibilidad que Ruz rechazó con el argumento de que ese papel estaba reservado para el concejal popular Juan de Dios Navarro, por ser el encargado de las relaciones institucionales y por su parecido con el monarca oriental (menos en el color del pelo). 

Encendido de luces en la Plaça Baix de Elche

Encendido de luces en la Plaça Baix de Elche / Antonio Amorós

La Plaça de Baix se ha convertido en el paradigma del evangelio navideño según Ruz: decoración y alumbrado al más puro estilo barroco tirando a rococó, un carrusel vintage, un belén tamaño natural, un enorme árbol refulgente (no llega a igualar al de Vigo pero todo se andará), una veintena de casetas del mercadillo, conciertos diarios…

Inasequible al desaliento y a tope de dopamina por efecto de los rayos uva, x y gamma del torrente lumínico y los villancicos a todo volumen, el alcalde planteó al portavoz socialista, Héctor Díez, que participara en la cabalgata montado en un dromedario, como corresponde a su rango de jefe de la oposición, pero este (el edil) declinó al sospechar que quizás buscaba que se despeñase desde lo alto de la grupa del animal. Desistimiento que llevó a Ruz a reformular su plan estratégico. Y así fue cómo presentó una propuesta de declaración institucional consistente en interpretar todos juntos un villancico en la tarima de la Plaça de Baix.

Le propuso a Carlos González que encarnase a Papá Noel, pero el ex alcalde socialista, tras consultar sus notas manuscritas y su agenda, se excusó alegando que no le había crecido lo suficiente la barba y que encima no era todavía blanca del todo

Reunidos los portavoces en la Alcaldía a los pies del cuadro de la Mare de Déu, Ruz propuso interpretar Arre borriquito, pero la Díez compromisaria se opuso enérgicamente argumentando que el villancico promovía el maltrato animal. En su lugar se decantaba por uno de contenido laico, como Feliz Navidad. Pero a Aurora Rodil le pareció carente totalmente de los valores cristianos y belenísticos propios de la celebración, y se decantaba por cantar En el portal de Belén. «Vox siempre en contra del criterio científico: ¿cómo pueden defender que haya estrellas, sol y luna al mismo tiempo en un portal?», exclamó el otro Díez, el socialista. En vista del cariz que tomaban los acontecimientos, y con tal de salvar el fraternal espíritu navideño, el alcalde presentó una moción in voce consistente en interpretar Aromas Ilicitanos, que fue aprobada por unanimidad. Eso sí, acompañándose de panderetas, zambombas, carracas y botellas de anís (vacías). Atentos al programa. Bon Nadal, pese a todo.