El ocaso de los dioses

Un gobierno progresista con los reaccionarios

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el consejero delegado de Ryanair, Michael O'Leary, han mantenido una reunión este viernes en el Palacio de la Moncloa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el consejero delegado de Ryanair, Michael O'Leary, han mantenido una reunión este viernes en el Palacio de la Moncloa / PRESIDENCIA DE GOBIERNO

Rafael Simón Gil

Rafael Simón Gil

Mónica García es una médica -y madre- anestesióloga que, al parecer, ha escrito de su puño y letra un inquietante libro titulado Política sin anestesia (imagino que para prevenirte del dolor que sufrirás al leerlo), lo que le valió una beca no para ser mejor médica, sino ministra, premio que finalmente logró hace un par de meses pese a lo reñido del concurso. Las expertas en sinología «sanchezcastejoniana» sostienen que en el jurado pesó mucho lo de «sin anestesia» siguiendo la maldición bíblica «parirás con dolor» (Génesis 3:16). De ahí que recomienden leer el supuesto libro mientras escuchas las óperas The Rake´s Progres (La carrera del libertino), dirigida por el propio Stravinski de su puño y letra; El castillo de Barbazul, de Béla Bartók, dirigida por István Kertész; o Lulú (cuando sale Jack «el Destripador»), de Alban Berg, dirigida por Pierre Boulez. Ese ejercicio combinado satisfará las expectativas del más hipocondríaco fetichista, aunque no haya leído Venus de las pieles de Sacher-Masoch ni sufra episodios de tricofilia.

Nuestra médica sin anestesia ha reaccionado enérgicamente contra el triple virus que acecha a la sociedad española -incluidas las periferias separatistas- ordenando, con semanas de retraso, la obligación de las mascarillas en lugares donde la política sanitaria te pueda dejar anestesiada. Y es posible que para atacar la epidemia recurra a un compañero de quirófano al que el pueblo tenía olvidado, Fernando Simón, ahora más experto que cuando pronosticó que en España solo habría algún caso aislado de Covid. Política sin anestesia sopesa también acudir a las autobajas laborales mediante una declaración responsable, lo que no deja de tener su oblicua lectura en un país con altos índices de absentismo laboral (el año pasado más de 300.000 personas faltaron al trabajo sin justificación alguna). Tengo para mí que muy pocos autónomos, pequeños empresarios y menesterosos por cuenta propia pedirán la baja responsable, no se lo pueden permitir; pero imaginen negocios de dos o tres empleados en los que dos o tres la pidan.

En el postureo demagógico, y cuando la campaña electoral se acerca a Galicia sin anestesia, el Gobierno y sus boletines oficiales televisivos y periodísticos han reavivado de nuevo el fantasma del Prestige sobre unos contenedores de pellets que se perdieron en aguas lusas y de los que Portugal avisó a nuestro Gobierno hace un mes. Poco importa que la marea afecte mucho más a Cantabria y Asturias, allí no hay elecciones. O que Tarragona esté preñada de pellets; allí, como en España, manda Puigdemont con menos de 400.000 votos. En ese clima de lealtad el Gobierno progresista de Sánchez, por medio de sus vicarios Yolanda Díaz y Bolaños, pidió a los reaccionarios del PP que le auxiliaran ante la amenaza de que su socio de cabecera, Puigdemont, o los progresistas de Podemos, le dejaran plantado a las puertas del Congreso en su primera cita de novios. ¡Qué nervios habrá pasado Santos Cerdán temeroso de no estrenar el traje a medida que se hizo confeccionar tras unas cuantas semanas en el gimnasio de la negociación para rebajar los kilos de tensión a los que les van a someter sus queridos socios! Tanta hambre para tan pocos besos.

Advertía Óscar Wilde en uno de sus agudos y ácidos apotegmas que «cuando los dioses nos quieren castigar, escuchan nuestras plegarias (Un marido ideal)». Así le está ocurriendo a Sánchez con los socios por los que rezó compartir no solo cama, sino también fluidos ideológicos. No hay más que ver el fervor sicalíptico que envuelve a Pachi López cuando le preguntan por su noviazgo con Bildu y, ofendido por cuestionarle el poco atractivo de la pareja, contesta con cajas destempladas, pero almibarados ojos, que amar significa no tener que decir nunca, lo siento, como en Love Story. Pero se da la venérea paradoja «donjuanesca» de que este PSOE corteja a muchos pretendientes, y no todos y todas tienen los mismos gustos a la hora del aperitivo mientras leen el BOE cogidos de la mano. Comprenderán ustedes dos que no es lo mismo la austera expresión vasca de superioridad racial del PNV cuando pasea su Rh negativo con los maquetos españoles, que el abigarrado fervor «mussoliniano» que exhibían los uniformes verde oliva de las juventudes de ERC desfilando marciales bajo los bizarros acordes de ese «Himne feixista per a ús de l´Esquerra Republicana de Catalunya» que publicó en 1932 la revista D.I.C (la memoria histórica guarda recuerdos imborrables).

Al final de esta semana de sustos para el Gobierno Sánchez, dos de sus decretos han sido aprobados gracias a que Junts se fue de merienda al recreo a cambio de que el PSOE le regalara un bocadillo de competencias con las que, tacita a tacita, construyen su república catalana. Eso sí, expulsando a los inmigrantes reincidentes, algo que de ser propuesto por el PP habría dejado El grito de Edvard Munch en un leve susurro. El tercer decreto, el de los subsidios progresistas y solidarios pergeñados por Yolanda Díaz, ha sido tumbado por la novia despechada de Podemos. El Gobierno de progreso contra el Gobierno progresista, y la culpa es del PP. Esta legislatura va a ser un calvario continuo para Pedro el bello; y es que no se puede contentar a tantas novias durante tanto tiempo (menos los ménage à trois, quatre o cinq que se concierten con las precauciones debidas. Póntelo, pónselo).

Resulta patético, por humillante, grotesco y desalentador (sobre todo para quienes se sienten socialistas), comprobar cómo este Gobierno cautivo y desarmado en manos de unos socios que solo tienen grabado en su código genético la codicia y el odio a España, tenga que recurrir al PP para que, apelando al bien de los españoles, le auxilie cuando sus avaros socios, sus implacables e insaciables Shylock, reclamen a «Antonio» su «libra de carne» correspondiente (El mercader de Venecia. Shakespeare). Y el supermercado no ha hecho más que abrir las puertas. La mercancía se exhibe impúdicamente en todos los puestos para que los epulones separatistas, la extrema izquierda y Bildu, vayan con el cesto de la compra a por la ración de carne que regularmente exigirán. Lo malo es que no se trata del cuerpo de Antonio, es el de España. A más ver.