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Alicante, capital Bilbao

Podrán alegar lo que quieran para mantener plantados los angelotes a estas alturas, pero desde fuera da la impresión de que en Alicante el Ayuntamiento pone fin a la Navidad cuando le da la gana

Alicante, capital BilbaoPilar Cortés

Más triste que un torero al otro lado del telón de acero, que diría Sabina, me han parecido siempre los adornos de Navidad la mañana del 7 de enero. Ese árbol con sus bolas y sus luces, ese espumillón, ese acebo que durante todas las fiestas han aportado un toque cálido al hogar, se me antojan desabridos y desangelados cual domingo por la tarde en cuanto la zambomba da paso a la cuesta de enero

Algo parecido me está ocurriendo con esos angelotes navideños que, pobres, están aguantando estoicamente tras el fin de su tiempo de adviento la llegada del de cuaresma sin que nadie se apiade de ellos y los devuelva a toriles, por seguir con el símil.

Podrán alegar que se instalaron tarde y que el contrato hablaba de un periodo de plantà. Dirán eso o lo que quieran. Pero desde fuera da la impresión de que, lo mismo que los de Bilbao nacen donde quieren, en Alicante el Ayuntamiento pone fin a la Navidad cuando le da la gana. 

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