La constante macabra

Alumnos de Secundaria en una imagen de archivo.

Alumnos de Secundaria en una imagen de archivo. / LEVANTE-EMV

Miguel Ángel Santos Guerra

Miguel Ángel Santos Guerra

El profesor francés André Antibi comenzó a estudiar hace años un fenómeno que llamó “la constante macabra” y escribió en 2003 un libro con ese título. El autor define así el concepto:  «Por constante macabra entiendo el hecho de que los profesores más o menos inconscientemente siempre logran, bajo la presión de la sociedad, poner un cierto porcentaje de malas notas”. Sostiene que «el mayor trastorno que genera ese hecho es la desmotivación y la frustración del alumnado». Y añade: «El trabajo de un docente no es seleccionar a los mejores, sino que la gente aprenda.Cuando suspende un 95% de los estudiantes presentados, el problema no es de los alumnos, sino del profesor». Entroncado a este fenómeno está el de los profesores “hueso”, que tienen a gala convertir su asignatura en un obstáculo casi insalvable.

Hace algunas semanas escribí en esta columna un artículo titulado “Los coleccionistas de ceros”. Reflexionaba en los 8200 caracteres que se me asignan sobre las actitudes de un docente ante el altísimo nivel de fracaso de sus alumnos y alumnas. Entre los comentarios que suscitó el artículo hay uno que me parece sugerente porque lo escribe un docente ecuatoriano, preocupado por el alto y reiterado nivel de fracaso en alguna  de sus signaturas. Loable inquietud.

Voy a reproducirlo con el deseo añadido de rendir homenaje  a los autores y autoras de los veintitrés mil comentarios que se han ido acumulando en mi blog desde el mes de marzo de 2004. Es un modo de expresar mi gratitud a quienes dedican su tiempo a leerme y a enriquecer mis escritos. Ni uno solo de los enviados ha quedado excluido, por muy crítico que fuera su contenido. Voy al comentario en cuestión, que reproduzco literalmente, respetando sus mayúsculas:

“Hola, Miguel Ángel: Te saludo desde Ecuador. He visto la grabación de tus criterios en el webinar sobre EVALUACIÓN que has brindado en esta semana anterior a través de la Red Ecuatoriana de Pedagogía, en mi país. Me he preocupado mucho por tus comentarios respecto a los coleccionistas de ceros, pues en algunos casos me alcanza, pero de ninguna manera son una satisfacción tenerlos; sin embargo, la evidente despreocupación de la mayoría de estudiantes, el poco apoyo de sus padres y otros factores (incluyendo posibles yerros en mi metodología) podrían estar afectando el RENDIMIENTO o calificación final de mis estudiantes, en Lengua y Literatura. En realidad, yo les presiono bastante porque creo que PUEDEN ALCANZAR METAS ELEVADAS, cambiando la actual situación que no ubica ni a un 10% del total de egresados en la universidad pública… En todas las asignaturas que he dado: Emprendimiento y Gestión, Historia, Lengua y Literatura, he tenido resultados más o menos parecidos: un 40% de los alumnos NO APRUEBA de forma directa el año. En otras como Educación para la Ciudadanía, Educación Física, Educación Artística, la cosa va diferente, pues trato de INDIVIDUALIZAR EL APRENDIZAJE y la evaluación, fijando metas razonables. he tenido algunos diálogos con amigos docentes que acusan una posible falla en mis estrategias didácticas, pero me resisto a aceptarlas, en la medida en que la gran mayoría de mis estudiantes, cuando están en grados superiores, ME AGRADECEN por haberles exigido, pues les ha resultado muy beneficioso…. Entiendo, estimado colega y maestro, que la evaluación NO ES SOLO LA NOTA CUANTITATIVA, sino también la valoración de las ACTITUDES Y APTITUDES del alumnado, por lo que me cuesta atisbar algún error en mi pedagogía… La mayoría de estudiantes TRABAJA EN CLASE, se alegra de que yo llegue a trabajar, porque soy chispeante, pero se turba cuando les evalúo y, pareciera, que están muy mal acostumbrados a serlo (Venimos de dos años de pandemia y de un sistema que prácticamente IMPEDÍA la repetición de año, aunque hubieren razones muy evidentes para aquello). Quisiera que me des tu opinión al respecto y, de ser posible, mantener correspondencia sobre el tema, aunque el curso lo he revisado con mucho detalle y he quedado muy gustoso de haberlo revisado”.

Esta es la consulta. Voy a reproducir la contestación, a la espera de sus comentarios, si los hubiera (cosa que espero ya que solicita que mantengamos el diálogo), sobre la misma.

“Estimado Lenin: Tu comentario me ha impresionado y me ha parecido de un extraordinario valor. Porque está cargado de inquietud por tus alumnos y alumnas, es riguroso en la argumentación (a mi juicio), es también autocrítico, es respetuoso con mis opiniones y, sobre todo, muestra una preocupación profunda por hacer bien la tarea que realizas.

1. Cuando nos detenemos en las causas del fracaso (lo que yo llamo atribución o explicación) podemos poner la vista en la responsabilidad de los demás (alumnos, familias, sistema…) o en nosotros (metodología, actitud, criterios de evaluación…). No se puede ni se debe descartar la causalidad que está en los demás, pero no se puede mejorar si el 100% de las causas se pone en agentes y factores externos a nuestro quehacer. Veo que tú eres del grupo que analiza con rigor las causas. Ves algunas externas (no estudian, no se esfuerzan…) y otras por las que te preguntas si podrían residir en tu práctica.

Hay un hermoso libro titulado “Lo que hacen los mejores profesores universitarios” (que vale para cualquier nivel) que es el informe de una investigación cualitativa en la que el autor, Ken Bain, analiza la práctica de PROFESORES EXCEPCIONALES. Recuerdo que, cuando explica cómo evalúan dice de ellos: “Nunca atribuyen a sus alumnos las dificultades que encuentran en el aprendizaje…”. Espero que entiendas lo que quiere decir el autor.  

2. Nunca digo que no haya que exigir, que no sea necesario el esfuerzo, que no agradezcan los alumnos lo que se les exigió, pero no olvides que quienes (pasado el tiempo) agradecen la exigencia quizá no representen a todos y a todas. A mí me preocupan los otros, aquellos que fracasaron, que empeoraron el autoconceoto, que se desanimaron, que sufrieron porque no llegaban, que no se sintieron motivados… Y no se puede olvidar que el esfuerzo se hace más y mejor cuando existe motivación para hacerlo.

3. Me parece interesante el diálogo que estableces con otros colegas, el acercamiento a un curso como este, el comentario en el que expresas tus inquietudes, la reflexión sobre el elevado número de suspensos  que encuentras en tus asignaturas y que a ti mismo te preocupa.

4. Me gustaría que disfrutases no tanto de quienes te agradecen la “dureza” o la exigencia como de quienes te agradecen la ayuda, el apoyo, la motivación y el disfrute con las clases y el trato.   .

5. Humildemente te propongo que leas mi libro EVALUAR CON EL CORAZÓN. Puedes encontrar algunas reflexiones que te ayuden a comprender mejor la tarea que realizas.

6. No sé en qué etapa trabajas. Respecto a la etapa obligatoria me gusta decir que los alumnos y las alumnas no solo tienen derecho a la escolarización sino que tienen derecho a tener éxito en la escolarización. Espero que entiendas lo que quiero decir.

7. Tu comentario me ha parecido ejemplar. Propio de un docente responsable y sensible. Ojalá que puedas disfrutar de esta hermosa e importante tarea que realizamos cada día en las aulas. Y que disfrutes con los excelentes resultados de tus alumnos y alumnas. Estoy seguro de que, desde el éxito que alcancen te sentirás más feliz, más motivado. Y ellos también disfrutarán más en tus clases. Un gran abrazo y gracias por el comentario”.

Hasta aquí la pregunta y la respuesta sobre una cuestión inquietante que tiene una  dimensión personal, como es el caso de este profesor y otra institucional. Hace algunos años, hablando de este tema me contaba un decano:

- Hay en la Facultad un grupo de docentes que tienen a gala ser un tapón para los estudiantes. Muchos agotan las convocatorias y tienen que cambiar de Universidad para cursarla. Esos docentes practican un corporativismo a ultranza.

En este caso no solo había un profesor “hueso”, había un grupo que actuaba con una exigencia extrema. Eran conocidos y odiados por esa actitud. A mí me gustaría que me recordasen por otros motivos.

Es importante empoderar a los alumnos en la evaluación. Es preciso que hagan autoevaluación, que negocien la aplicación de criterios. Tienen que asumir más protagonismo. Y nosotros tenemos que ser más cercanos, flexibles y humildes. Recuerdo a uno de mis alumnos que un día me dijo, cuando le animé a dialogar con el profesor que le había suspendido:

- No lo haré porque es peor. Un día fui a solicitar cinco décimas y salí sin cuatro puntos.