Los héroes de la Ciudad de la Luz

Las instalaciones de los estudios de Ciudad de la Luz

Las instalaciones de los estudios de Ciudad de la Luz / RAFA ARJONES

Antonio Rodes

Antonio Rodes

Vivimos tiempos temibles bajo el demoledor impacto de enormes catástrofes que nos asolan. La guerra de Ucrania. La matanza de Gaza. La detención del novio del párroco de D. Benito. Tiempos de angustia. Necesitamos alguna buena noticia.

El president Carlos Mazón afirmó en los Importantes de Información que “por fin la Ciudad de la Luz va a triunfar en las producciones cinematográficas internacionales”. Aventura el president un horizonte de éxito para una infraestructura de primer nivel en el cine europeo. Hay que agradecer al jefe del Consell que nos proporcione esa buena noticia. Hoy lo puede hacer.

Sin duda, las gentes de esta tierra van a poder comprobar las bondades reparadoras de tamaña fábrica de fantasías.

Y, llegados a este punto, es de justicia poner en valor el trabajo silencioso y tenaz de quienes han gobernado las entrañas de los cimientos de los sueños. Profesionales esforzados y comprometidos que tuvieron que inventar una pista terrenal para el aterrizaje del mundo de la invención. Creadores de procedimientos de cruda realidad que oponer al desbocado universo de la fantasía. Haciendo compatibles la locura y la cordura. La ensoñación y la disciplina. Conciliadores de lo posible con la más prodigiosa máquina de pedir imposibles que jamás pudo imaginarse. Sin previos libros de estilo. Los auténticos héroes de la Ciudad de la Luz.

Ahí cerca, en lo alto del Cerro Colmenares podrían ustedes encontrar a Diana adiestrando a Asterix en una app, utilizando la pócima mágica como ratón, para ganar los Juegos Olímpicos. A Javier redactando para John Ford el pliego de condiciones de la conquista del Oeste, mientras John Wayne y Gregory Peck compiten en trote desatado para echarle el lazo a las tres mil liebres que deambulan atónitas por el ámbito. Y a Beni echándole tres en uno a la escotilla del Nautilus, aparcado en el tanque de agua, que al tal Nemo, que ha quedado encerrado dentro, le ha entrado la prisa y quiere ver la mascletá. Y a Javi haciéndole el arqueo a los piratas del Caribe al tiempo que el Di Caprio de Wall Street les echa los tejos para que inviertan en bonos basura. Y a Dani rellenando el TC2 de los elfos mientras Sauron amenaza con llevarlos a Sindicatura. Y a Olga haciendo de cicerone imposible de Conan el Bárbaro al tiempo que le hace un pespunte a la sisa del traje de Robocop. Y a Joaquín cerrando el orden del día del Consejo de Administración del Rey Arturo y asegurando el quorum de los caballeros de la Mesa Redonda. Y a Blanca desbocada, con vértigo atropellado, compitiendo contra las cuadrigas de Ben Hur, con su coche de golf en el que viajan aterrados Samuel Goldwin, Louis Mayer, Adolf Zukor y Jack Warner, que han venido a tomar las medidas del backlot 1 para construir los decorados del fin del mundo. Y a Nacho rellenando el tanque de agua de Evian, que Cleopatra, infiltrada en Lo Imposible, ha decidido que el agua salina no hace juego con su cutis. Y a Marta plantándose en el Juicio de Nuremberg ante Spencer Tracy para exigir que indulten a los estudios del holocausto al tiempo que negocia con Almodóvar un pencil para la reserva de tres platós donde rodar una secuela de Lo que el Viento se Llevó con Rosy de Palma de Escarlata O`Hara. Y, a lo lejos, en el inicio del largo éxodo por el desierto, el adiós de Marisol auxiliando a Charlton Heston en el manejo de cien mil voluntarios para cruzar el Mar Rojo en los Diez Mandamientos.

Efectivamente, pronto las gentes de esta tierra comprobarán los enormes beneficios materiales en la realidad que es capaz de generar la ficción. La historia de la Ciudad de la Luz es una historia tan apasionante como las historias que nació para fabricar. Una historia preñada de historias. Y de obstáculos de muy diversa índole, entre los que no hay que descuidar los procedentes del propio sector cinematográfico. Una historia cuyo principal sostén lo constituyó un esforzado grupo de profesionales, opacados por las estrellas rutilantes que debieron gestionar los estudios, y que mantuvieron su compromiso tras el fracaso de la gestión. Con una muy acusada pulsión corporativa respecto de la Administración Pública con independencia del tenor político que la gobernara. Un grupo de profesionales que cuidaron los activos en la larga travesía de la suspensión.

Un grupo de profesionales que harán honor al anuncio del President de que la Ciudad de la Luz va a ser, finalmente, una gran historia de éxito.