Los derechos de las mujeres no se regatean

Imagen de archivo de una manifestación del 8M en Elche.

Imagen de archivo de una manifestación del 8M en Elche. / Sergio Ferrández

Esther Díez

Esther Díez

La fuerza del feminismo es imparable. A pesar de las resistencias, las reivindicaciones de igualdad han crecido en número y fuerza en los últimos años. Cuestionamos conceptos, costumbres y dinámicas machistas inamovibles durante décadas. Y, lo que es más importante, hemos asentado principios de igualdad de manera mayoritaria en la sociedad. Para ejemplo, la movilización por el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso que está siendo investigado como agresión sexual. 

Si hubo una contestación ciudadana capaz de mover los cimientos de una institución pétrea como la Real Federación Española de Fútbol es porque nuestra conciencia colectiva ha incorporado muchas de las justas reflexiones del feminismo. Llegar hasta aquí ha sido posible porque las mujeres hemos abierto nuevos debates, hemos sobrepasado los límites impuestos y hemos conseguido abrir camino mientras muchos nos seguían exigiendo lentitud y silencio.

El feminismo está llegando lejos porque no busca ser cómodo, quiere ser justo. Y éste es el espíritu que tenemos que reivindicar, especialmente ante quienes tratan de encorsetar nuestras demandas y limitarlas a unas pocas peticiones básicas que tendrían que estar ya más que superadas. Así que si algo me parece peligroso en estos tiempos es querer alterar el lenguaje y rebajar las pretensiones para que el feminismo no incomode a nadie. 

Eso ocurría la pasada semana en el pleno del Ajuntament d’Elx cuando el Partido Popular rechazaba la propuesta de Compromís para emitir una declaración institucional conjunta con motivo del 8 de marzo y, después, votaba en contra de nuestra moción alegando que estaba llena de ideología de género. Pues sí, nuestro texto llamaba machismo a la discriminación de la mujer, explicaba las consecuencias de nuestro sistema patriarcal y señalaba las evidencias de esa desigualdad que aún hoy, lamentablemente, perduran en la mayoría de ámbitos de la vida. ¿Qué persona demócrata puede estar en contra?

Llegados a este punto y tras la constitución de los nuevos gobiernos con formaciones ultra, convendría dejar una cuestión clara: en este debate, el consenso no puede fijarse en un punto medio entre el machismo y el feminismo. Esa sería una falsa equidistancia y una postura terriblemente peligrosa. 

 Esto no va de deslavar las reivindicaciones para que nadie se asuste, la lucha por la igualdad exige que escoremos y señalemos el machismo y que demandemos un trato plenamente justo en todos los ámbitos sociales. La verdadera igualdad es irrenunciable. Se trata de nuestros derechos fundamentales y los derechos ni se regatean ni se rebajan. Bien lo han demostrado en Francia, después de que el 85% de los parlamentarios y parlamentarias aprobaran blindar la libertad de abortar en la Constitución. 

Por ello gracias a todas las instituciones y organizaciones de nuestro municipio que han incorporado la igualdad como un principio incuestionable en su día a día. Vuestro trabajo cotidiano es imprescindible para normalizar que la plenitud de derechos de las mujeres es de lo más básico en términos de justicia social. Al fin y al cabo, si el feminismo es transgresor es porque todavía hoy perviven las discriminaciones de género en muchos ámbitos.

Ciertamente esto no es trabajo de un día, pero es emocionante que hoy esa reivindicación diaria cristalice en un encuentro colectivo. Hoy salimos de nuevo a la calle, unidas en la diversidad, para reclamar lo que nos pertenece como humanas. Aprovechemos el impulso que nos da la visibilidad de este 8 de marzo para seguir abriendo camino, que la nuestra es una de las reivindicaciones más necesarias y justas de este mundo.