Opinión

Era inevitable que se iban a morir

La  presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

La presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. / EFE

Total se iban a morir, así explicaba Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, el fallecimiento de 7.291 ancianos que vivían en las residencias cuando la pandemia provocó una catástrofe sanitaria y social. Para la presidenta evidentemente era inevitable y algo así no era la primera vez que pasaba en el planeta. Pero no es lo mismo morir en un hospital asistido por sanitarios, con la medicación conveniente, acompañado por los seres queridos con las medidas de seguridad necesarias, que morir sólo en una habitación con la puerta cerrada, con dolores, notando la falta de oxígeno. Se dieron instrucciones por escrito para que muchos de estos moribundos no fueran trasladados a los hospitales, ¿por qué?, ¿estaban todas las camas ocupadas?, ¿en la red privada también? o se impuso la filosofía de total, igual se van a morir. Se impone la política de repetir que dada su edad usted está como una rosa. Cada vez hay más "rosas" y más mayores se van convirtiendo en personas que pierden derechos uno tras otro. Todo es intercambio y estos seres no tienen qué intercambiar, no pocos dejan un piso, pero que hay esperar a que se mueran y muchos viven más de 90 años y algunos llegan a cien o más y sus descendientes no pocas veces mueren primero. La sociedad ha cambiado mucho, nacen cada vez menos bebés y la mortalidad disminuye, un proceso que se está convirtiendo en irreversible, el relevo generacional no está garantizado, se necesitará un efecto llamada para atraer inmigrantes y dará igual que tengan experiencia laboral o no, lo importante será que sean jóvenes y con ganas de tener familia, y no un solo hijo, serán necesarios dos o tres bebés, para que cuadren las cuentas. Aunque ni con esas: la experiencia en España y en Europa enseña que en la siguiente generación los inmigrantes tendrán el mismo comportamiento que los nativos.