Opinión | El indignado burgués

Avanzar marcha atrás

Carlos Mazón posando en la alfombra roja de los Ídolo.

Carlos Mazón posando en la alfombra roja de los Ídolo. / INFORMACIÓN

El bipartito de Mazón se ha cargado la innovación como concepto prioritario, ya no está en la agenda ni en sus discursos, lo que no es extraño si gobiernas con Vox, que entiende la evolución tecnológica como la vuelta a la catapulta y la Inquisición. Añoranza de la Edad Media, de la Baja Edad Media, concretamente. Las actuaciones del conservadurismo van en la línea de sepultar cualquier atisbo de lo que les parecen argumentos de la izquierda progresista y su agenda “woke”, ya saben: transexualidad, cambio climático y derechos de las minorías, por ejemplo. Por ahí se ha colado lo de innovar que debe ser algún atributo diabólico. Vade retro, Satanás. 

Pensar que la innovación es de izquierdas es tan estúpido cómo sostener que la tauromaquia es de derechas, pero así nos va en esta agobiante polarización que nos ahoga. 

El caso es que la innovación ha muerto en nuestra Comunidad, viva la España más rancia y la vuelta al que inventen ellos, que a nosotros nos sobra con vender sol y playa. Es patético que al nuevo gobierno autonómico, o al de Barcala, le importen más bien poco las nuevas tecnologías, donde, estoy convencido, Alicante tenía un papel a jugar. Pero bueno, si nos conformamos con ser los camareros de Europa nuestro porvenir va cuesta abajo, porque otros nos sustituirán con ventaja a muy poco tardar. 

Tampoco me extraña que se generalice en nuestra provincia la turismofobia que está empezando a ser una obsesión en muchas partes de España. La última semana la he pasado en el casco histórico de Madrid (no como turista sino como residente, aviso) y te da por pensar cómo se puede sobrevivir entre nubes de asiáticos, bandadas de latinoamericanos como estorninos y el ruido ensordecedor de maletas arrastradas por aceras empedradas. En el Museo del Prado podías disfrutar de Las Meninas detrás de siete filas de cabezas de turistas, y uno, que no es ni paciente ni tolerante, suspiraba por un flautista de Hamelin que se los llevara lo más lejos posible. Deseos vanos: no desaparecen, simplemente son sustituidos por otros aún más molestos. 

No voy a negar la influencia del turismo en la creación de riqueza para la provincia, faltaría más, pero hay que explorar nuevas vías, incluso hay que preguntarse si con ese turismo tenemos suficiente. Es evidente que a muchas empresas hoteleras les va de cine con lo que hay y no tienen la menor intención de cambiarlo, al fin y al cabo si ellos por un casual sufren las molestias como ciudadanos son compensados en su cuenta de resultados. Díganme a mí que gana un inocente habitante del centro con terrazas en su calle, follón a todas horas, voces y risas desaforadas hasta las tantas y rechinar de trolleys a todas horas. Luego los centros urbanos se gentrifican. Pues claro. 

En esta ola conservadora que contempla el progreso hacia atrás no es extraño que se vaya siempre a lo fácil. El turismo es una vaca sencilla de ordeñar a estas alturas, pero ya veremos si no se secan sus ubres. El sol y playa vive de poquitos ingresos multiplicados por muchitas personas, hay quien dice que depreda el entorno y cuando agota los recursos se va para otro lado. ¿Eso es lo que queremos? Pues ustedes verán, pero a mí me gustan más otros modelos de negocio. Más sostenibles, que esa es otra expresión woke que espanta a derechas y ultraderechas, como si la explotación salvaje y mientras dure fuera el mejor de los mundos posibles.

Y como hay que sustituir mensajes estamos en la vía de resucitar el victimismo territorial, algo que era antiguo ya en tiempos de Isabel II. Ahora cambiamos el victimismo provincial, que ya no tiene sentido al gobernar la misma coalición ambas instancias, por el autonómico, imagino que frente a Cataluña porque contra la todopoderosa Ayuso nadie se va a atrever, ya a un presidente del PP le costó el puesto. 

En “El hombre que pudo reinar”, la película de Houston no el relato de Kipling, se cuenta que cuando los dos buscavidas ingleses se van adentrando en nuevos territorios, cada uno de los jefes tribales, sin excepción, se quejan de que sus vecinos son lo peor y «además, se mean río abajo cuando nos bañamos». A todos les pasa lo mismo. En esta España tan tribal, jefes y jefecillos repiten el mismo mantra, a ver si sus conciudadanos le echan la culpa al empedrado y no a su incapacidad. No dudo yo que los malvados que se mean río arriba no nos contaminen el agua, pero como excusa es ya un poco cansina y si me apuran está bastante “demodé”. 

Ya les advierto que no van a parar, porque el victimismo es una forma sencilla de culpar al vecino, que evidentemente es mucho peor que nosotros mismos, y contra quien resulta fácil levantar la bandera del odio. Fíjense como les va a los que claman contra la inmigración (pobre), que a los ricos todo les está permitido, aunque no dejen un duro en estas tierras porque ni pagan impuestos aquí ni tienen la menor intención de contribuir.  

Está forma retrógrada de progresar nos lleva a la caverna, pero muchos se encuentran cómodos haciendo chapucillas en la cueva. Chicos, no innovéis, que es muy peligroso asomarse al exterior.