Opinión | TRES EN LÍNEA

Un carril demasiado estrecho

Mazón y López Miras reivindicaron un pacto nacional que por muchas razones es imprescindible, pero convirtieron su inexistencia en una violación de la Constitución

Un carril demasiado estrecho

Un carril demasiado estrecho / Juan R. Gil

Diálogo, mano tendida, desinflamar… El president Mazón utiliza con profusión estos términos en sus intervenciones públicas para presentar su discurso enfundado en guante de seda. Pero conforme van pasando las lógicas apreturas del primer momento y va asentándose la legislatura, el líder popular demuestra que ni él es Bambi (como tampoco lo era Zapatero) ni su gobierno ha venido a transitar sin aspavientos cuatro años a la espera de otras elecciones que puedan darle la mayoría absoluta. Mazón, para eso lo votaron, quiere hacerle al Botànic una enmienda a la totalidad. Y el guante de seda envuelve un puño de hierro.

Se ha visto claramente esta semana, con la presentación de una batería de proposiciones legislativas de calado, la mayoría de las cuales no son de corte liberal, a pesar de que como tal se definan tanto Mazón como el PP, sino radicalmente intervencionistas. En la televisión pública À Punt los cambios se dirigen a un control absoluto por parte del Consell, cuyos socios coparán el nuevo consejo de administración. Que desde que se creó la televisión valenciana (al igual que el resto de las autonómicas) haya sido más un órgano de propaganda del Ejecutivo que un verdadero medio de comunicación no es excusa para que una vez más se pierda la oportunidad de ofrecer a los ciudadanos un auténtico servicio público de calidad que sirva a sus intereses, los de los contribuyentes, y no a los de los partidos que gobiernan. Transparencia y Antifraude también pierden su necesaria autonomía y por tanto su razón de ser. Deberían actuar como vigilantes pero se disponen a ejercer de mero atrezo. El cambio de la ley de Memoria Histórica autonómica por una pretendida ley de Concordia es una cesión a Vox que el president, seguramente, considerará menor, pero que socava los principios más básicos, no de la memoria, sino de la justicia. Mazón dirá que desde que llegó al Palau su gobierno no ha paralizado ninguna de las acciones en curso para recuperar los cuerpos abandonados en fosas de la Guerra Civil. Y es cierto. Pero con esta concesión sigue dando alas al falso relato que, con la excusa de no reabrir heridas, únicamente persigue impedir que ochenta años después podamos cerrarlas definitivamente devolviendo la dignidad a aquellos a los que se la pretendieron arrebatar junto con la vida.

Sólo una de las propuestas legislativas presentadas en esta tanda aborda un problema objetivo: el del plurilingüismo. Es un terreno donde el president no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. En la primera legislatura democrática, los socialistas aprobaron una ley de uso del valenciano que generó notable polémica en su momento, pero reconocía la existencia de amplias zonas del territorio castellanoparlantes y no por eso menos valencianas que el resto. Los excesos en esa materia del Botànic, empeñado en imponer desde el primer día una realidad distinta en lugar de ir consolidando los avances en el uso del valenciano sin negar la diversidad existente, han dejado el campo expedito a Mazón para volver a los principios de aquella "Ley de Alicante" aprobada en 1983 e ir incluso más lejos, en la libertad que se otorga a los padres para elegir en qué lengua se escolarizan sus hijos, de lo que fueron anteriores gobiernos populares como el de Francisco Camps.

Pero si la izquierda quiere saber cuál es el marco por donde va a discurrir la legislatura debería leer detenidamente las intervenciones del president Mazón y el jefe del Gobierno regional de Murcia, Fernando López Miras, en el acto que se celebró esta semana con motivo del Día del Agua en el Palacio de San Esteban. La reivindicación de agua, y dentro de ella del trasvase Tajo-Segura, con independencia de su necesidad, nunca ha sido una cuestión factual, de hechos. Sino de emociones. Por eso mueve votos y cimenta estados de ánimo. La izquierda, pero sobre todo en este caso el PSOE, que es el que cambió de la noche a la mañana una tradición favorable a los trasvases que había sostenido durante décadas, nunca ha acabado de entender eso.

Pero tanto Mazón como López Miras en su cumbre de esta semana han dado un nuevo giro de tuerca a la cuestión, convirtiendo el reparto del agua en un asunto identitario. Dos frases, de entre las muchas que los dos presidentes pronunciaron en el patio de San Esteban, sirven para ejemplificar el cambio que viene: "Las tuberías del trasvase son las arterias de un cuerpo, que es España" fue una de ellas. Otra: "El trasvase demuestra el funcionamiento de España como nación frente a los separatismos que quieren romperla y sus aliados". Por si no había quedado claro, los dos presidentes se esforzaron en identificar la esencia de "lo valenciano" o "lo murciano" con la "cultura del agua". Ni bandera, ni himno, ni lengua. La nueva seña de identidad es el agua.

Mazón y López Miras reivindicaron un pacto nacional que por muchas razones es imprescindible, pero convirtieron su inexistencia en una violación de la Constitución. Algunos llevamos mucho tiempo señalando que la gestión de los recursos hídricos en este país, sean naturales u obtenidos mediante la reutilización y la desalación, es un asunto de solidaridad interregional y justicia redistributiva. Pero subir de esta forma el diapasón no va a contribuir a abordar con criterios racionales una necesidad de recursos que se va a agravar en extremo como consecuencia del cambio climático. Eso sí: rendirá de nuevo cuantiosos réditos electorales al PP si, del otro lado, siguen imponiéndose las tesis más radicales que abandera la vicepresidenta Ribera, con la que Mazón pactó una mesa técnica que se ha anulado sin ni siquiera haber echado a andar. No es la primera vez que en este asunto Ribera traiciona su palabra: a Ximo Puig aún se la gastó peor.

El despliegue de iniciativas legislativas o la escalada en un tema como el del agua se produce justo en la semana que va a concluir con la entronización de la ministra Diana Morant como nueva secretaria general de los socialistas en la Comunitat Valenciana. Como ya dijimos, el congreso del PSPV no aprobará ni un documento político ni ningún cambio de estructura. A la espera del cierre, sorprende tanto la falta de un discurso propositivo como el empeño en confrontar directamente a Mazón con Pedro Sánchez y no con Diana Morant. Negaba Ximo Puig, en la entrevista que los periódicos de Prensa Ibérica publicaron este viernes, que en la anterior legislatura se hubiera menospreciado a Carlos Mazón. Pero si no lo hizo él, muchos otros en la izquierda sí lo hicieron y todos, empezando por él, lo pagaron. Mazón, que en estos meses ha desplegado una actividad frenética en Madrid o en Barcelona, no sólo en Murcia, es un político inteligente y un enemigo nada fácil. Dejar a Morant encajonada entre él y Pedro Sánchez, estrecharle tanto el carril, únicamente beneficia al president de la Generalitat. Pero ellos verán.