Opinión

El declive del asociacionismo

La crisis de la democracia hace bascular al mundo, no sabemos en qué dirección.

La crisis de la democracia hace bascular al mundo, no sabemos en qué dirección. / Generador de imágenes de COPILOT para T21/Prensa Ibérica.

Desde hace tiempo, la sociología ha establecido una estrecha correlación entre el compromiso cívico de los ciudadanos, a través de su participación en asociaciones, y el fortalecimiento de los sistemas democráticos, mediante lo que se llama el «capital social». Uno de los investigadores más destacados en la materia es el sociólogo y politólogo norteamericano Robert Putnam, profesor en la Universidad de Harvard, quien siguiendo la estela que en Europa abrió el sociólogo francés Pierre Bourdieu, estudió las estructuras de relaciones sociales presentes en las organizaciones ciudadanas mediante el establecimiento de redes personales, contactos sociales y conocimientos que permiten mejorar aspectos de la sociedad y aumentar la participación de los individuos en los asuntos públicos.

Para Putnam, las democracias prosperan cuando existe un fuerte capital social mediante un alto grado de compromiso cívico, hasta el punto de que el retroceso que atraviesan algunos sistemas democráticos tendría que ver, también, con el declive en la participación cívica y el creciente desapego con la implicación en el movimiento asociativo. No es casual, por tanto, que los países con sistemas democráticos más sólidos y avanzados sean los que presentan los niveles más elevados de implicación en movimientos asociativos. De ahí la importancia de conocer la evolución de estos indicadores.

A principios de este año, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hizo pública la encuesta «Tendencias de asociacionismo en España», en la que se recogían datos y tendencias de relevancia que han pasado desapercibidos, a pesar de proporcionarnos elementos de interés para conocer mejor nuestra sociedad. Y es que los datos que recoge el CIS sobre el estado del asociacionismo no pueden ser más preocupantes, aunque no dejemos de escuchar discursos autocomplacientes de quienes hablan, con impostada satisfacción, del movimiento asociativo y la participación ciudadana.

Según esta encuesta de enero de 2024, el 80 % de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años nunca habrían pertenecido ni participado en ninguna asociación cívica, deportiva, social o política, mientras que en el caso del conjunto de la población de España este dato sería un 62,9 % del total. Por el contrario, un 22,3 % de españoles sí estarían participando en la actualidad en estas entidades asociativas, una participación en retroceso, ya que en 2013 se situaba en el 29 %.

Por sexo, el 65,4 % de las mujeres nunca habrían pertenecido a asociación alguna, mientras que en el caso de los hombres este dato bajaría hasta el 60,3 %. Bien es cierto que en este caso habría también que considerar la carga que asumen las mujeres en los trabajos de cuidados no remunerados, tanto en el hogar como con otros familiares.

Entre las entidades que contarían o habrían contado con un mayor grado de implicación estarían, en primer lugar, las asociaciones culturales con un 9,6 %, seguidas de los partidos políticos con un 9,1%, los sindicatos con un 6,5 %, las ONG de cooperación con un 6,2 % y las entidades deportivas con un 4,0 %. El resto de las tipologías de asociaciones contarían con niveles muy bajos de implicación.

Para tener una mejor interpretación de estos indicadores hay que compararlos con las tasas europeas y aquí los datos son concluyentes: España tiene una de las tasas más bajas de entre todos los países europeos de participación asociativa, que se sitúa a la cola y a una gran distancia de la media europea, a la luz de investigaciones publicadas por las fundaciones Foessa y BBVA. Frente al escaso 22,3 % de personas que pertenecerían a algún tipo de asociación en España, en el caso de la media de los países europeos este valor se elevaría hasta el 42,5 %, alcanzando el 91 % en Dinamarca, el 82 % en Suecia, el 79 % en Países Bajos y un 60 % en Alemania.

Para completar este retrato, nos encontramos con que en Europa en general y en España de una manera particular, la participación social y política a través de asociaciones aumenta con claridad en aquellas personas que tienen un mayor nivel de estudios, quienes se autodefinen ideológicamente de izquierdas y se mantienen informados por los medios de comunicación. Hasta el punto de que diferentes estudios vienen destacando que, a diferencia de lo sucedido en el promedio europeo, la participación social en España de aquellas personas que se autodefinen como de derecha es la más baja, con un 32 % del total, frente a aquellos otros que se autodefinen como de centro y especialmente los que se posicionan como de izquierda, que con un 52 % en España frente al 54 % en Europa, presentan las tasas más elevadas de participación en asociaciones.

Es cierto que en España habría que reflexionar también sobre otras formas de relacionarnos y de hacer vida social, muy distintas a las del norte de Europa, o del efecto de las nuevas tecnologías, en la era de los teléfonos móviles, las redes sociales y la comunicación global en la profundización del aislamiento social. Pero tenemos que pensar muy seriamente en los dañinos efectos para nuestra salud democrática del avance de un individualismo favorecido por estas tecnologías de la comunicación y engrasado por ese dañino espíritu competitivo que trasladan los profetas del capitalismo. Y es que enriquecer y aumentar la participación asociativa también mejorará la calidad de nuestra democracia.