Opinión | TRES EN LÍNEA

La boda roja

Diana Morant y Pedro Sánchez en el último congreso del PSPV.

Diana Morant y Pedro Sánchez en el último congreso del PSPV. / INFORMACIÓN

Una semana después de la entronización de Diana Morant como secretaria general del PSPV, digamos que la imagen predominante, lejos de ser la de una fuerza que se reactiva, es la de que los socialistas han cumplido, mejor que peor, un trámite. La prudencia, por no decir el escepticismo, ha dominado los análisis que todos los medios han ido publicando sobre el resultado de la reunión que el pasado fin de semana mantuvieron los dirigentes del PSOE en Benicàssim. Como pasa siempre, el sinónimo más utilizado entre los periodistas de Política para referirse al congreso ha sido cónclave. Pero a fe que, en su significado original de reunión de cardenales para elegir papa, pocas veces como esta ha tenido más sentido usarlo.

«Modesto de ilusiones», resumía el evento en estas páginas mi compañero Alfons Garcia. A Salva Enguix, en La Vanguardia, le parecía que falta por «verificar» el perfil político que quiere desarrollar la nueva secretaria general del PSPV, lo que no es poca duda habida cuenta de que ha tenido a sus pies un congreso para fijarlo, y Víctor Romero, en El Confidencial, advertía del «Everest» que tiene por delante Diana Morant, con «tres años de frágil paz interna», una cifra, la de los tres años, que puede acabar resultando un ejercicio de optimismo. En Valencia Plaza, Ximo Aguar ponía el foco en las «asignaturas pendientes» y las «luces y sombras» que ha dejado el proceso y en Las Provincias Ferriol hablaba de «renovación coja». Como se verá, a pesar de que a Morant se la elevó a los altares un Domingo de Ramos, no puede decirse que su primera semana haya sido precisamente de pasión.

Antes al contrario. Si hay un sustantivo que define el estado de ánimo con el que los socialistas se han tomado su renovación, ese es desgana. No hay ni un solo detalle en ese congreso que han celebrado al que no pueda aplicarse la palabra. Se ordenó que no hubiera primarias, privando a la nueva secretaria general de una legitimación que le sería muy útil en lo que está por venir. Con la excusa de que el congreso era extraordinario, tampoco hubo ponencia política, con lo que se renunciaba a definir un nuevo proyecto para un partido que ha pasado del gobierno a la oposición. A cambio se encargó un «documento» que, en el último momento, también se decidió dejar en el cajón a pesar de que quienes lo han leído aseguran que estaba bien armado. No habiendo igualmente ponencia de Estatutos, la estructura del partido, que tantas veces se ha demostrado un lastre, queda como estaba. Sin nada pues que hacer, la pregunta inevitable es a qué fueron los delegados a Benicàssim. Un veterano dirigente socialista, con cargo de relumbrón en la ejecutiva, lo resumía: «A un mitin de Pedro». Los delegados fueron de público.

No sé si todos los militantes, la mitad de los cuales no han participado ni directa ni indirectamente en este combo, coinciden en el resumen. Pero creo que objetivamente sí puede decirse que este ha sido un congreso organizado a la medida, de principio a final, no del PSPV ni de Diana Morant, sino de Pedro Sánchez. Si eso es bueno o malo para los intereses socialistas no me atrevo a decirlo. Son muchos los socialistas que consideran que su mayor activo son las políticas sociales de Pedro Sánchez y la buena marcha de la economía y que esperan que eso pese más en el ánimo de la población que la amnistía o la increíble fragilidad de que no pueda haber presupuestos del Estado porque una autonomía haya convocado elecciones. Pero el caso es que, insisto, este congreso ha sido en tiempo, forma y contenido el congreso de Sánchez. Pedro alentó la revuelta que obligó a Ximo Puig a cambiar los planes y apresurar su retirada. Pedro decidió que fuera Morant la ungida. Pedro impuso que no hubiera primarias. Y Pedro controló los discursos, centrados en él. El resultado es que, fuese Pedro, y no hubo nada. La primera reunión de la nueva dirección, que tras cada congreso de cualquier partido se celebra el día siguiente a su elección, en este caso ha sido convocada… ¡para el 4 de abril! Cumplido el expediente, cada mochuelo a su olivo.

Puestos a escarbar, hay dos elementos positivos en lo que ha ocurrido en Benicàssim. Para empezar, por primera vez no estando en el poder los socialistas han sido capaces de contener sus pulsiones más primarias y no ha habido guerra civil. Y también está el hecho de que, sea como sea, en muy pocos meses tras la derrota electoral del 28M se han dotado de una referencia: Diana Morant. Lo primero es de aplaudir pero lo segundo está por contrastar. Quiero decir que, para ser líder, a la ministra no le basta con haberse sacado el título de secretaria general: será el desempeño el que lo valide. Morant ha sentado a todos los señores de la guerra a su mesa. No sé si le gustan las series y vio Juego de Tronos, pero hay un episodio, La boda roja, que ilustra cómo puede acabar eso si no se está en permanente estado de alerta máxima, con cuatro ojos puestos sobre el que come a tu vera.

Y es que, mientras afilan espadas y repiten todos, a quien quiera oírlo, que esta es «una ejecutiva de transición» porque «dentro de poco más de un año» toca congreso ordinario, ya le van metiendo goles como el de Ángel Franco en Alicante. No sé si Morant es consciente del tsunami que ha provocado entre los simpatizantes del PSOE rehabilitar a Franco en una provincia que supone el 37% del censo electoral, desautorizando de paso a la portavoz de su partido en la segunda ciudad de la Comunitat Valenciana. Supongo que aún no lo es, porque para Morant Alicante todavía es un sitio extraño. Pero es el resultado de no tener aún autonomía y fiarlo todo a un grupo, ese que llaman el clan de Gandia, algunos de cuyos componentes más significados (no todos, por suerte) siguen creyendo que la Comunitat acaba en Xàbia y lo demás es Murcia.

Decía Antonio García Miralles, el único presidente que ha tenido el PSPV (como el único vicesecretario ha sido Ciprià Císcar: de todos los demás, presidentes o vicesecretarios, nadie recuerda el nombre, lo digo por anticipar lo que les espera a Soler y Bielsa), que cuando alguien se postula a un cargo lo primordial es que tenga afición. ¿Tiene afición Diana Morant? A los ciudadanos, voten lo que voten, les interesaría que así fuera, porque el PSOE es imprescindible para el andamiaje político de este país, en general, y de la Comunitat Valenciana en particular. Habrá que darle tiempo a ver si se da cuenta de que para hablar del Gobierno ya está Pilar Bernabé, que es su delegada en la Comunitat. Y para hablar de Sánchez ya está Sánchez. Por muy ministra que sea, a ella lo que le toca es convencer a los valencianos de que su proyecto es mejor que el de Mazón. Para eso, no hay que tener ni horas, ni días. Hay que estar en la matraca 24/7. Pero, de momento, el PSPV está cerrado por vacaciones.