Opinión

Milagro a las 22.00 horas en La 1 de TVE

Athletic y Mallorca se enfrentan en la final de la Copa del Rey, con los bilbaínos buscando un nuevo título 40 años después

Iñakiy Nico Williams celebran uno de los goles del Athletic-Barca en Copa.

Iñakiy Nico Williams celebran uno de los goles del Athletic-Barca en Copa. / EFE

Cuarenta años llevamos los del Athletic sin ganar un título que merezca la pena. Cuarenta años desde que ganamos en el Bernabéu la Copa del Rey de 1984 ante el Barcelona de Maradona y Bernd Schuster, con gol de Endika, y con un final de partido infame, con todos haciendo kung-fú unos contra otros, en vez de darse la mano como Dios manda.

Tras dicho partido, la nada. Aunque seguimos sin ser uno de los tres equipos que jamás ha bajado a Segunda -y tuvimos una temporada imponente con Marcelo Bielsa en 2011 bailando al Manchester United en Old Trafford y llegando a dos finales- las posibilidades de ganar algo hoy en día se reducen a las de un milagro debido al mantenimiento de la ley no escrita de jugar con los jugadores nacidos en Euskadi (aunque esta ley se trampea lo que se puede, cuando hay ocasión: lo mismo da Iparralde, Navarra, que la Rioja alavesa), lo que conlleva una clara merma de opciones en un deporte totalmente globalizado y mercantilizado donde las opciones para contratar jugadores de cualquier parte del mundo se ha multiplicado por mil.

Pero parece que eso no afecta a la afición rojiblanca: preferimos ser distintos a tratar de ser primeros. Incluso lo que en su momento se llegó a ver como un rasgo etnicista (solo juegan los que tengan nuestro RH, que diría Arzalluz), pasando por lo que suponía ir a un campo contrario en los años ochenta y noventa escondiendo la bufanda para que no te llamaran etarra, hasta hoy en el que el modelo del Athletic está más vivo que nunca, con una buena camada de jugadores de la cantera que Ernesto Valverde (un buen entrenador y mejor tipo) está sabiendo manejar y sacar el mejor partido.

Pero lo que sirve de escaparate para demostrar que además el modelo del Athletic es inclusivo son los hermanos Williams, Iñaki y Nico, que han dotado al equipo de un impacto mediático fortísimo de cara al exterior, a la vez que le han dado al equipo una explosividad y una velocidad en el campo que hacen que los partidos en el nuevo San Mamés (uno de los campos más bonitos de España, donde se empuja como en ninguno y donde aún se sigue aplaudiendo a los buenos equipos) sean una fiesta jaleada un domingo tras otro. Si a Sabino Arana le dicen que hoy una de las mejores cartas de presentación de la sociedad vasca son dos chicos negros de padre y madre ghaneses, se volvería a su tumba deprimido, preguntándose que todo esto para qué, Sabino, para qué.

Hoy, por sexta vez desde 2009 (las cinco anteriores perdimos ante Barcelona, en tres ocasiones, Atlético y Real Sociedad), jugamos la final de la Copa del Rey de nuevo. A las 22.00 horas, en La 1 de TVE, contra el Mallorca (equipo peleón, duro, correoso). En el camino eliminamos al Barcelona de Xavi y al Atlético de Simeone. Sabemos que es ahora, o vete a saber cuándo. La explosión en la ría sería de época, y no habría quien aguante a los bilbaínos de pro: estarían chuleando de título durante otros cuarenta años. Pero que sea lo que sea: la mística de la derrota perenne a pesar de la cual el modelo ni se discute ni se negocia también nos vale. Y si ganamos, habrá habido milagro, por fin…