Opinión

El racó de Toni

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Archivo - Mando a distancia, televisión, televisor, TV / EUROPA PRESS - Archivo

Desde que la mujer de Armiñán, Elena Santonja, puso de moda Con las manos en la masa, los programas sobre gastronomía no han hecho más que crecer. Yo, que sólo he ejercido de comensal, recuerdo con mucho cariño el restaurante al que acudí entre 1990 y 1991, todos los laborables, a degustar mi menú del día por 650 pesetas. Me refiero al Racó de Toni, situado en la trasera del cine Monumental de Alicante. Su relación calidad/precio no tenía rival. Lo regentaban Antonio Castillo Ruiz y Josefa López Galiana, que siguieron en él hasta su jubilación, que se produjo antes de que llegase el euro. Con anterioridad se hicieron cargo de la cafetería del hotel Cervantes en la calle Navas.

Me lo recordó una de las hijas de ambos, Inma (la otra es Mª Ángeles) en la víspera de la Santa Faz. Su marido es Rafael Sellers, salesiano, el hombre que más sabe sobre la Semana Santa alicantina. Esa jornada tan señalada inauguró un ciclo de conferencias temático en el Ateneo de Alicante, tan bien documentada que logró embelesar a todos los que asistimos a escucharle.

Cuando nos despedimos, Inma Castillo me confesó un secreto que le comentaron sus padres. En aquel Racó de Toni éramos tantos los clientes habituales que no se sabían los nombres de todos. Por eso entre ellos a mí se referían como «el concursante». Cierto es que en aquella época enlazaba apariciones en programas, sólo en La 1 y el UHF. Al final, sea por h o por b, la televisión me ha perseguido toda la vida, y a mucha honra.

Hoy no existe el cine Monumental ni el Racó de Toni ni nadie se sabe el nombre con que han bautizado esa calle. Por no hablar de lo irreconocible que está La 1. ¿Es servicio público?