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El peso de la imbecilidad

El peso de la imbecilidadSimon Dawson/No10 Downing Street / DPA

Pagamos el precio de nuestra propia imbecilidad cuando a sabiendas votamos personajes políticos como Boris Johnson, Trump, Putin o introducimos a Vox en las Instituciones. Es verdad, el otro día viendo la noticia de Boris Johnson en el Parlamento Británico, colorado, despeinado por todos lados y, encima arrogante como un macaco aduciendo que su última fiesta en Downing Street, fue lo correcto, lo que hacíamos era descansar después de tantas horas trabajando. Más que rescatar la palabra, Johnson redescubre el fiestón, uno tras otro.

Para esta clase política, ni Parlamentos ni leches, les importa su propio beneficio, y da lo mismo que les afeen sus comportamientos distendidos o sus acciones de Gobierno trascendentes bastante desnortadas, ellos a lo suyo, uno amenazando volver a presentarse a las elecciones norte americanas, otro dejando como un páramo un bonito país como Ucrania, o Johnson ratificando el Brexit o su postura firme de no dimitir, pues ha aprendido la lección, y tiene la responsabilidad de liderar el Reino Unido. Un informe señalaba que el Ejecutivo británico incurrió en fallos de liderazgo, y se pedían depuración de responsabilidades. Pero se ve que esta clase de líderes ridículos hombrecillos, no se respetan ni a ellos mismos ni a los pueblos que dicen representar.

En fin, que este hombre ve un ápice de fiestuqui, y se arranca a beber y a bailotear. Cambia a su jefe de Gabinete, y problema resuelto, ridículo ¡no! Vaya, que sus fiestas en Downig Street eran eventos de trabajo, otros más, eran inaceptables y por ellos pide perdón. ¿Has sonreído con amargura cuando ves al desgreñado? Este hombre vive en una atmósfera torcida. Ojalá que el entusiasmo electoral sirviese para algo mejor que, para elegir a payasos, sátrapas o absolutistas.

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