El día que todo se torció para Ábalos

El estigma del político valenciano comenzó la mañana de julio de 2021 en que Sánchez lo destituyó. ¿Qué pasó? El silencio ha alentado las sospechas. Hoy el exministro tiene especial valor porque supone tocar el núcleo cercano al presidente

El exministro de Transportes y diputado del PSOE, José Luis Ábalos, durante una rueda de prensa, en el Congreso de los Diputados

El exministro de Transportes y diputado del PSOE, José Luis Ábalos, durante una rueda de prensa, en el Congreso de los Diputados / / EDUARDO PARRA - EUROPA PRESS

Alfons Padilla

Alfons Padilla

José Luis Ábalos sabía que el 10 de julio de 2021 iba a ser una jornada de alta tensión. Aún era pandemia, pero se veía la luz y Sánchez había decidido una amplia remodelación de su Gobierno. El ministro y secretario de Organización del partido había trabajado los días previos con el presidente, su amigo, en el nuevo equipo. Todo estaba preparado. Esa mañana suena el teléfono. Es Pedro Sánchez. Le comunica que él también cae. Va a anunciar su destitución en un rato. Sorpresa absoluta. La conversación no es larga. Ni cómoda. Ninguna de las partes ha desvelado su contenido en todo el tiempo transcurrido. Algunos detalles se han ido atando. La versión oficial en el partido es que no estaba previsto que dejara también el timón del PSOE en Ferraz. Para algunos, es Ábalos el que lo pide: si no tiene la confianza para ser ministro tampoco puede conducir el partido. Para otros, Sánchez actúa tajante ante la reacción del aún ministro. La conclusión es la misma: el todopoderoso político valenciano pasa esa mañana del todo a la nada. A la casi nada, porque mantiene el acta de diputado y se le da además después la presidencia de la comisión de Interior, con su plus económico.

Aquel 10 de julio de 2021 comienza el estigma de Ábalos. La huella de la sospecha se extiende porque los motivos de la caída nunca han sido explicados y han hecho correr ríos de comentarios. Ernesto Ekaizer publicaba recientemente en El Periódico, de Prensa Ibérica, como INFORMACIÓN, que ni siquiera Sánchez desveló esos motivos al ministro en aquella llamada. «No te lo quiero decir», le habría contestado.

¿Qué había pasado? Continúa sin conocerse. Sí se sabe lo que vino: una ruptura personal entre dos políticos que habían sido amigos, lo suficiente para que Sánchez durmiera alguna vez en la casa de València del compañero cuando se recorría España con su mochila y su coche en busca de la secretaría general del PSOE. Lo bastante para que acudiera a alguna fiesta de cumpleaños.

Ábalos fue el socialista de mayor rango (secretario general en la provincia de Valencia) que se puso abiertamente al lado de Sánchez tras ser destronado en 2016 y lo impulsó a la reconquista. El tándem funcionó: Sánchez, frío y calculador, con gran poder de atracción; Ábalos, atrevido y valiente políticamente. El reconocimiento fue la secretaría de Organización del partido en 2017.

Esa cercanía infunde especial valor político a todo lo que envuelve al exministro, hoy apartado de su partido: se está tocando el núcleo cercano a Sánchez. Caza mayor.

¿Qué pasó entre 2018 y 2021 para una ruptura tan drástica entre ambos? No hay explicación oficial. En ese vacío bebe ahora el PP para argumentar que Sánchez sabía el papel de Koldo García en el Ministerio de Transportes.

El asesor, la pieza central del caso actual de presunta corrupción en la compra de mascarillas durante la pandemia, llegó a la vida de Ábalos al aterrizar este en Ferraz. Exconcejal, guardia de seguridad en locales nocturnos y escolta en los tiempos duros de ETA, venía de Navarra, como Santos Cerdán, el número dos de Ábalos en el partido en 2017. Koldo se convierte en chófer y escolta del secretario de Organización y pasará a ser su asesor cuando lo hacen ministro en 2018.

¿Qué pasó? Con certeza nadie lo ha sabido. Si se atiende al sentido común, posiblemente un cúmulo de factores. La relación entre Sánchez y Ábalos se había enfriado. Moncloa encapsula, aísla, y Ábalos se había hecho ya también su espacio en Madrid. Transportes es un superministerio y era el gobernador en Ferraz, combinación de alto poder, y se felicitaba de que había tenido buena entrada en la prensa, incluso en la conservadora. Cada uno se creó su universo. Políticamente además se había instalado una lucha de palacio entre Moncloa y Ferraz, con Iván Redondo y Ábalos como principales exponentes. Sánchez tiró por la vía rápida y fulminó a los dos aquella mañana. No quería sombras tan alargadas.

Después está lo personal, un nuevo divorcio del valenciano y comentarios que empiezan a surgir y alcanzan a alguna prensa sobre su vida privada. «Ábalos no se dio cuenta de que Madrid no es València», reflexiona un veterano diputado.

¿Y lo de Koldo? El asesor no pasaba desapercibido ya entonces, su estilo o el hecho de que pagara en efectivo comidas y gastos menores del ministro, según las distintas fuentes consultadas, pero en el partido cuesta creer que Ábalos, «un perro viejo en política», supiera lo de las comisiones. Pocos lo creen hoy: «Va contra todo lo que ha sido».

¿Hubo un hecho concreto? Nadie lo sabe, pero aquel día empezó la marca, el alejamiento. Vinieron meses de prudencia y silencio. Como de espera de alguna revelación que lo explicara todo. Luego pareció que la vida política volvía a una cierta normalidad, incluso. Y así, en 2023 vuelve a entrar en las listas socialistas para el Congreso por Valencia.

Lo cierto es que el propio Ábalos no lo tenía tan claro. Así, a principios de ese año, en una visita a la ciudad se reúne con Ximo Puig, aún president de la Generalitat y líder del PSPV, y se ofrece a estar en esa lista, aseguran fuentes socialistas valencianas. Lo pide. Ferraz, donde está Cerdán, próximo al exministro, no se opone, más bien al contrario. ¿Y Moncloa? «Como veáis, ha sido secretario de Organización», responde. Pero no lo impone, precisan las fuentes. La relación se mantenía fría. Como lo estaba desde aquella mañana de julio de 2021 en que la vida política de Ábalos se torció.