La vida de Feliciano dio un giro hace trece años, cuando un fallo en la barrera de un paso a nivel, según explica, hizo que un tren le atropellara, fatalidad que obligó a los médicos a amputarle un brazo, una pierna y un pie.

Feliciano Álvarez cuenta que, tras sufrir el accidente, su perspectiva sobre la vida cambió, y de tener a Dios presente en todo momento debido a una arraigada tradición religiosa familiar, pasó a mostrar una mayor fidelidad hacia el día a día y a encarar su vida y su trabajo "consciente de mis limitaciones", pero sabedor de sus capacidades.

"Dos meses después del accidente, todavía malherido y haciéndome a vivir con prótesis en mi cuerpo, me volví a meter en el taller a esculpir", relata Álvarez, quien explica que el 29 de diciembre de ese mismo año, 1997, se inauguró en la Plaza de Madrid en Valladolid su escultura "El encuentro", que hoy comanda la céntrica plaza vallisoletana.

"Esculpir fue una forma de salir de la depresión que atravesé días después de que me atropellara el tren y de demostrarme que era capaz de volver a desarrollar mi actividad rutinaria", confiesa Álvarez.

Hijo de un herrero, Feliciano Álvarez asegura que empezó a descubrir el sonido del martillo y la fragua sobre los metales del taller "donde le metió su padre a los 14 años", donde se familiarizó con las "formas y texturas del mundo de los metales".

En su taller, situado en el barrio de España de la capital vallisoletana, el escultor guarda en mesas, paredes y "cualquier rincón" réplicas a pequeña escala de sus obras, las cuales luego se convierten en grandes superficies metálicas que llegan a pesar nueve toneladas, como es el caso de "Universo Unido", situada en Zaratán (Valladolid).

Feliciano Álvarez desarrolla su labor con brío, de tal manera que utiliza "la mano buena" de percutor y la extremidad postiza de apoyo, y hace gala de una "pulida" técnica que con el tiempo ha hecho menos frecuentes los errores en el desarrollo de su labor artesanal.

La obra de Feliciano Álvarez, además de estar ubicada en varios lugares de Valladolid, está presente en otras ciudades como Burgos, Palencia, A Coruña, Sevilla, Barcelona, Jaca (Huesca) y Santander, y hoy proyecta esculturas para "alguna otra".

Fotografiadas y enmarcadas, Álvarez guarda en su taller como oro en paño estampas de sus obras más famosas, como "Siroco", situada en la Estación del Norte vallisoletana, o "El abrazo", enclavada en la rotonda de la Plaza de León, en Palencia.

El ingenio es un fiel compañero de viaje de Feliciano Álvarez, quien además de trazar los planos de sus esculturas, fue capaz de diseñar su propio modelo "no patentado" de prótesis, del tal forma que le resultaran más cómodas y adaptables a su vida diaria.

Trece años después de la fatalidad del destino que le cambió la vida "lo justo", Feliciano Álvarez afirma sentirse libre y vivir bien.

"La verdad es que no me quejo, pues tengo más o menos lo que quiero, dedico buena parte de mi tiempo a mi principal afición, que es la escultura, y estoy contento con la relación que tengo con mis hijos y con como son", comenta Feliciano Álvarez.

Espera que otras personas con dificultades físicas se contagien del buen espíritu y la actitud positiva que tuvo y tiene ante la adversidad.