Un botín púrpura. Ni monos rojos, ni caretas de Dalí para asaltar la Casa de la Moneda como en la serie de Netflix. La Policía y los Mossos han desmantelado esta semana en La Nucia uno de los mayores laboratorios de falsificación de billetes de 500 euros en un local alquilado en una zona residencial donde era inminente que las máquinas se pusieran a imprimir a gran escala billetes de color púrpura, muy difíciles de diferenciar de los auténticos.

Mientras que en la serie televisiva los atracadores de La casa de papel asaltaban la Casa de la Moneda para imprimirse sus billetes,, la organización desmantelada esta semana desde La Nucia se los ha fabricado en trasteros ocultos y está considerada como una de las mayores redes de falsificación de Europa. La red tuvo su germen en la cárcel valenciana de Picassent. Entre sus celdas coincidieron hasta cuatro de los seis detenidos y eran ellos quienes dirigieron el entramado cuando cumplieron condena. Los cuatro reclusos poseían amplios conocimientos en artes gráficas e informática y los investigadores sospechaban que entre rejas empezaron a reorganizarse.

En el auto por el que el juez envía a prisión a Tomás M. J., el presunto cerebro de la trama, se refiere a él como uno de los mejores impresores de billetes falsos. Tomás M. J. ingresó en Picassent tras su arresto en 2009 en Gandía por hechos muy similares: un laboratorio para fabricar billetes de 500 con igual valor que los del Monopoly.

Para desarrollar esta operación, el hilo del que tiraron Mossos d’Esquadra y Policía fue una mochila oculta en una zona boscosa de Cervelló (Barcelona) con 4,3 millones de euros falsos en billetes de 500 y que encontró el 14 de agosto de 2021 un hombre que paseaba a su perro. Éste lo entregó inmediatamente a las autoridades. Al tratar de rastrear su origen, los Mossos detectaron que los billetes tenían huellas dactilares de personas con antecedentes por falsificación de moneda. Para su impresión se habían utilizado técnicas muy similares a las del botín intervenido años atrás en Gandía. Un contrato de arrendamiento de Tomás M. J. de un local en La Nucia hizo el resto. Las pistas les llevaron irremediablemente a La Nucia y a la Comunidad Valenciana. 

 Ninguno de los residentes de la urbanización donde fue desmantelado el laboratorio podía sospechar lo que se ocultaba en los bajos del garaje trastero sito en una bandeja de locales comerciales. Una zona en el linde entre Altea y La Nucia perfecta para pasar desapercibido, con muchos vecinos extranjeros que acuden de turismo. 

Los vecinos se despertaron el miércoles sobresaltados al ver aparecer al operativo formado por Mossos d’Esquadra y Policía Nacional y que ya llevaban varios días vigilando los movimientos de su sospechoso. El local estaba arrendado junto a un comercio de mantenimiento de piscinas y a él Tomás M. J. acudía casi a diario. En la puerta del garaje hay un letrero que alerta de que está protegido con alarma. 

La maquinaria estaba almacenada a la espera de que el grupo recuperara sus fuentes de financiación. En plena pandemia, con el cierre de fronteras se cortó de raíz la posibilidad de acudir a los mercados chinos, donde habitualmente adquirían sus materiales. Recuperada la normalidad, quedaba el difícil escollo del dinero. Una ironía para un grupo que precisamente falsificaba billetes difícil de distinguir de los auténticos. Pero faltaba la materia prima para editarlos.

Las escuchas telefónicas apuntaban a que el grupo había encontrado a nuevos inversores en Bélgica y Marruecos. La banda tenía capacidad no ya de imprimir billetes de 500, sino también dólares y reales brasileños. De hecho, conscientes de que las técnicas utilizadas para falsificar euros les señalaban directamente a ellos, los cabecillas estaban barajando trasladar toda la maquinaria a Brasil para continuar allí su producción.

Los planes de la organización pasaban por crear empresas tapadera y actuar de cara a la galería como talleres de impresión fotográfica u otras actividades lícitas, para ocultar lo que verdaderamente se editaba desde sus impresoras offset. Uno de los implicados, que reside en una finca muy cercana al paraje donde se halló la mochila, tenía una tintorería en Barcelona. Los investigadores sospechan que tiene conocimientos para el uso de planchas industriales y otros mecanismos para facilitar el acabado de los billetes, ya que éstos estaban pendientes de que se les añadiera el parche holográfico que suelen llevar y que se adhiere con técnicas de termo impresión

En el interior de la nave clandestina de La Nucia, se hallaron máquinas industriales destinadas a la fabricación de billetes, así como gran cantidad de tintas, líquidos y otros accesorios. La investigación apunta a que Tomás M. J., que ha estado asistido por el letrado Francisco González, realizó en 2019 compras relacionadas con la falsificación de moneda y que contaba con una red de proveedores instalados en China que le suministraban materiales de alta calidad y muy similares a los que se usan en las Fábricas de Moneda y Timbre de los Bancos Centrales.

En los registros efectuados esta semana no se han hallado billetes terminados. Por este motivo, los seis detenidos desvincularon ante el juez los equipos hallados en los locales registrados de la falsificación de billetes. Unas explicaciones que no han convencido al titular del juzgado de Sant Feliu de Llobregat que lleva el caso y les ha mandado a prisión.