Los padres del CEIP Playas de Orihuela han demostrado más paciencia que el santo Job. Al cabo de 9 años y después de haber "licenciado" a varias generaciones de jóvenes estudiantes, el centro educativo está peor de lo que estaba. Los barracones continúan siendo lo más parecido que los niños han conocido a unas aulas de ladrillo y los padres están cansados de pregonar en el desierto de la Conselleria de Educación sin obtener resultados. "Hemos ido a Valencia a Alicante, todo son buenas palabras pero nada más", explicaba ayer un portavoz de la Asociación de Padres de Alumnos, al tiempo que anunciaban que todos los viernes, desde las 8.30 horas, cortarán los accesos -a excepción de los autobuses- para exteriorizar sus quejas, otra cuestión es que alguien les escuche. Ayer, por ejemplo, muchos padres decidieron que sus hijos ni fueran a clase porque cuando llueve las zonas comunes se convierten en una pequeña piscina de 10 centímetros donde pasear se convierte en chapotear y, para eso, mejor que se queden en casa.

Durante los últimos años, las protestas han sido un denominador común y los padres han llegado a montar clases al aire libre o a denunciar el estado de buena parte del material que no se conserva como debiera, algo que redundan, al final, en la educación de sus hijos.