Tres voluntarios de Cruz Roja cargan la furgoneta con algunas bolsas llenas de ropa, paquetes de pañales, mantas térmicas y dos grandes termos provistos de leche con cacao y té bien calientes. Recorren un par de kilómetros hasta llegar al lugar que toca visitar hoy. A lo lejos se ve a Sultán y su hermana que regresan del cole. Han avistado el característico vehículo rojiblanco de la entidad y vienen corriendo. Luisa sale a su encuentro y los tres se funden en un cálido abrazo. Se dirige a ellos por su propio nombre, les pregunta qué tal ha ido la jornada. Es el día a día del programa de Intervención en Asentamiento que desarrolla la ONG en varios puntos de la provincia para contribuir a cubrir las necesidades más básicas de uno de los colectivos más vulnerables. Son inmigrantes, llegaron a España en busca de una oportunidad y la crisis les ha relegado a malvivir en precarios asentamientos. "Por lo menos aquí puedo comer. En mi país sufriría el hambre", relata Mustafá.

Cerca del casco urbano de Guardamar del Segura existe una pequeña barriada en la que habitan una veintena de búlgaros. Viven en este municipio desde hace varios años. Dejaron atrás su tierra natal para probar suerte en un país del que se oía que ofrecía empleo a miles extranjeros. A su llegada, muchos de ellos encontraron trabajo en la construcción, como transportistas y también en las labores del campo. Todos sin contrato. Alquilaron viviendas, escolarizaron a sus hijos y acariciaron un futuro más próspero. Las cosas no iban mal, y algunos de sus tíos, hijos, sobrinos o amigos se unieron a ellos. Pero el estallido de la crisis económica también les ha pasado factura. Hoy están todos desempleados y sobreviven buscando chatarra o mendigando. La principal preocupación es qué llevarse hoy a la boca. Qué pasará mañana siempre es una incógnita.

Dos realidades

Aunque no se ofrecen más datos del punto exacto en el que se encuentra este asentamiento por salvaguardar la integridad de los aquí afincados, sorprende ver como a pocos centenares de metros de este lugar se erigen grandes edificios de apartamentos y carreteras con rotondas provistas de exquisitos arreglos florales. Una estampa que difiere mucho de la imagen de esta barriada, donde no todas las casas están construidas de cemento y ladrillo. La hojalata, el plástico y cualquier resto que pueda aprovecharse para aislar los habitáculos es útil. Una de las inquilinas cuenta que el alquiler de su vivienda cuesta 200 euros mensuales a pagar entre sus 10 habitantes. Es un espacio diáfano, no hay habitaciones. Tampoco agua corriente ni electricidad. Un panorama desolador que no impide que sus residentes esbocen una sonrisa cuando Luisa, Blanca y Carlos llegan para ofrecerles una bebida caliente e interesarse por cuáles son sus principales necesidades. "Ellos se ocupan muy bien de nosotros, son como los ángeles", opina Dora, una joven a la que han traído unos zapatos para su pequeño.

El programa

El programa de Intervención en Asentamiento que coordina Cruz Roja en las tres provincias de la Comunidad Valenciana está financiado con la casilla de "otros fines sociales" que figura en la Declaración de la renta y con donaciones de particulares. En la Vega Baja son un equipo de diez voluntarios los que se ocupan de cubrir tres zonas donde se dan situaciones similares: Guardamar, Torrevieja y San Fulgencio. Cuando lo necesitan, les acompañan al hospital, les ayudan a arreglar papeles, les consiguen medicamentos, algo de ropa o mantas para que se resguarden del frío.

A juzgar por sus caras, sus gestos y con la confianza con la que hablan con los voluntarios, los inmigrantes agradecen y mucho este tipo de ayuda. Sienten que alguien piensa en ellos y eso les da fuerza para seguir luchando.

Antes de que la furgoneta inicie su marcha con destino a otro asentamiento, Sultán se bebe otro vaso de leche con cacao. Cuando el vehículo arranca, se despide con la mano y sonríe. Sabe que pronto volverán a visitarle.

Una labor del voluntariado

El programa de Intervención en Asentamiento que desarrolla Cruz Roja en la provincia alicantina atiende a un total de 270 personas en situación de vulnerabilidad. El proyecto se lleva a cabo en La Vila, San Fulgencio, Guardamar del Segura y Torrevieja, siendo estos últimos tres municipios de la comarca de la Vega Baja los que concentran un 80% de las intervenciones. A nivel autonómico, la ONG se ocupa de cerca de 500 personas que viven en esta situación. Son los voluntarios de la entidad sin ánimo de lucro los que varios días a la semana se acercan a este tipo de asentamientos para ver cuáles son las necesidades más básicas que presentan las personas que viven en estas condiciones. Así, les intentan conseguir ropa, calzado, mantas, productos de higiene y otros enseres para contribuir a que tengan una calidad de vida más digna. Del mismo modo, les echan una mano con distintos trámites burocráticos como los papeles de residencia o les acompañan al médico o el hospital cuando lo necesitan. La organización humanitaria confía en poder extenderlo a otras poblaciones. m.a.r.