Como si de la lava y la ceniza que sepultó Pompeya para mantenerla hasta la posteridad se tratara, la arena de las dunas de Guardamar permitió conservar un asentamiento fenicio del siglo VIII a.C. y una rábita califal con 21 pequeños oratorios del siglo X. En julio se abrirán las visitas al público en el extraordinario yacimiento de la Fonteta. 

El Ayuntamiento de Guardamar ha realizado una apuesta arriesgada para un municipio volcado en el turismo residencial y la oferta de sol y playa. Ha destinado una inversión millonaria, financiada con fondos europeos, para la conservación y musealización de sus importantes yacimientos arqueológicos. Muy pocos municipios pueden ofrecer un recorrido por asentamientos de íberos, fenicios, romanos y musulmanes en un espacio tan reducido y con ese nivel de conservación.

La administración ya ha aprobado los precios públicos para las visitas guiadas a estos espacios. Las puertas de La Fonteta, principal yacimiento, dejan ver al descubierto el poblado fenicio con una muralla defensiva con torreones y restos de viviendas del siglo VIII a.C . Y eso que solo se ha excavado el 10% del terreno, en una investigación arqueológica que se remonta a los años ochenta y que ha tenido varias fases de investigación desde entonces.

A escasos metros del poblado, la misteriosa rábita califal del siglo X, con sus 21 celdas oratorios dedicadas a la vida espiritual. Tras afrontar la recuperación del Castillo, La Fonteta-Rábita Califal, los restos hallados en el Moncaio pegados a la orilla del mar ,y el del Cabezo Pequeño del Estaño, consolidan una potente oferta cultural.

La dama y la lápida fundacional

El alcalde José Luis Sáez señala que quedan pendientes algunos retos, como adecuar el museo arqueológico, ahora ubicado en un sótano, y lograr la cesión de dos piezas emblemáticas: la Dama de Guardamar, busto de origen íbero descubierto en los 80 en el yacimiento de Cabezo Lucero y la lápida con caracteres cúficos de la inscripción fundacional de la Rábita Califal en el 944 siendo califa Abd al-Ramán III, ahora expuesta en el museo de Santa Clara de Murcia. Este último caso es curioso porque la estela se halló durante los trabajos de repoblación de la pinada a principios del siglo XX , que evitó que el casco urbano terminara sepultado por la arena. Un ingeniero que detectó su valor arqueológico de forma inmediata lo guardó y después se reservó en uno de los pocos museos arqueológicos de la zona, en Murcia. «Recuperar esas piezas no es nada sencillo, quizá solo podamos optar a su cesión temporal», señala Sáez.