Orihuela se viste de luto

La ciudad celebra una de sus procesiones más singulares, la del Santo Entierro de Cristo, un desfile que organiza el Ayuntamiento con la figura del Caballero Cubierto, el trono de La Diablesa y el Cristo Yacente como protagonistas

Loreto Mármol

Loreto Mármol

Orihuela ha celebrado este Sábado Santo uno de los acontecimientos que diferencian a este municipio y a su Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional, del resto: la procesión del Santo Entierro de Cristo, una de las más singulares de España.

La primera peculiaridad es que es un desfile procesional civil, ya que está organizado por el Ayuntamiento, aunque de tradición religiosa. No en vano, fue el germen de la Pasión oriolana, cuyos orígenes están ligados a la Capilla del Loreto, ubicada en la calle Mayor, donde ya en siglo XVI tenían su sede cuatro cofradías con las invocaciones del Santísimo Sacramento, Purísima Sangre de Cristo, Nuestra Señora del Loreto y Nuestra Señora de los Desamparados.

Es precisamente en la puerta de Loreto donde se produce otro elemento singular, cuando el Caballero Cubierto, protagonista de la procesión, vestido con frac, entra en la Catedral sin quitarse la chistera, un privilegio -por su nobleza, méritos o amor a la ciudad- que solo le está permitido a esta figura clave de la Semana Santa gracias a una bula papal de 1620, atravesando este lugar sagrado, cubierto, como se ha hecho durante siglos. Allí lo ha recibido el obispo de la Diócesis Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla.

El elegido este año, Manuel Franco, presidente de la Cofradía del Perdón, ha desfilado por las calles portando el estandarte que abre la procesión. Antes, se ha celebrado la tradicional recepción del Caballero Cubierto en el claustro de la Universidad del Colegio de Santo Domingo, y en ese escenario, repleto de autoridades, no ha dejado pasar la ocasión para reivindicar la recuperación de la universidad histórica: "La Cuaresma es un tiempo de reflexión que nos conduce a la Resurrección; debemos prepararnos para que esta surja y abarque a Orihuela en su impulso renovador creando una ciudad de marcado carácter universitario, que ofrezca una alta calidad de vida a sus habitantes, respetando el medio ambiente y la cohesión social".

Porque, ha subrayado, "no debemos ver a nuestra ciudad como un decorado antiguo en el que transcurren las procesiones de Semana Santa", sino que es momento de pensar en "la transmisión y divulgación de ese patrimonio que hemos heredado y hacerlo en mejores condiciones que lo recibimos".

Así, ha abogado por interconectar la ciudad con sus pedanías con una eficiente red de transporte urbano, peatonalizar el entorno histórico y crear durante los meses de verano certámenes de música y teatro que atraigan a la gente para "eliminar el cartel de cerrado por vacaciones, que cuelga desde que terminan las Fiestas de Moros y Cristianos hasta la Virgen de Monserrate, y hace que pasear por Orihuela sea igual que hacerlo por un cementerio", ha enfatizado.

Para ello, parafraseando a Churchill, ha dicho que "el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones", en un momento en el que los comicios municipales están a la vuelta de la esquina. 

En un discurso emotivo y salpicado con sentido del humor, también ha dirigido unas palabras para recordar a los que ya no están -sus padres y su hermano José- y a los que le acompañan cada día -su mujer Angélica y sus cuatro hijos, yernos y nuera-, así como a sus compañeros de profesión: los farmacéuticos, siempre dispuestos a ofrecer "asesoramiento, una recomendación o un consejo", ha manifestado.

"Su farmacia es de los pocos negocios centenarios que quedan en la ciudad", ha destacado Antonio Sánchez, concejal de Festividades, que también ha hablado de "un sentimiento y una fe comunes que toman forma de patrimonio inmaterial" del pueblo oriolano.

Al Caballero Cubierto le ha seguido en el desfile el legado en forma de consuelo, la figura de San Juan Evangelista, portado por la cofradía Ecce-Homo, que ha precedido a otra de las singularidades: el trono de La Cruz de los Labradores, conocida como La Diablesa, una talla de fray Nicolás de Bussy. De 1695, es el grupo escultórico más antiguo de la Semana Santa oriolana y el más simbólico. Representa el triunfo de la cruz sobre el pecado y la muerte.

Lo corona la cruz ya vacía con el sudario, y en él hay un esqueleto sobre un reloj por el que no pasa el tiempo y un demonio con forma de mujer. Por esta representación, es el único al que se le niega el paso por el interior de los templos.

A continuación, el descanso eterno del Cristo Yacente, mostrando la paz en su rostro, y cerrando el desfile la imagen de la Soledad a hombros de sus pilares. Dolor y desventura de la madre sin consuelo y lacrimosa, como le dicen los Cantores de la Pasión que la acompañan en una noche iluminada por la pálida primera luna de primavera en la que Orihuela se ha vestido de riguroso luto para formar parte del entierro de Cristo, evocando el punto de inflexión en el que el cielo oscuro empieza a clarear, con la esperanza en la resurrección.