Este jueves 24 de agosto, Japón comienza a verter al Pacifico las aguas residuales procedentes de la central nuclear de Fukushima, que han sido tratadas para reducir su radiactividad. Aunque es una práctica habitual en centrales nucleares, la medida ha sembrado un temor injustificado que la OIEA y los expertos intentan minimizar, aunque no todos están de acuerdo.