El chiringuito de la polémica está en El Campello

El Síndic se hace eco de unas quejas vecinales y pide al Ayuntamiento no autorizar actuaciones de música en directo

Juanjo Berenguer recuerda que algunos negocios ligados a una época en la que la ciudad "fue referente del ocio nocturno" cerraron por presión vecinal y "eso no va a volver a pasar mientras yo sea alcalde"

Chiringuito Moana de El Campello, una imagen del pasado verano.

Chiringuito Moana de El Campello, una imagen del pasado verano. / INFORMACIÓN

Los suaves rayos de sol reflejados en un mar bañado en oro, el elegante vuelo de una gaviota solitaria, una pincelada en mitad de la majestuosa cúpula celeste, la banda sonora de las olas muriendo en una orilla que da la bienvenida a un sedoso manto de arena blanca, una fresca brisa cargada de un embriagador y salado aroma... El paseo litoral de El Campello que recorre la playa del Carrer la Mar es toda una invitación a relajarse. Un paraje donde reina la calma... que precede a la tormenta. 

La que se va a formar en unas semanas, cuando llegue el primer periodo festivo del año, la Semana Santa, unas fechas señaladas que ya están a la vuelta de la esquina y que animarán a miles de personas a acercarse a su destino vacacional de cabecera. El Campello es sin duda uno de ellos. Lo sabe el Ayuntamiento, que ya ha informado que el servicio de socorrismo estará activo en esos días, y lo saben los empresarios hosteleros, que no quieren desaprovechar la oportunidad hacer su agosto a finales de marzo.

Uno de los locales que abrirá sus puertas, no literalmente porque carece de ellas, es uno de los chiringuitos, el único ubicado en la playa del Carrer la Mar (la mayoría se sitúan en Muchavista), y que es también foco de un frente tormentoso. Su nombre es Moana y el Síndic de Greuges lanzó un comunicado recientemente en relación a su actividad, que ha provocado algunas quejas entre los vecinos de la zona.

El establecimiento, actualmente desmontado, tiene su espacio a pocos metros de dos grandes urbanizaciones que moldean la fachada litoral del municipio, ya que se erigen en primera línea de playa. Debido a esta cercanía, algunos de los residentes del lugar llevan tiempo envueltos en una guerra en la que la institución que dirige Ángel Luna ha querido mediar.

"Graves molestias acústicas"

En su escrito, el Síndic centra la responsabilidad de lo que define como "graves molestias acústicas" ("que los vecinos afectados llevan injustamente soportando durante dos veranos", señala el documento) en el Ayuntamiento, a quien recomienda que no autorice "las actuaciones en directo ni tampoco la colocación de aparatos musicales". El Consistorio, que tenía la obligación de responder "en un plazo no superior a un mes" (tenía de margen hasta el 4 de marzo), ha contestado y su réplica no deja lugar a dudas: no acepta las sugerencias del organismo autonómico.

En su respuesta, la institución municipal recuerda que en 2022 y 2023 "no se impuso ninguna penalidad ya que no se levantó ningún acta ni por policía ni por inspección de playas". En este sentido, el Ayuntamiento también menciona que "no podemos sancionar exclusivamente con la denuncia de un particular". 

Lo cierto es que los conciertos son el principal meollo de esta controversia. El Síndic, que incide en dirigir las culpas al Consistorio, considera que no se ha respetado "lo dispuesto en el artículo 9.4 del pliego, donde se dice que las actuaciones en directo y la ambientación musical no forman parte de las actividades propias" de este tipo de establecimientos. Pero está la otra versión, la emitida por el Ayuntamiento, que puntualiza que "se autorizaran actuaciones en directo ocasionalmente y no de manera periódica ni habitual", siguiendo las normas del documento oficial, que "establece el carácter extraordinario de las actuaciones", que tal como se apunta en la respuesta municipal, "fueron autorizadas por el Ayuntamiento".

Recuerdos de una época dorada

Pese a ello, fuentes del equipo de gobierno han confirmado que el Consistorio sí "acepta parcialmente la recomendación del Síndic" y "tendrá música regulada este verano para potenciar el ocio por decisión municipal". Esta regulación prevé adaptar el límite de 70 decibelios que se decreta en el pliego y se espera que sirva para calmar los ánimos de los vecinos afectados, que según detallan algunos de sus miembros, han recogido ya 60 firmas para que cesen las actuaciones.

En cualquier caso, el alcalde de El Campello, Juanjo Berenguer, matiza que "apoyamos la moción del Síndic con el objetivo de que los alicantinos puedan visitar el municipio de noche", en alusión a la ampliación del horario de las líneas del TRAM que conectan ambas ciudades. No han sido las únicas declaraciones del primer edil, que ha rememorado la época en la que la localidad fue un "referente del ocio nocturno" y en la que el Gallo Rojo, el Gallo Verde y otros locales marcaban el ritmo de la noche. "Algunos de estos negocios cayeron por presión vecinal y esto no va a pasar conmigo mientras yo sea alcalde", ha rematado Berenguer, no sin antes recordar que "somos un municipio turístico".

La versión del chiringuito

Y de todo esto, ¿qué dice el chiringuito? Escenario de un conflicto con tintes políticos y quizá magnificado en exceso. Así lo considera uno de sus socios, que resta importancia al número de apoyos conseguidos en forma de autógrafo y que aclara que en la zona hay alrededor de 430 viviendas. En este sentido, el responsable del establecimiento no descarta empezar a recoger firmas de "todos los vecinos que están a favor del Moana". El hostelero no es el único conocedor de la disputa, que también ha llegado a los oídos de sus clientes más fieles, uno de los cuales, abogado de profesión, ya ha comunicado a los propietarios que "si hace falta me meto yo por medio".

Este no es ni mucho menos el único aliado del chiringuito, que cuenta con el aliento de la mayoría de vecinos del lugar, "encantados" de cómo el espacio ha revitalizado la zona. La gente "está súper agradecida", comenta uno de los dueños, que explica que incluso les han llegado a pedir que se hagan cargo del club social de una de las urbanizaciones cercanas para trasladar el éxito y la animación del negocio playero al propio edificio.

Gran aglomeración de personas en torno al chiringuito, en una imagen tomada el pasado verano desde una de las urbanizaciones cercanas.

Gran aglomeración de personas en torno al chiringuito, en una imagen tomada el pasado verano desde una de las urbanizaciones cercanas. / INFORMACIÓN

En relación a la denuncia de que el chiringuito utiliza más dimensiones de las que les pertenece por derecho, responsables del local rechazan esta versión e informan que "representantes de Costas vienen a diario, nos controlan los metros y si nos pillan, nos denuncian". "Lo llevamos a rajatabla", zanja el socio del establecimiento, que también afirma cumplir con la normativa de horarios: "Respetamos la hora de la siesta y a las doce en punto hemos cortado siempre". Sobre el gran número de gente que se concentra alrededor del puesto cuando hay conciertos, el aludido no puede hacer más que recalcar la realidad: la playa "es un aforo libre, yo no puedo poner vallas".

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Menos amable fue una usuaria de Facebook que a finales del pasado verano, donde la tensión por este asunto alcanzó su pico, invitó a los "amargados" a "irse al monte con las cabras". La responsable de la publicación defendió la labor del chiringuito por acercar la música y la fiesta a esta zona del municipio, algo que remarcó de forma elocuente: "¡Pero vamos a ver, que terminan a las doce y es verano!". Su mensaje generó un fuerte aluvión de interacciones y comentarios que avivaron el fuego de una polémica que no parece que vaya a extinguirse próximamente.