Cae la noche de viernes y Javier -nombre ficticio- prepara su casa y su cuerpo para entregarse a una comunión entre sexualidad y consumo de drogas que se alargará cerca de 24 horas. La luz del salón se torna tenue, suena música electrónica y el exhausto sofá cama que domina la estancia ya está abierto. Un amigo y compañero de orgías es el primero en llegar a esta suerte de refugio pasional que, varias veces al mes, cobija a conocidos y extraños. La mesa principal no tarda en cubrirse de un polvo blanco (mefedrona) que se dispone en forma de rayas que se esnifan. A pocos centímetros hay un pequeño tarro de cristal repleto de un líquido transparente (GHB), un bote de lubricante y otro con «popper». En algún cajón permanece olvidada una bolsa llena de preservativos que, confiesa sin rubor, apenas se utilizan. Son las 23 horas y en este piso ubicado en una ciudad de la costa alicantina todo esta preparado para comenzar un encuentro de «chemsex» al que asistirán seis o siete personas. Se practicará sexo en grupo aderezado con diversos tipos de estupefacientes, cruzando muchas veces líneas rojas como la ausencia de la protección más elemental: el condón. Es una realidad que constatan los especialistas sanitarios, que advierten de los peligros de un fenómeno en auge que pone en riesgo severo la salud física y psíquica con consecuencias que pueden llegar a ser irreparables: desde la transmisión del VIH hasta serios problemas físicos y mentales. Incluso la muerte.

Las «chills» o sesiones, como se denomina a las «chemsex» en el argot que utilizan los participantes, son maratones de sexo y policonsumo de drogas a las que, habitualmente, acuden hombres que mantienen sexo con otros hombres. Por lo general se organizan en domicilios particulares, casas de campo o saunas. Con mayor frecuencia en ciudades como Alicante, Elche, Benidorm o Torrevieja, pero también en localidades más pequeñas. Aparentemente quedaron interrumpidas durante el confinamiento, pero todo apunta a que ahora, en plena desescalada, vuelven a extenderse en la provincia. Es algo que se puede comprobar en las Apps que se utilizan para ligar o buscar compañeros sexuales. En los casos más extremos, facilitan el contacto entre usuarios que consumen drogas por vía intravenosa.

«Normalmente organizo una sesión cada 15 días, aunque a veces es semanal. Lo hago desde hace dos años. Quedamos varias personas en mi casa para practicar sexo y tomamos sustancias químicas. Habitualmente consumo mefedrona, GHB y popper porque me dan más ganas de hacerlo. Yo particularmente no lo hago en plan 'heavy', como mucho se alarga unas 24 horas, pero hay gente que comienza viernes y termina domingo o lunes. A algunas personas las conozco, otros son amigos de amigos, y también quedo con chicos que conozco por apps del móvil», relata Javier. Hablamos de un hombre que roza la cuarentena, trabaja para una empresa que factura millones de euros y afirma que toma a diario medicación antirretroviral prescrita por su médico (profilaxis preexposición, PrEP) para blindarse ante un posible contagio de VIH.

«La gente que queda para este tipo de sesiones no utiliza preservativo. Da igual que con las drogas te desinhibas más o menos y puedas perder la capacidad de identificar riesgos, la mayoría van dispuestos a hacerlo sin condones», afirma. «Sé que esa medicación sólo me protege del VIH, pero es importante porque creo que la mayoría de gente que acude a estas fiestas son seropositivos. La mayoría se medican y no te podrían contagiar al ser intransmisibles e indetectables, pero me quedo más tranquilo tomándolo. También es cierto que al no usar goma estás expuesto a coger una gonorrrea o una sífilis, pero esas sí tienen cura», prosigue. Lo sabe por experiencia, porque asegura que se ha contagiado al menos una vez. También reconoce que se ha llevado algún susto al ver cómo algún compañero de cama quedaba semiinconsciente por el efecto de los narcóticos.

La descripción de este asiduo a las «chemsex» no difiere demasiado de la realidad que los especialistas en sexualidad e infecciones y enfermedades contagiosas se encuentran en los centros sanitarios alicantinos. «Por supuesto que está extendida la no utilización del preservativo. Incidimos mucho en este tema entre personas seropositivas o que toman PrEP. Se ha perdido el miedo al VIH pero sigue habiendo riesgo de clamidia, sífilis...», señala Josefina Belda, coordinadora del Centro de Información y Prevención del Sida (CIPS) de la provincia. Belda afirma que entre pacientes se admite la asistencia a sesiones de «chemsex» y es un tema que se aborda en las entrevistas. «Es importante dejar claro los riesgos que se corren, deben estar informados y asesorados», subraya.

También la jefa de servicio de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital General de Elche, Mar Masiá, afirma que las practicas de sexo grupal en las que se utilizan estupefacientes se registran entre usuario ligados a su área de salud. «Es algo que sucede en nuestro entorno. Cuando hablas de este tema con los pacientes compruebas que es más frecuente de lo que pensabas. Unas veces lo practican de forma esporádica y otras con cierta frecuencia». La doctora constata que «por desgracia» la escasa utilización de profilácticos en este tipo de encuentros está generalizada.»A pesar de todas las campañas que hacemos y todos los esfuerzos por intentar que el sexo sea protegido vemos que no se cumple, por eso se preconiza el uso de la PrEP». A su juicio, no es que los usuarios dejen de usar condones porque se medican con antirretrovirales, que también los hay, sino que en su mayoría no los utilizaban antes de ingerir este fármaco.

Usuarios geolocalizados

Encontrar una de estas sesiones de sexo y drogas y solicitar participación es del todo sencillo a través de apps que utilizan la geolocalización para indicar donde se organizan las más cercanas. En algunas de esas «chemsex» el acceso es gratuito y cada cual acude con los estupefacientes que desea consumir. En otras, según indica Javier, se establece un precio de entrada que sirve para costearlos.

Por lo general, los participantes en orgías de este tipo emplean drogas como la mefedrona, metanfetaminas, GHB, poppers, MDMA, cocaína o ketamina, siendo habitual el policonsumo. Se busca facilitar o prolongar el acto y conseguir un mayor rendimiento sexual. También es popular el empleo de fármacos para tratar de potenciar la erección.

Los datos que maneja la Conselleria de Sanidad revelan que cada tres días se produjo un contagio de VIH en la provincia, gran parte de ellos entre varones de 25 y 39 años. Por su parte, los contagios de sífilis y gonorrea se han multiplicado por cinco en la última década por la no utilización de profilácticos. La doctora Mar Masiá indica que también se ha registrado un aumento de casos de pacientes con hepatitis C y lo atribuye, en parte, al auge de las «chemsex», donde ciertas drogas como la mefedrona o la metanfetamina se llegan a consumir por vía intravenosa.

Universitarios y treintañeros

Lejos de lo que pudiera parecer, el perfil de los usuarios que participan en las «chemsex» difiere mucho del prototipo de drogodependiente ochentero y noventero. En 2016, las ONG Imagina Más y Apoyo Positivo realizaron una encuesta sobre esta práctica entre hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres. El estudio, reveló que casi el 83% de los participantes tenía entre 25 y 45 años, que un 68% disponía de formación universitaria y el 83,5% se encontraba trabajando. Así, el 48% de los encuestados reconoció ser VIH+ y el 54% indicó que no solía utilizar preservativo.