Rechazan de plano que estén hechos de otra pasta por dedicarse a lo que se dedican sin perder la compostura. Para ellos, lo que les pueda ocurrir en la ejecución de un lanzamiento, el control de una manifestación o la detención de un delincuente armado son gajes del oficio. «Lo duro no es eso, lo duro es pagar la hipoteca», suelta uno de los miembros de la UPR (Unidad de Prevención y Reacción) de Alicante mientras el resto de compañeros que están sentados junto a él ríen la ocurrencia.

Pasan unos minutos de las 21 horas y los catorce efectivos a los que esta noche les toca servicio se encuentran en pleno briefing con su superior, el inspector Iván Bañó, al que avalan 21 años en el Cuerpo Nacional de Policía, 5 de ellos como profesor de Ética en la Academia de Ávila y 9 en la UPR. Él es el jefe de uno de los dos grupos (cada uno con 30 efectivos) que esta unidad policial tiene en Alicante y a los que se suman otros dos, uno en Elche y otro en Benidorm. 120 agentes en total de los que solo 10 son mujeres.

Confiesa que no ha visto la ficción que ha llevado a la tele el trabajo de los antidisturbios, pero ni falta que le hace para saber que el retrato no será fidedigno si se ha quedado en las porras obviando la labor de disuasión y de mediación que llevan a cabo. «Somos la unidad especial más militar y protocolarizada de la Policía con una cadena de mando donde la última palabra la tiene la subdelegación del Gobierno. Pero también somos grandes mediadores sociales, lo primero que se intenta siempre es mediar», precisa el también coordinador de seguridad del Hércules, quien dirigió el dispositivo del España-Inglaterra con 300 policías a su cargo y asegura tener unas estupendas relaciones con la plataforma Stop Desahucios. «Me han puesto hasta un apodo», precisa.

En las furgonetas, donde se llevan las armas, cada agente ocupa siempre el mismo lugar. | ALEX DOMÍNGUEZ

Quedadas

Se sabe que para esta noche hay convocadas por redes sociales quedadas contra el toque de queda, como ocurrió el fin de semana anterior. Para evitar los incidentes que puedan provocar estos pequeños grupos de adolescentes enfadados por no poder seguir la marcha más allá de las doce se prepararan como si de una revuelta tumultuaria se tratara. «Un grupo pequeño de incontrolados puede ser más peligroso que una concentración con cientos o miles de personas que obedezca a una convocatoria porque los que van por libre son imprevisibles». Y pone como ejemplo las marchas del Día del trabajo, donde raro es que haya altercados de consideración, en contraste con la quema de contenedores a las que parecen aficionados estos supuestos negacionistas. «Somos conscientes de que la sociedad nos percibe como los que pegamos cuando lo que hacemos es garantizar que se cumpla la ley. No quieren Policía hasta que el contenedor que se quema está debajo de su casa», se lamenta uno de los agentes mientras un compañero completa el cuadro: «Nos llaman de todo, fachas, que si no nos da vergüenza ser policías... y cada uno tiene su ideología, pero cuando te pones el uniforme te conviertes en un servidor público». Y otro apunta: «A veces hemos tenido que actuar en protestas con cuyas reivindicaciones estábamos de acuerdo, pero nuestra misión en las manifestaciones autorizadas es garantizar ese derecho y proteger a los manifestantes de actos vandálicos. Después te graban con la porra pero no cuando momentos antes estaban rompiendo escaparates.» ¿Os molesta que os graben? «No, y además pueden hacerlo. Lo que molesta es el uso que luego hacen de esas imágenes», precisa el inspector.

En contra de lo que pudiera parecer por el grado de tensión en la que se desarrolla su actividad, la templanza en la UPR es un grado. Y eso junto la disponibilidad, la confianza ciega tanto en superiores como en compañeros, el cumplimiento de las órdenes sin rechistar («aquí se pide iniciativa cero, solo obedecer», apunta Bañó) y la trayectoria profesional («hay que conocer a la persona», recalca), son elementos de peso a la hora de ser admitido en una unidad donde todo el que está es porque quiere y en la que el tiempo de permanencia ronda la década, una media alta en relación a otras unidades del Cuerpo.

Con doble dependencia de la Comisaría General de Seguridad Ciudadana, a través de la Jefatura de Unidades Especiales, y de la comisaría provincial, los cometidos de la UPR van mucho más allá de la porra. Eventos deportivos, religiosos como la Santa Faz, festivos como las Hogueras, protección de personalidades como cuando hace unos meses los Reyes estuvieron en Benidorm y hasta el auxilio a otras unidades policiales conforman su día a día. Y por supuesto los lanzamientos, el que da pie a la trama argumental de la serie. «Claro que los hacemos porque los ordena un juez, pero casos de familias con niños por impago ahora son excepciones», explica de uno los efectivos que aunque arranca afirmando la mayor («no nos podemos dejar llevar por los sentimientos) acaba admitiendo que en más de una ocasión han puesto dinero para ayudar a los desahuciados.

La fórmula para dedicarse a estos menesteres y no acabar loco o para ser capaz de controlar multitudes con un grupo considerablemente inferior de agentes es la misma. La fuerza del equipo. Lo razona el inspector Bañó: «El total es más que la suma de las partes porque, como canta Sabina, dos no es igual que uno más uno. El grupo funciona como una orquesta, el director marca las directrices y los demás van al compás». Un modus operandi que inevitablemente crea vínculos. Los seis ocupantes de cada furgoneta no solo siempre son los mismos sino que ocupan la misma posición en el vehículo y en el grupo. Y además trabajan en binomios: uno lleva el escudo protector mientras el otro porta la bocacha (el arma con la que se disparan pelotas o botes de humo).

Agentes identifican a un grupo de adolescentes por la noche en la estación del TRAM de Luceros. | ALEX DOMÍNGUEZ

Paso por Cataluña

Una hermandad que se lleva más allá del trabajo y que su paso por Cataluña durante los incidentes del procés afianzó aún más. «Es lo más intenso que hemos vivido con diferencia», coinciden en apuntar varios agentes. Por allí pasaron los 120 miembros de la UPR de la provincia en cinco tandas en 2017 y 2019, y algunos repitieron hasta en cuatro ocasiones. «Aquello nos unió más, nos dejaron vendidos como perros y eso hizo más fuerte el grupo. Unos nos insultaban pero otro venían y lloraban. Y te das cuenta de que estás trabajando para la sociedad, para los unos y para los otros. Lo estábamos dando todo para gente lo necesitaba. Volveríamos mañana mismo. Aquello era trabajar en Primera División», recuerdan con nostalgia.

Mientras tanto esta noche, en Alicante, no se pasa de Regional. Tras los incidentes del sábado de Halloween, el siguiente es una balsa de aceite. Apenas un par de grupos de chavales, algunos aún sin barba que rasurar, y poco más capta la atención de operativo. Pero eso no significa que se relajen. El estrés, que no los nervios, lo llevan incorporado en su ADN. «Pero todo está muy medido porque se tienen que tomar decisiones en situaciones críticas”, explican. Una situaciones que en este turno no se han dado en Alicante. Por fortuna.

Los cartuchos de pólvora que se usan para disparar pelotas y botes, y un escudo de orden público. | ALEX DOMÍNGUEZ

Templanza, obediencia y disponibilidad

No todos los agentes que quieren pueden ser miembros de la UPR. Estas son algunas de las condiciones que se valoran para entrar a formar parte de la Unidad.

Aceptar la jerarquía y las órdenes sin cuestionarlas. Incumplirlas puede poner en riesgo no solo a quien lo hace sino al resto del grupo.

Iniciativa cero. A diferencia de otras unidades policiales, en la UPR no se pide iniciativa sino todo lo contrario: obediencia. La disciplina en básica.

Confianza total tanto en vertical, en los superiores, como en horizontal, en los compañeros, que siempre son los mismos: los seis que van en la furgoneta y la pareja con quien se trabaja formando binomios (uno con el escudo y otro con la bocacha).

Serenidad. La templanza en un valor en sí mismo en una Unidad donde se reciben insultos, golpes o escupitajos en situaciones de máxima tensión. No se pueden perder los nervios.

Sacrificio. Las peculiaridad de las funciones que desempeña la UPR obligan a una disponibilidad que abarca las 24 horas del día los siete días a la semana. Un sacrificio del que las relaciones familiares suelen ser las principales damnificadas.

El valor del grupo. El compañerismo no solo se ejerce en el trabajo, va más allá. No es raro que además de trabajo el grupo comparta su tiempo libre.

Veteranía. Rara vez se accede directamente a la UPR desde la Academia porque se valora la trayectoria profesional y el conocimiento de la persona.