Lectura de decretos y firmas, trámites que en ocasiones duran 5 minutos. Así son las bodas de la pandemia, las pocas que se están celebrando, apenas la mitad de las que eran habituales en juzgados y ayuntamientos, mientras que en las iglesias se vuelven a aplazar las anuladas en 2020 al prolongarse la crisis del covid porque las parejas que optan por una boda religiosa quieren lucir los vestidos y trajes en los que han invertido sus ahorros y compartir su día con familia y amigos en un banquete, algo por ahora imposible con las actuales restricciones.

Las bodas que se celebran son en petit comité, no solo porque en espacios cerrados como juzgados y ayuntamientos solo se permiten 10 personas (el 30% en los templos) sino porque las parejas que deciden casarse ahora lo hacen básicamente con ropa sencilla, firmando y aplazando la fiesta. En cuanto a las uniones ante notario, bajaron en 2020 por el estado de alarma y las restricciones de movimientos, y fueron 275 en la provincia frente a las 364 de 2019.

Vestidos de novia confeccionados por encargo, colgados en una tienda de Alicante. | ALEX DOMÍNGUEZ

Hay novios que pagan los trajes y los dejan colgados en las tiendas de ceremonia, cuyos percheros están repletos, y parejas que han cambiado hasta cuatro veces la fecha de la boda. Algunas tiendas de moda de ceremonia han realizado más de 20 cambios en solo una semana. El 60% de los encargos de 2020 se quedaron para 2021, y la mitad de las parejas están pasándolo todo a 2022.

Entre enero y febrero solo en el Ayuntamiento de Alicante se han cancelado 13 bodas, nueve de ellas este mes, y se han celebrado solo 8, aunque este fin de semana de San Valentín estaban previstas dos. En todo 2020 fueron 125 las anuladas y 135 las que culminaron, bien antes de que estallara la pandemia o en los meses de verano. En el Ayuntamiento de Elche se ofician un 50% de las ceremonias que se podrían hacer (16 al mes) por seguridad frente al covid y las parejas están pidiendo aplazamientos. «Hay meses con diez bodas y otros con seis pero, aproximadamente, los enlaces se han reducido a la mitad», explican fuentes municipales, que afirman que el 50% de las parejas están pidiendo ya aplazamientos de sus bodas a 2022. En Benidorm caen las peticiones pero hay novios que siguen adelante si ya tienen los trámites listos, con ceremonias más sencillas y cortas, para evitar que caduquen los papeles.

Una situación similar se da en las iglesias: la Concatedral de San Nicolás, en Alicante, tiene pendiente de celebrar unas 40 bodas anuladas por el covid en 2020, cuyos protagonistas llaman para volverlas a aplazar, y otras tantas de parejas con familia en Alicante pero residentes en otras provincias que al final han renunciado a su fecha, como explica el deán Ramón Egío. La política del templo, que no acoge bodas desde el verano, es «que después de tantas contrariedades, no tengan problema y elijan día y hora». El primer enlace previsto es en mayo, siempre que la situación sanitaria lo permita.

Claudia, de 29 años y de Alicante, se iba a casar con su novio en noviembre de 2020. «Justo cuando empezó la pandemia decidimos posponer la fecha enseguida porque no sabíamos cómo iba a ir esto. La cambiamos a marzo de 2021 porque no queríamos una boda que no fuera lo que teníamos pensado, que era celebrar el amor y que toda nuestra familia estuviera con nosotros. Pero en octubre (segunda ola de covid) optamos por posponerla a marzo de 2022. Esa es por ahora la fecha definitiva, hemos dicho que sí o sí nos casaremos entonces con las medidas que hagan falta, no lo vamos a posponer más» afirma la joven. La pareja se unirá por la iglesia, afirma la novia. «Estuvimos en una boda en agosto y decidimos que así no queríamos casarnos, con mascarilla y con tantas restricciones, de ahí posponerla tantas veces», explica.

La pandemia ha llegado a romper parejas por el hastío de retrasar sus uniones, apuntan desde una tienda de ceremonia de Alicante, donde han visto cómo se reduce a la tercera parte la campaña de novias, en la que solían vender unos 250 vestidos. Aún peor van los trajes de madrina. «El negocio está muy parado. La gente está esperando a que esto se calme. Es complicado porque lo hacemos todo a medida. Además somos negocios a los que nos influye el cierre de la hostelería y si no hay banquetes no hay bodas», señala sobre el cierre de los restaurantes. Muchas novias han abonado sus vestidos y los guardan en las tiendas para cuando se pueda. Una docena de clientas han trasladado su boda a 2020, tres a 2023, y cuatro a 2024.

Los salones de banquetes han perdido un 90% de su negocio. «El impacto es catastrófico. Todas las bodas están anuladas. La gente pregunta para el futuro pero lo deja todo en el aire y no hay reservas».