OBITUARIO

La huella que nos dejas

Óscar Alemany fue un héroe sin postureo, porque lo que hizo le salió del alma

Una imagen del fallecido Óscar Alemany.

Una imagen del fallecido Óscar Alemany. / INFORMACIÓN

Anabel Rosas

Anabel Rosas

Evitamos pensar en ello pero lo cierto es que las personas somos dolorosamente efímeras. En la línea temporal del universo somos como una pequeña gota en el océano. Pasamos por este mundo casi sin darnos cuenta y perdemos de vista, a veces entregados a montones de tonterías, que lo único que existe con certeza es el presente, que este presente es nuestro momento, un regalo que nos hacen, y que algún día seremos pasado y ya no estaremos aquí. 

Lo único que quedará de nosotros será una huella impresa a golpe del amor que dimos y de la clase de persona que fuimos con los demás. Hijos, pareja, familia, amigos y desconocidos. En todos ellos dejaremos una honda huella o nada en absoluto y eso será lo único que quede de nosotros. 

Recuerdo despertarme por la mañana de un sábado cualquiera, mirar por la ventana y ver a Óscar jugando con sus hijos, Carlos y Pilar. Eran su pasión. Siempre estaba de buen humor y siempre tenía una sonrisa para todo el mundo, ya fuese desde detrás del mostrador de su farmacia (nos conocimos en esa época) como en una barbacoa con sus vecinos, o una quedada con sus amigos con los que compartía su afición por las motos y los almuerzos de fin de semana en algún bar de pueblo o carretera donde lo único que importaba eran las risas con sus colegas y el buen sabor de boca con el que todos se iban a casa. 

Era un tío simpático, buena gente (muy buena gente) y solidario. Óscar era de esas personas que se preocupan de otras personas. Que cuidan de los suyos y también de los demás. Lo demostró cuando se subió a una furgoneta el pasado mes de marzo y acompañado de su hijo mayor, Carlos, se metió 6000 km entre pecho y espalda conduciendo hasta la frontera polaca cargando de ayuda humanitaria para volver con el regalo de una nueva vida, un halo de esperanza y una huida del horror de la guerra que entregó a un puñado de familias a las que ni siquiera conocía. Salvó a todos los que pudo. Trajo consigo a cuantos cupieron en esa pequeña furgoneta que contrastaba con el tamaño de su gran corazón. Fue un héroe sin postureo, porque lo que hizo le salió del alma. 

Fue protagonista de estas páginas y todos nos sentimos orgullosos de contarlo entre nuestros amigos, aunque ya lo estábamos antes, siempre lo estuvimos. Pero quienes lo conocimos sabemos que aquello no era más que la punta de un iceberg enorme hecho de calidad humana

Hoy se ha ido y esa es la huella que nos deja. Su sonrisa eterna, su amistad incondicional, la pasión por su familia. Y así le recordaremos. 

Hoy al enterarme no he podido evitar pensar que siempre se van los mejores, lo que más falta hacen en este mundo. Pero su ejemplo y su recuerdo se quedarán con nosotros y eso es mucho más de lo que lograrán algunos el día que tengan que ajustar cuentas y marcharse. 

Óscar Alemany en una imagen con su moto

Óscar Alemany en una imagen con su moto

Óscar vivirá en nuestro corazón y en nuestra memoria porque se lo ha currado. Y será para siempre. 

Adiós amigo, sé que nos esperarás en algún recodo del camino cuando nos toque emprender el mismo viaje que hoy comienzas tú. Con tu chaqueta de cuero, tu pañuelo al cuello y tu sonrisa eterna. Hasta entonces descansa en paz y gracias por repartir tanta bondad en esta vida tan efímera y por esculpir tantas huellas bonitas e imborrables en nosotros.