Un año de la guerra: "En Ciudad de la Luz mi hija, al oír los aviones, me preguntaba si nos dispararían"

Natalia, Víktor y sus dos hijos huyeron tras un aluvión de ataques con misiles. Ahora, en Alicante, él trabaja como peón, los niños van a clase y viven el día a día

Natalia, con su hija en brazos, su hijo y su marido, Víktor

Natalia, con su hija en brazos, su hijo y su marido, Víktor / Pilar Cortés

L. Gil López

L. Gil López

Natalia y su marido, Víktor, tienen dos hijos, de 15 y 5 años. Vivían en una población de la región de Kiev y allí aguantaron desde el estallido de la guerra, durante meses, hasta que el 22 de octubre - la fecha la tienen grabada en el alma, no se les olvida- emprendieron la huida

«Hasta el último momento esperábamos que se tranquilizara todo y acabara la guerra, pero en octubre hubo un aluvión de ataques, empezaron a llegar mensajes de torturas de los rusos a los adolescentes, nos asustamos mucho por los niños y decidimos salir lo más pronto posible», explica Natalia con la angustia reflejada en su rostro.

Llegaron a Alicante y estuvieron casi tres meses viviendo en Ciudad de la Luz, en las instalaciones que acondicionó el Consell en los estudios cinematográficos para los refugiados. Allí pasaron unas Navidades «divertidas» porque los trabajadores sociales y los traductores les organizaron una fiesta para hacerles sentir como en casa, con regalos para los niños incluido.

La adaptación a un nuevo país no fue fácil y sus hijos se pusieron enfermos en el complejo de cine porque el clima y la comida son distintas a las ucranianas. Además, al estar Ciudad de la Luz cerca del aeropuerto, el ruido de los aviones atemorizaba a su hija Uliana. «La niña nos preguntaba si aquí también nos dispararían», cuenta emocionada.

A finales de enero les trasladaron al Hogar Provincial, donde viven, sus hijos van al instituto y al colegio y su marido tiene un trabajo como peón. «Ahora estamos tranquilos, nos hemos adaptado y estamos muy agradecidos, de corazón, a los niños les gusta y quieren aprender español», señala Natalia.

Pero esa sensación de «extraña normalidad» no quita para que estén preocupados por los familiares que han dejado atrás. De hecho, siguen la situación en su país a través de una aplicación móvil que tienen los ucranianos y que avisa a los ciudadanos si tienen que ir a esconderse a un refugio, las zonas que sufren ataques en tiempo real, etcétera, por lo que «nos seguimos despertando con las alarmas». Y lo peor es cuando no consiguen ponerse en contacto con sus padres tras uno de los avisos de la app. 

¿Y volver? De momento, no entra en sus planes: «La situación ahora no es buena, rezamos y creemos que pasará algo irreal y la guerra terminará pronto; el país está destruido y tenemos que pensar en nuestros hijos, ahora en Ucrania no tenemos nada para generar dinero».