El arte de hacer política

Miguel Valor

Miguel Valor / Jose Navarro

Llegué a la Diputación en septiembre de 1997. Yo era todavía un proyecto de periodista con dos períodos de prácticas como única experiencia profesional. Aprendí muchas cosas. Del funcionamiento por dentro de una administración local, de su gestión... Pero, sobre todo, aprendí de las personas. La relación de la mayoría del gobierno del PP en la Diputación con los periodistas era en esa etapa muy complicada. Mucho. Pero en aquella corporación provincial había dos políticos en la bancada del PP que eran completamente diferentes al resto. Se les entendía siempre y, además, eran capaces de entenderse con todo el mundo. Dos personas inteligentes, de talante abierto, con una gran experiencia y que sabían como hacer política para una gran mayoría. Uno de ellos era Antonio Alonso, por entonces alcalde de Almoradí y ya fallecido. El otro era un alcoyano de trato afable, largas conversaciones y enorme sabiduría: Miguel Valor.

Conecté de inmediato con aquellos dos señores en mayúsculas a los que siempre, estuvieras de acuerdo o no, había que escuchar con atención. Antonio Alonso estaba en la recta final de su carrera y era diputado de a pie. No tenía competencias. Pero no le hacía falta para hacer política con una sola palabra. A Miguel tampoco. Pero en aquel momento era nada menos que vicepresidente primero, secretario provincial del PP y diputado de Cultura, un área siempre con gran peso en la Diputación. Miguel Valor era un hombre de consensos, de grandes acuerdos y alejado de todo sectarismo. Ningún municipio, tuviera su alcalde la sigla que tuviera, se quedaba sin ayuda para desarrollar una programación cultural ya fuera en valenciano -su lengua materna y habitual- o en castellano. Con absoluta normalidad. Con naturalidad. Tomen nota. Y nadie salía de su despacho sin una respuesta positiva a proyectos que, además, Miguel se encargaba siempre de mejorar durante la conversación. "Hazlo así y te saldrá mejor", aconsejaba casi siempre con un enorme acierto.

Gran conocedor de todo el territorio y de sus peculiaridades, fue concejal del municipio más pequeño y del más grande de la provincia: Tollos y Alicante. Esa visión tan diversa, junto a la cercanía que imprimía su alcoyanía, le aportaba una apertura de miras que, especialmente, se notaba en el trato con los periodistas. En agosto, Miguel Valor se quedaba en muchas ocasiones como presidente de la Diputación. Sabiendo que era un mes con pocas noticias por la ausencia de actividad, no había día que no tuviera alguna cosa que contar sobre la gestión de la institución. Siempre estaba Miguel. Y el resto del año, a diario convocaba una rueda de prensa de Cultura por menor que fuera el tema. Inteligencia. Ocupaba el espacio mediático y estaba siempre en contacto con los periodistas. A veces, hacía hasta varias comparecencias al día. "Doy una rueda de prensa pequeñita, hago una reunión y vuelvo para la otra rueda de prensa", le escuché decir en una ocasión entre las risas del corrillo.

Amante de la cultura popular y afincado en el barrio del Raval Roig en Alicante frente al Postiguet, Miguel Valor siempre tenía Alcoy en su corazón. Era habitual, si la romería a Santa Faz coincidía más o menos en fechas con las fiestas de Moros y Cristianos de Alcoy, verle por la mañana con su blusón en Alicante y a las pocas horas vestido con su traje de Berberisco por la calle San Nicolás. Esa capacidad de fusión, de entender la realidad, de escuchar a todo el mundo y de buscar soluciones fue la que aplicó en su última gran misión en la política: la alcaldía de Alicante. Fueron sólo unos meses. Heredó la vara de mando de la convulsa etapa de Sonia Castedo con la sombra de la corrupción planeando siempre sobre la gestión municipal. Pero en semanas logró rebajar esa tensión, poner algo de orden, darle otro aire al relato de Alicante y, sobre todo, unir a la corporación. Durante ese corto periodo, fue la primera vez en muchos años que un alcalde de Alicante convocó un encuentro como despedida del mandato y acudieron todos los concejales. Política en estado puro.

No le valió a su partido. No entendieron el papel que había jugado Miguel como alcalde. Y en esa recta final no tuvo un trato del PP a la altura de su talla política. Pero si le valió para contar con el reconocimiento casi unánime de los que le conocían. De diferentes colores. En valenciano o en castellano. Con ideas diferentes. Con miradas contrapuestas. Miguel Valor: el arte de hacer política. Descanse en paz.