Las cicatrices de un trasplante en tres alicantinos

Una joven que recibió un corazón, un hombre con un nuevo riñón y una mujer a la que donaron un hígado muestran las marcas de las operaciones que les dan vida gracias a personas anónimas

Las cicatrices de un trasplante

Héctor Fuentes

J. Hernández

J. Hernández

«Si no hubiese sido por mi amiga desconocida no estaría aquí disfrutando de la vida». Aunque no tiene la certeza porque en España a las personas trasplantadas no se les proporciona información del donante, la alicantina Martina López Díaz, de 32 años, siente que el corazón que recibió en 2020 en el Hospital La Fe de València era de una mujer.

Fuese quien fuese el donante, la joven tiene claro que el hecho de que el corazón de otra persona esté latiendo ahora en su pecho «es una responsabilidad, no me he trasplantado para malgastar la vida o no tratar bien mi cuerpo. Me cuido mucho, hago todo lo que dice el médico y creo que es una forma de agradecer a una persona que desgraciadamente falleció el que me haya donado el órgano». Algo que le recuerda cada día la cicatriz que tiene en su pecho.

200 pulsaciones

 A los 17 años, Martina estaba con sus amigas en la piscina y le dio un ahogo. Lo atribuyó a la ansiedad por los exámenes pero un electro desveló 200 pulsaciones por minuto en reposo. La enviaron a Urgencias y de ahí a Cardiología. Le detectaron el síndrome de Wolff-Parkinson-White, una enfermedad de arritmias. Le hicieron cateterismo, ablaciones y le colocaron un desfibrilador automático, que lanza una pequeña descarga si el corazón se para o se acelera mucho.

Sin embargo, la joven se agotaba y apenas podía caminar: también tenía una hipertrofia en el corazón (más grande de lo normal), lo que dificulta bombear la sangre. En Navidad de 2019, tras 12 años enferma, la derivaron a València, donde le dijeron que no se podía ir porque su corazón estaba para trasplantar. 

Capacidad torácica

A los pacientes que necesitan un corazón no se les mete en lista sino que se espera a que aparezca un órgano que se ajuste a la capacidad torácica y nivel sanguíneo del receptor. Cuando llegó su turno apenas podía caminar ni respirar.

«La intervención es muy dura porque te abren el esternón y estás a vida o muerte pero para mí lo más difícil vino con la recuperación (que le coincidió con la pandemia). Tienes que adaptarte a la medicación para que el cuerpo no rechace el corazón y no puedes fallar en tomártela ni un solo día, hay que tener mucho compromiso». Ella lo ha tenido y lleva una vida normal, con un empleo como trabajadora social. Además puede hacer ejercicio y salir. «Se debería invertir más en concienciación porque donar salva muchas vidas», dice Martina, quien relató en un canal de YouTube su proceso, sus frustraciones y esperas. 

La Comunidad solo tiene un hospital de referencia para trasplantes cardiacos, la Fe de València, donde en 2011 un grupo de trasplantados fundó la asociación Avatcor para ayudar a mejorar el estado físico y emocional de las personas que han recibido un corazón nuevo gracias a la generosidad de otros.

Actividad trasplantadora

La actividad trasplantadora creció un 12 % en 2023 a nivel autonómico al pasar los trasplantes de órganos de 544 a 609. Se llevaron a cabo 355 trasplantes renales, 139 hepáticos, 35 cardiacos, 74 pulmonares y 6 de páncreas. En cuanto a la provincia de Alicante, el número de donantes de órganos alcanzó los 101, récord histórico con un incremento del 17 %.  Esto ha posibilitado 146 trasplantes de hígado y riñones, 283 de córneas y 283 de médula o sangre de cordón umbilical.

Unos datos que «no serían posibles sin la generosidad de los donantes y sus familias, que no entiende de fronteras ya que el 20 % de nuestros donantes proceden de otros países», señala el coordinador de trasplantes de la provincia, Miguel Perdiguero. 

Más de la mitad de las donaciones se realizan por asistolia controlada tras muerte circulatoria, un procedimiento por el que la parada final se produce en quirófano, y que requiere la intervención de numerosos profesionales y de equipos móviles de oxigenación extracorpórea.

Equipo

El Hospital de Alicante ha estrenado un equipo que se desplaza al resto de centros de la provincia y que evita depender para todo de la Fe y el Clínico de València. Hasta ahora han realizado cinco procedimientos y todos con éxito. Esta técnica permite extraer corazón, pulmones, páncreas, riñones, hígado o intestino, es decir, la donación multiorgánica. Perdiguero apela a la concienciación para reducir el 15 % de negativas de familiares a la donación cuando el paciente no lo manifiesta en vida. La lista de espera no para de aumentar y está en torno a 170 pacientes para un riñón y 25 para un hígado.

Miguel López Pons, de 59 años, entró en diálisis en 2012, tras declararse su enfermedad dos años antes. «Es muy pesado y duro tener que estar enchufado a una máquina durante 4 horas tres días a la semana. Tienes todo el tiempo para pensar, ves a niños, gente muy joven, y te preguntas muchas cosas. No sabes si llegará el trasplante». En el caso del riñón se puede hacer de donante vivo y él tenía personas dispuestas.

A Miguel le llamaron del hospital en plena diálisis y le dijeron que fuera a hacerse las pruebas que tenían un riñón para él. 

Trasplante de riñón

Ingresó esa noche y al día siguiente le trasplantaron. Su operación duró 6 horas y fue complicada porque hubo rechazo. Pasó 31 días hospitalizado cuando no se suele superar la semana. «Me lo iban a quitar pero arrancó y llevó nueve años para diez». Una década con una cicatriz que esconde muchos cambios físicos y mentales, pues llegó a pensar 115 kilos por la medicación, casi 30 pastillas diarias, y apenas salía de casa. Además es diabético.

Miguel López Pons se sometió a un trasplante de riñón

Miguel López Pons se sometió a un trasplante de riñón / Héctor Fuentes

«Al principio fue duro pero la recompensa es brutal. Cuando el trasplante empezó a funcionar, me redujeron la medicación y perdí peso hasta los 79 kilos». Pasó de llevar una dieta estricta y de no poder apenas beber agua, solo mojarse los labios con un hielo, a comer un poco de todo y a poder caminar superando lo que denomina «el mal del escaparate» porque tenía que pararse a cada instante, hasta que los médicos le dijeron que ya no era un enfermo renal.

Por ello afirma que un trasplante, «lo cambia todo. Es empezar de cero, una vida nueva, un cumpleaños nuevo. Que haya donantes capaces de entregar un órgano es muy importante porque hay mucha gente que lo necesita». Miguel, que era inspector de seguridad, es vicepresidente de la asociación Alcer, que informa a personas trasplantadas de los recursos y servicios disponibles; y que busca sensibilizar sobre la importancia de la donación de órganos y tejidos.

Isabel Ramajo, trasplantada de hígado, nos cuenta cómo ha cambiado su vida

Pilar Cortés

Un nuevo hígado

En breve hará 5 años del trasplante hepático que precisó Isabel Ramajo a causa de la enfermedad genética de Wilson, un trastorno hereditario poco frecuente con síntomas neurológicos que hace que el organismo no pueda deshacerse del cobre a través del hígado. El proceso no ha sido fácil pues ha sufrido dos rechazos y una encefalopatía pero el trasplante se ha estabilizado y ya no tiene que ir tanto al hospital. «Estoy superagradecida al donante, a la familia y a todo el equipo médico, que me mira con lupa».

Para Isabel, maestra de profesión, la dolencia fue inesperada y no era consciente de su gravedad, aunque sí los que estaban a su alrededor. Su familia viajó desde Barcelona para cuidarla, incluida su madre de más de 90 años. El diagnóstico fue complejo y estuvo seis veces ingresada. «Me sentía como si me hubiera envenenado», recuerda.

De ser una mujer muy activa, que hacía yoga, kung-fu y senderismo, pasó a verse postrada y a no poder hablar ni comunicarse. El trasplante ha sido un renacer, una segunda oportunidad por la que está «agradecida a la enésima potencia». «Me he planteado vivir intensamente cada momento y no dejar nada para mañana, ni los abrazos ni decir te quiero, porque la vida pende de un hilo».

Medicación

Lo que peor ha llevado ha sido la medicación. Tuvo que reconciliarse con la química y la medicina tradicional puesto que le gusta la fitoterapia, de la que tuvo que olvidarse porque podía interferir con la medicación que toma de por vida.

Isabel contactó con la Asociación de Wilson para que le hicieran las pruebas a su hija ya que tiene tratamiento si hay un diagnóstico precoz; y encontró un apoyo en la Asociación de Enfermos y Trasplantados Hepáticos. Esta tiene un grupo de ayuda y una asesoría jurídica para tramitar las incapacidades, explica su presidente, Miguel Rojo, trasplantado hace 17 años en La Fe cuando en Alicante aún no se hacía trasplante hepático.