¿Por qué los jóvenes de Alicante tienen menos hijos?

Expertos atribuyen a los bajos salarios y la precariedad en el trabajo que la provincia presente actualmente la menor tasa de nacimientos de los últimos treinta años

Una ecografía a una embarazada de más de cuarenta años.

Una ecografía a una embarazada de más de cuarenta años. / Pilar Cortés

Alejandro J. Fuentes

Alejandro J. Fuentes

Un mercado inmobiliario disparado, la incertidumbre laboral, la falta de apoyo de las administraciones, la escasez de plazas educativas públicas... Una serie de condicionantes que contribuyen a que los datos de natalidad de la provincia de Alicante sean los más bajos en treinta años. «El concepto de tener un hijo ha cambiado drásticamente en unas cuantas décadas», apunta Raúl Ruiz, doctor en Sociología y profesor de la Universidad de Alicante. «Antes un hijo era un activo, pero ahora se ha convertido en un artículo de lujo, por lo que los jóvenes ponen los pros y contras de ser padres en una balanza y lo negativo cada vez pesa más», señala Ruiz.

El sociólogo incide especialmente en la situación del mercado laboral: «La fecundidad requiere seguridad, si hay percepción de riesgo o inestabilidad la población opta por no tener hijos. Históricamente ha sido siempre así». Además, advierte de que la incorporación progresiva de la mujer al trabajo a lo largo de las últimas décadas no se ha llevado a cabo adecuadamente puesto que «los hombres no han asumido los cuidados de los que tendrían que ocuparse, sino que ellas siguen llevando la carga familiar, además de la laboral».

Durante el año 2023, casi la mitad de los contratos a tiempo parcial firmados en la provincia de Alicante fueron destinados a la contratación de personas por debajo de los 30 años. En cambio, en el conjunto de los indefinidos a tiempo completo, los jóvenes únicamente representaron un 27,7 %, menos de un tercio del total. Este clima de parcialidad afecta especialmente a las mujeres, quienes aglutinan la mayor parte de los contratos menores: ellas asumen el 67 % de las jornadas parciales y son más del 55 % del total de fijos discontinuos en la provincia. Un panorama que no mejora al analizar los datos del desempleo, ya que en lo que respecta al paro de larga duración (el que supera los 365 días) la provincia cuenta con 8.844 mujeres en esta situación, frente a 5.824 hombres, un 35% menos.

Todo ello, según Purificación Heras, hace que sea «urgente y necesario repensar el mercado de trabajo». La doctora en Antropología Social y profesora de la Universidad Miguel Hernández cree que el objetivo de esta modificación del panorama laboral debe pasar necesariamente por la «corresponsabilidad». Es decir, que los avances no deben ir encaminados a «liberar» a la mujer para que recupere su papel de cuidadora, sino a que el hombre asuma su parte correspondiente en el cuidado de la familia y pueda disfrutar de sus hijos e implicarse en el trabajo diario. «El sistema de trabajo actual es androcéntrico, con demasiadas horas y difícil encaje en la conciliación familiar», defiende Heras. Lo que genera que «las AMPA siguen estando llenas de mujeres, igual que las salas de espera del pediatra o las colas de los supermercados. La mujer no solo trabaja, sino que sigue asumiendo la carga mental y física del hogar».

Para la socióloga, este contexto «no representa un problema de las mujeres, sino uno que afecta a toda la sociedad porque el sistema laboral actual está obsoleto». Además, Heras pone el foco sobre la falta de respaldo de la Administración: «Queremos darle de todo a nuestros hijos, pero las políticas públicas no facilitan los recursos necesarios, lo que impide que muchas familias tengan más hijos, aunque quieran, o incluso provoca que cuando deciden tenerlos sea en una edad complicada biológicamente». En este aspecto, la docente entiende que los esfuerzos de los gobiernos deberían centrarse en potenciar la creación de guarderías públicas e incluir los tratamientos de fertilidad en la Seguridad Social.

En la ciudad de Alicante, las dos únicas escuelas infantiles públicas (Els Xiquets y 7 enanitos) ofertan en torno a 130 plazas anuales, lo que ha convertido en una demanda histórica de las familias, los partidos y los sindicatos la construcción de una tercera «escoleta», que permita aumentar las aulas de preescolar y facilite a las familias el cuidado de sus hijos.

«Desde que yo era pequeña siempre ha habido solo dos escuelas municipales», recuerda Yolanda Díaz, secretaria general de UGT en L’Alacantí-La Marina. «Hay que conseguir que los jóvenes sepan que si tienen hijos van a poder dejarlos en un centro de calidad, con docentes en buenas condiciones laborales, infraestructuras dignas...», afirma. La representante de UGT añade además que no se puede dejar de lado la reivindicación de subir el salario mínimo, ya que «en torno a un 25% de las personas con empleo pueden considerarse trabajadores pobres», además de que el SMI se trata de una remuneración que «afecta especialmente a profesiones feminizadas, como la limpieza».

¿Mejor o peor que en Europa?

Su homólogo en CC OO, Paco García, comparte la importancia de insistir en subidas recurrentes del sueldo mínimo para equipararlo con Europa y también fija la mirada en el continente en otro aspecto fundamental para la natalidad: los permisos para los progenitores. «Llevamos años negando este fenómeno mientras otros países europeos empezaban a aplicar políticas públicas para revertirlo, y muchos lo han conseguido», defiende.

En España, desde 2021 se ha equiparado el permiso de paternidad y el de maternidad, siendo de 16 semanas en ambos casos. Una cifra que no afecta igual a hombres y a mujeres. En el caso de las madres, queda lejos de las 24 semanas de Islandia, las 46 de Noruega, o las 52 semanas (39 remuneradas y 13 sin sueldo) del Reino Unido.

En el caso de los padres, la reciente equiparación sitúa a España en una situación más ventajosa: los españoles adelantan con sus 16 semanas a los noruegos (15), los franceses (4) y los ingleses (2). Pese a este «ranking», los expertos coinciden en que ampliar el permiso de paternidad será una medida clave para «equilibrar» el reparto de los cuidados familiares.