La natalidad en Alicante sigue a la baja y se acerca a su mínimo histórico

Los nacimientos anuales en la provincia caen a 13.118, un registro que solo supera a los de mediados de la década de 1990 y que no tiene visos de mejorar por razones socioeconómicas y demográficas

Realización de una prueba a una mujer embarazada, en una imagen de archivo.

Realización de una prueba a una mujer embarazada, en una imagen de archivo. / Pilar Cortés

La natalidad sigue retrocediendo en la provincia de Alicante y acercándose cada vez más a mínimos históricos. Los datos provisionales de 2023 que ha dado a conocer hace pocos días el Instituto Nacional de Estadística (INE) cifran en 13.118 los alumbramientos registrados en la demarcación alicantina a lo largo del año pasado. Son 144 menos que en 2022, por lo que puede afirmarse de manera categórica que este fenómeno está en caída libre, y que hoy por hoy resulta imposible que la situación se invierta a corto plazo.

La escasez de nacimientos está a punto de alcanzar su punto más bajo en época reciente. De hecho, podría producirse este mismo año, o quizá en 2025, de seguir la misma tendencia que en los últimos ejercicios. Por el momento, la cifra de niños y niñas que vinieron al mundo en las comarcas alicantinas en 2023 tan solo supera a la registrada en 1995, 1996 y 1997; cada nuevo año se estrecha más el círculo datos inferiores al actual. El mínimo se alcanzó hace ahora 27 años, con 12.811 alumbramientos, es decir, tan solo 307 más que en 2023.

Una de las camas del paritorio de uno de los hospites públicos de la provincia.

Una de las camas del paritorio de uno de los hospites públicos de la provincia. / Juani Ruz

Eso sí, aunque la cifra más baja de nacimientos de las últimas décadas esté todavía por llegar, en términos relativos esa situación se está produciendo ya desde hace algún tiempo. En 1997 se registró un índice de en torno a 922 alumbramientos por cada 100.000 habitantes, mientras que en 2023 este valor se situó en apenas 672,6. Hay que tener en cuenta que no es únicamente que nacen menos niños y niñas, sino que al mismo tiempo la población ha crecido, fruto de la inmigración y de la natalidad de años anteriores, por lo que la presencia de menores de corta edad en la sociedad se ha vuelto todavía más excepcional.

Y hay que tener en cuenta también otro factor nada desdeñable: en estos momentos están llegando a la maternidad generaciones de mujeres menos numerosas que las anteriores. Tomando como referencia que la edad media de las madres primerizas en la provincia de Alicante se sitúa en los 31 años, como publicó este periódico hace pocos días, hay que citar que en 1992 nacieron 6.897 niñas en los municipios alicantinos, mientras que una década antes habían sido 8.445. Si nos vamos al récord reciente de natalidad, alcanzado en 2008, y retrocedemos 31 años, nos encontramos con que en 1977 vinieron al mundo en la provincia 10.177 niñas. No hay parangón.

Saldo vegetativo negativo

Las causas para esta caída continua de la natalidad son ya conocidas en el conjunto de la sociedad, pero no por más sabidas pierden un ápice de vigencia. Tener descendencia se ha convertido en un proyecto vital de suma importancia que exige de un gran sacrificio personal, económico y profesional, que no todo el mundo puede o desea afrontar. Unas circunstancias que, además, se han visto agravadas por la pandemia de coronavirus y, más recientemente, por la escalada de la inflación derivada de la guerra en Ucrania. La cuestión demográfica de que la generación que ahora alcanza la maternidad sea menos numerosa se suma todas las demás cuestiones.

Mientras tanto, la brecha entre nacimientos y defunciones sigue haciéndose cada vez más grande. El INE ha corregido a la baja la cifra provisional de muertes en 2023 avanzada hace unas semanas y publicada por este periódico, y las calcula ahora en 17.344, dato que tampoco es aún definitivo. Son 4.226 más que los nacimientos; en términos relativos, el año pasado hubo 756 nuevas vidas por cada mil fallecimientos, cuando en 2008 este índice se había llegado a situar en casi 1.457.

Niños de corta edad en un centro escolar de la provincia.

Niños de corta edad en un centro escolar de la provincia. / Pilar Cortés

Ante un número cada vez menor de recién nacidos, y con una población cada vez más envejecida y longeva, es normal que el saldo vegetativo sea cada vez más negativo. Cabrá esperar a ver si, en todo caso, la inmigración que se está produciendo en estos últimos años se traduce dentro de algún tiempo en un repunte de la natalidad, una vez que los que son ahora niños comiencen a tener descendencia. Pero esa hipótesis, hoy por hoy, es un ejercicio de "demografía ficción" en toda regla.

Los mismos nacidos que cuando la población era un tercio de la actual

Al hablar de mínimos históricos de natalidad en época reciente nos referimos a las últimas décadas, cuando la población de la provincia de Alicante ya podía compararse de alguna forma a la actual y también el recuento se realizaba ya según la residencia de la madre, como ahora, y no únicamente por el lugar de inscripción del nacimiento. No obstante, hay registros de alumbramientos inferiores a los 12.811 de 1997, aunque hay que remontarse mucho más allá en el tiempo para encontrarlos. En concreto, a la década de 1950.

En 1956, según los datos históricos que ofrece el INE, se produjeron en los municipios alicantinos un total de 12.636 nacimientos, una cifra ligeramente inferior a la de 1997. Esa es la fecha a la que hay que retroceder para encontrar también un dato más bajo que el de 2023. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la población de la provincia era entonces un tercio de la actual; según el censo de 1950, en la demarcación vivían 634.602 personas, lo que deja una tasa de 1.991 nacimientos por cada 100.000 habitantes, cerca del triple del índice actual. Así, la natalidad de entonces no es comparable a la de ahora, aunque las cifras absolutas se parezcan.

A partir de 1957 la provincia de Alicante vivió un auténtico "baby boom"; ese año ya se registraron 14.381 nacimientos, 1.263 más que en 2023, y la cifra siguió subiendo de manera paulatina hasta alcanzar su máximo en 1976, con 21.846, estos ya contabilizados por lugar de residencia. Posteriormente ya se produciría un progresivo descenso hasta 1997, cuando los datos comenzaron a remontar, pero esa tendencia se truncó en 2009 con la crisis económica y ya no ha vuelto a recuperarse.

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