UN NUEVA ENSAYO DEL AUTOR DE «LA TRILOGÍA DE NUEVA YORK»

Paul Auster y el drama de las armas

Millón y medio de norteamericanos ha perdido la vida a balazos desde 1968. Esa cifra supone más muertes que la suma total de las muertes sufridas en guerra desde que se disparó el primer tiro de la Revolución Norteamericana. Auster reflexiona sobre las causas y consecuencias de la violencia armada en Un país bañado en sangre (Seix Barral), donde recuerda el asesinato de su abuelo paterno a manos de su abuela, un trauma familiar que ha traspasado generaciones

El escritor neoyorquino Paul Auster. información

El escritor neoyorquino Paul Auster. información / porLETICIABLANCO

Leticia Blanco

¿Cómo surgió la idea del libro?

Mi historia personal ya la había contado hace 40 años en La invención de la soledad, no es algo nuevo para mis lectores. La idea de este libro surgió porque Spencer Ostrander, mi yerno, llevaba años fotografiando escenarios de tiroteos. Y pensé que podía escribir algo para acompañar esas fotografías y reflexionar sobre lo que Estados Unidos se está haciendo a sí mismo. ¿Qué hace diferente a Estados Unidos de cualquier otro país desarrollado? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Me puso enfermo escribir este libro, ha sido lo más difícil que he hecho.

Los coches, el tabaco y las armas, tres símbolos de la identidad americana, son mortíferos, pero solo se ha conseguido regular los dos primeros. Y sin embargo, opina que legislar sobre las armas crearía tanta división que no es la solución.

Los dos horribles tiroteos que hubo la semana pasada en California son un buen ejemplo de ello. California es uno de los estados con algunas de las mejores leyes de control de armas del país, pero incluso con esas buenas leyes, pasó lo que pasó. Tener buenas leyes está bien, pero es difícil hacerlas cumplir. En este país es más fácil conseguir una pistola que registrarse para votar, es una locura. Basta con tener 500 dólares en efectivo.

¿Y cuál es la solución?

El problema terminará solo cuando la gente decida que ya no quiere más armas. Y no soy capaz de imaginar esa situación, es algo que nunca va a suceder. Siempre vamos a tener armas y nunca nos vamos a deshacer de ellas. Va a haber miles de muertes innecesarias. Pero creo que tanto si eres de derechas o de izquierdas, tanto si te gustan las pistolas o no, si eres una persona racional -aquí tendríamos que dejar fuera a los locos de las armas- , el enfoque es tratar el tema como un problema de salud pública.

Explíquese.

Primero de todo: si quieres un arma, deberías de hacer un cursillo para saber cómo disparar. Hacer un examen y pagar por él. Y pagar también por una licencia que debería costar una cantidad considerable. Hace poco hubo un caso espeluznante en Texas que ilustra muy bien esto.

¿Cuál?

Un hombre fue atacado por dos tipos que querían robarle en plena calle y se defendió disparando su arma. Pero no sabía disparar bien y una bala atravesó un carrito que pasaba por allí y mató a un bebé. Es horrible. El hecho es que eso es legal en Texas: a ese hombre no le pasó nada porque estaba dentro de sus derechos el poder disparar a las personas que estaban intentando robarle. No hay nada que los padres puedan hacer. No es un crimen matar a un bebé. Una sociedad que permite algo así está al borde de la locura. Es increíblemente estúpido permitir este tipo de cosas.

«En EEUU es más fácil conseguir una pistola que registrarse para votar»

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En el libro habla del papel de la extrema derecha en la defensa a ultranza de la Segunda Enmienda.

La tratan como si fuera una doctrina sagrada, sí, cuando es algo realmente peligroso. Para mi es una invitación a la muerte.

También compara los dos pecados originales de Estados Unidos, la masacre de los nativos y el esclavismo, con el nazismo. Es una analogía muy fuerte.

La diferencia es que en Berlín hay un Museo del Holocausto y en Washington no hay un museo dedicado a los esclavos. En Alemania están prohibidas las esvásticas y aquí hemos normalizado la bandera confederada. Si no asumes que tienes un pasado lleno de violencia es imposible seguir adelante sin ella. Estados Unidos todavía tiene que entender de dónde viene y eso explica en qué se ha convertido. Pese a todo, la abrumadora mayoría de estadounidenses quieren que haya más control sobre las armas. Hay que seguir intentándolo, no podemos rendirnos. Si nos diéramos por vencidos, eso sería el final como país. No importa lo difícil que parezca.

De hecho, el único dato optimista del libro es que el porcentaje de personas que posee un arma ha descendido de la mitad a un tercio.

Bueno, la pandemia ha hecho subir ese dato, ahora es de un 40%. En los últimos dos o tres años han aumentado la venta de armas. Y sorprendentemente, cada vez más mujeres está comprando armas. Es algo que tiene que ver con cómo los fabricantes comercializan sus productos, orando sobre los miedos de la población y tratando de persuadirla de que sus vidas serán más seguras con un arma. Pero eso no es verdad. Si tienes un arma tu vida será más peligrosa, no más segura.

Los autores de masacres tienen un perfil similar: hombres jóvenes blancos que están enfadados con el mundo, ¿cree que el problema también podría abordarse desde la salud mental?

Sí, la mayoría son hombres de unos 20 años mentalmente desequilibrados que han crecido aislados, sintiéndose muy solos, enojados con el mundo que les rodea. Hay algunos estados en los que cuando saltan esas banderas rojas se actúa, en los que si eres inestable y con tendencia a la violencia, no podrás comprar un pistola. Pero una cosa es lo que la gente fantasea con hacer y otra lo que hace.

¿Qué quiere decir con eso?

Muchas personas que están perfectamente sanas tienen fantasías sobre matar a sus esposas, sus esposos o sus padres y no tienen intención de hacerlo, aunque tengan esos pensamientos. Todo el mundo tiene pensamientos locos, pero no puedes ir a prisión por tus pensamientos. Es complicado.

Muchos edificios donde ocurrieron tiroteos son demolidos, ¿entiende esa pulsión por borrar del mapa el lugar de los hechos?

Entiendo ese impulso. Simplemente no quieres volver a caminar más en ese edificio. Está lleno de tanto horror y tan terribles recuerdos que quieres eliminarlo. Pero luego hay otros lugares donde el edificio sigue allí y la vida continúa. Depende. Para mi la fotografía más conmovedora de Spencer es la de un campo de Pensilvania donde hubo un tiroteo en una escuela amish y un loco mató a un montón de niñas. Derribaron el edificio y ahora hay una pradera hermosa. Es tan trágico. Me llena de tanto dolor mirarlo.

En las fotografías no hay indicios de violencia.

Tampoco hay personas. Para mirar las imágenes, tienes que usar tu imaginación. Tienes que proyectarte, llevarte de vuelta al día de la masacre. Una vez que puedes imaginarte dentro del horror, entonces estás teniendo una conexión emocional con el libro. Otra de nuestras decisiones fue no incluir el nombre de las víctimas y por supuesto de ninguno de los asesinos. Queríamos huir de cualquier cosa que los glorificase. Así que hay una especie de neutralidad en las fotografías que solo puede ser completada por la imaginación del espectador. No se trata de mirar la foto de un edificio, sino de lo que te pasa a ti por dentro cuando lo ves.

Su último libro, La llama inmortal de Stephen Crane, también fue un ensayo, ¿ha perdido la fe en la ficción para explicar el mundo?

¡Para nada! Lo que pasa con los libros es que cuesta muchísimo escribirlos. De hecho acabo de terminar la que será mi próxima novela, se publicará en noviembre en Estados Unidos. Sigo pensando que la ficción es el arte supremo.