Helen McCloy, un clásico muy actual

La escritora norteamericana inicia en Bajo la nieve la serie de novelas protagonizadas por el psiquiatra devenido detective Basil Willing

Helen McCloy

Helen McCloy / Alejandro M. Gallo

Alejandro M. Gallo

En estos momentos, diferentes editores de raza están realizando una labor importante para rescatar novelas y autores clásicos del policial. No se trata solo de las reediciones de Sherlock Holmes de sir Arthur Conan Doyle; del padre Brown de Chesterton; de Hércules Poirot, el héroe de Agatha Christie; de Auguste Dupin, la criatura de Edgar Allan Poe; del siempre joven Arsenio Lupin, de Maurice Leblanc o del eterno comisario Maigret de George Simenon. En realidad hablamos de héroes de la ficción criminal menos conocidos en la actualidad, como el detective Philo Vance de S. S. Van Dine, el investigador de Scotland Yard Alan Grant de Josephine Tey -de los que ya hemos hablado en estas páginas- y el psiquiatra devenido detective Basil Willing, creado por Helen McCloy, del que escribió trece novelas. Algunos críticos hablan solo de doce, pues obvian Burn This de 1980, una novela de trama ligera sin referencias a la psicología, como era habitual en sus textos, y muy en la linea de concluir un trámite.

Todo comenzó para Helen McCloy en 1923, cuando se fue a estudiar a la Sorbona en París. Después de terminar sus estudios, trabajó para William Randolph Hearst’s Universal News Service. Luego fue crítica de arte de International Studio y otras revistas, y colaboradora del London Morning Post. Regresó a Estados Unidos en 1932 y escribió columnas para los periódicos de Connecticut y en 1950 se convirtió en la primera mujer presidenta de Mystery Writers of America. En 1954 recibió un premio Edgar de la misma organización por sus críticas.

McCloy, de joven, había leído las historias de Sherlock Holmes y comenzó a escribir la saga del psiquiatra Basil Willing en la década de los treinta. La más sobresaliente fue su octava entrega, Through a Glass, Darkly, publicada por primera vez en España por Hoja de Lata con el título de Un reflejo velado en el cristal. En la trama, la autora regresaba al fenómeno del doppelganger en la figura de la profesora Faustina Crayle, que era despedida a mitad de curso y solo le apoyaba su colega Gisela, quien se daba cuenta de la aprensión que su amiga causaba en los demás al ser capaz de desdoblar su persona y aparecer en dos sitios a la vez, lo que aterroriza a todo el mundo. De ahí que Gisela le cuente el extraño fenómeno a su prometido, el doctor Basil Willing, que no duda en meter la nariz en el caso.

Helen McCloy, un clásico muy actual

Helen McCloy Bajo la nieve Traducción de Raquel García Rojas Hoja de lata 294 páginas / 21,90 euros / Alejandro M. Gallo

La primera novela de la saga fue Dance of Death (1938), publicada ahora como Bajo la nieve, y que se inicia con el descubrimiento de un cuerpo enterrado bajo la nieve en una calle de Manhattan. El cadáver es identificado mediante la foto de una revista como el de una chica que se está haciendo un hueco en el papel cuché. Sin embargo, la joven estaba en una fiesta la noche en la que falleció, por lo que lógicamente no puede ser ella, por mucho que se parezca. La situación da un giro cuando una joven, que tiene un gran parecido con la fallecida, solicita hablar con el fiscal. Quiere denunciar la desaparición de su prima Kitty. Así, cuenta una historia extraña: Kitty se sintió mal antes de la fiesta de presentación y le propuso que la sustituyera. De esta forma, McCloy indaga en la suplantación de identidad, forzada o voluntaria, que ya aparecía en otras novelas de la época, como La mujer del vestido rojo de Anthony Gilbert o Brat Farrar de Josephine Tey.

La investigación del homicidio se llevará siguiendo dos líneas: una clásica (pruebas, coartadas…) que dirige el inspector Foyle; la segunda, novedosa en esos tiempos, el análisis de la interpretación psicológica de la conducta de los sospechosos, materia del psiquiatra Bill Willing. A lo largo de los años, se han hecho célebres unas palabras de este personaje: «Todo criminal deja sus huellas digitales psíquicas […]. Y no puede usar guantes para ocultarlas». Si alguien se pregunta si esto fue dicho en realidad por Willing, hemos de informarle que es cierto y se puede encontrar en la página 27 de Bajo la nieve.