Leemos

Lo relativo firme

Cuando no hay más confesión que la conducta: San Manuel Bueno, Mártir, de Miguel de Unamuno

Unamuno

Unamuno / Mauricio Fromkes

José Joaquín Martínez Egido

He vuelto a reincidir, pero con gusto y necesidad. Cuando hay ciertas cuestiones que exigen el saber estar y que lo visceral se quede a un lado, tras la victoria y el esfuerzo intelectual que supone, Unamuno ayuda. Pues sí, esta semana he vuelto a Valverde de Lucerna y con ello a mi adolescencia cuando descubrí que la verdad, en ocasiones, puede estar sobrevalorada; y que, por el contrario, la mentira, en esas mismas ocasiones, puede estar permitida. Si no, cómo entender la conducta de Manuel Bueno y la admiración y el compromiso de Lázaro con ella y mi sorpresa, y casi rendición absoluta a él, con casi 17 años.

Leer a Unamuno siempre es un placer personal, desde sus múltiples novelas hasta su poesía religiosa, quizá porque nunca se quedó en el pensamiento horizontal. San Manuel Bueno, Mártir (1931, Alianza Editorial, 1979) puede concebirse como una obra de madurez del autor, así como una síntesis de su personalidad y de sus reflexiones más íntimas, en un momento vital de pleno poder intelectual bajo el formato de la novela corta, con no más de 75 páginas, haciendo válido el aforismo de que «menos es más».

Mediante el procedimiento cervantino del manuscrito encontrado, escrito en primera persona por Ángela Carballino, testigo y vivencia de todo lo que cuenta el autor en 24 capítulos muy cortos, con el último a modo de epílogo, nos ofrece el manuscrito de ésta que nos contará, en menos de 80 páginas, quién fue Manuel Bueno y la importancia que tuvo para ella, para su hermano Lázaro y para todo el pueblo de Valverde de Lucerna: «Lo primero -decía- es que el pueblo esté contento, que estén todos contentos de vivir» (p. 23) y si para ello hay que fingir, pues se finge, porque no hay ninguna consecuencia negativa que no lo permita. Estilísticamente está en consonancia con su producción literaria y con lo común de la Generación del 98, en la que se incluye. A su vez, por ello, se observa claramente su contraposición con el realismo decimonónico: frases concisas, sencillas, directas, alejadas de la retórica y del detalle no relevante, precisamente, para centrarse en la esencia de las cosas.

Conceptualmente, de forma metonímica, con Valverde de Lucerna se plasma en esas páginas el tema de España, el cual, junto a las cuestiones de fe que durante toda su vida aparecerán en su obra, conviven y se necesitan mutuamente. En toda su posición ideológica se observa la influencia de los filósofos pesimistas del siglo XIX, pero siempre con un intento casi baldío de superar todos esos pensamientos. En toda la trama que nos presenta en la novela subyace el concepto unamuniano de «intrahistoria». Con él, el autor plantea la importancia de los hechos particulares y tradicionales de las vidas individuales y, aparentemente, anodinas, que son las que hacen avanzar a la sociedad, cuestión que se configura con la trayectoria de la historia de una nación. Por ejemplo, el argumento de la película de Alejando Amenábar Mientras dure la guerra (2019) nos trae a un Unamuno muy mayor inmerso en una página de la historia, pero, como personaje, estaría dentro de la intrahistoria de los habitantes de esa Salamanca de la década de los treinta en la que se enmarca la película. Esta es una de las características de la prosa unamuniana, el que siempre se centre en lo intrahistórico con el desarrollo de una trama, con la participación de unos personajes siempre al servicio de ella y de la idea que le ha motivado a redactar la novela. Así, sin necesidad de incluir en el argumento acontecimientos históricos decisivos, es precisamente el lector, quien, en su actividad intelectual, eleva lo intrahistórico a la categoría de histórico, pasando de la anécdota a la categoría: “Y para un pueblo como Valverde de Lucerna no hay más confesión que la conducta” (p.81).

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? En primer lugar, para conocer una excelente novela corta en español como expresión literaria válida, ya que se trata de un ejemplo magistral de la novela española del siglo XX; porque leer a Unamuno siempre nos hace crecer como personas y, sobre todo, nos provoca planteamientos existenciales que nos ayudan a entender que «verdades universales solo las justas» y que, por seguros que estemos de algo, siempre hay una perspectiva de análisis diferente igualmente válida a la que hayamos empleado nosotros.