En busca del santo grial punk

El trío entrega un álbum expeditivo y con carga política que se inspira en sus dos trabajos de mayor interés, Dookie (1994) y American idiot (2004)

Green Day

Green Day / INFORMACIÓN

Jordi Bianciotto

Green Day difícilmente puede escapar al guion del sota, caballo y rey en su confección de atolondrados artefactos pop-punk. Aunque a veces los californianos hayan explorado otros caminos, saben que ahí está su esencia, y Saviors lo certifica una vez más, tras las ligeras variaciones de estilo que trajo el anterior álbum, Father of all motherfuckers (2020). Vuelven, pues, las airadas tonadas juguetonas, matizadas con algún que otro receso, y colándose entre las estrofas, ciertas invectivas políticas al calor de la agenda electoral marcado por la pugna Biden-Trump.

Por ello, Saviors es una especie de digno heredero de sendos álbumes de los que se cumplen aniversarios redondos, el tercero, que colocó el pop-punk en el centro del mainstream, Dookie (1994, reeditado, por cierto, este otoño, incluyendo el concierto del barcelonés Garatge Club), y su otra diana comercial y artística, American idiot (2004), un disco político, este, hijo de la era Bush. Recuperan al productor de aquellas cumbres, Ron Cavallo, con quien no trabajaban desde 2012.

Aquellas chicas punk

De esa alianza sale un álbum más bien canónico, que te sacude de entrada con una avalancha de temas expeditivos de complexión muy reconocible. Empezando por The American dream is killing me, que muestra las cartas en materia política, apuntando a un «sueño americano» bañado en imágenes de «gente en la calle / desempleada y obsoleta». Ese ADN pop-punk con vestigios ramonianos reserva pocas sorpresas y salva el tipo, también en la sarcástica Look ma, no brains!. Su mejor perfil lo da en 1981, suerte de homenaje a las chicas punk de otro tiempo, deslizando cierta melancolía con sus citas a la Guerra Fría y al Berlín oriental.

Son 15 canciones y hay ahí puntos de anclaje como Dilemma, cavilación del tipo de mediana edad ante la perspectiva de devenir «un muerto viviente», resuelta con acordes gruesos y una alarmista tonada. Y Living in the 20s, donde los felices años 20 no lo son tanto: «Otro tiroteo en el supermercado…», arranca el tema a toda guitarra. En las baladas y medios tiempos despunta ese Suzie Chapstick con quiebros nostálgicos, mientras que Goodnight Adeline resulta más predecible.

Etapa baladística

El Green Day baladístico puede dar cierta grima, pero pese a sus pretensiones es pertinente hablar bien de Father to a son, tema con guitarra acústica y crescendo, en el que Billie Joe Armstrong se dirige a sus dos hijos (y que conecta con la pieza que dos décadas atrás escribió en torno a su padre, Wake me up when September ends).

Último punto álgido de un álbum en el que Green Day se despide, en el tema titular, soltando alguna frase memorable («todo el mundo está dormido, pero nadie sueña») y agitando conciencias de «salvadores» y «creyentes» a golpe de un punk-pop algo previsible, pero todavía persuasivo.