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Fracaso vital

La experimentación narrativa aplicada al realismo social: Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos

Luis Martin-Santos

Luis Martin-Santos / INFORMACIÓN

José Joaquín Martínez Egido

Publicada en 1961 inauguró, si bien dentro de la corriente realista española, una nueva forma de contar una historia al introducir en su configuración y redacción técnicas ya ensayadas en la novela extranjera. Con ella comienza la renovación de la novela española en el siglo XX junto a las publicaciones de Benet, Torrente Ballester, Marsé, etc.

Es una novela fácil de argumento, con un gran toque melodramático, pero compleja en su forma; es decir, la trama no es más que la historia de un fracaso, con un poso pesimista ante una España cerrada («Es un tiempo de silencio. La mejor máquina eficaz es la que no hace ruido», p. 292). Como lector, me vuelvo a encontrar con Pedro, un científico, erigido en vivo reflejo de la ciencia en la España de su época. Asisto, por la falta de ratones para la investigación sobre el cáncer, a la involucración de Pedro en un aborto, con lo que se traza un perfecto retrato de la situación sociopolítica del Madrid de los años del hambre mediante el contraste entre el mundo de los salones, las pensiones y el de las chabolas, con unos personajes que, en su conjunto, son construidos con una humanidad desgarrada.

En mi relectura de esta semana (motivada por la entrevista al hijo del autor realizada por mi paisana, Pepa Blanes, jefa de cultura de la cadena Ser, quien se hacía eco de la nueva edición de la novela con prólogo de Enrique Vila-Matas), he vuelto a disfrutar de esta joya literaria en aquella edición, la 17ª de 1981, totalmente salpicada de mis propias anotaciones fruto de mis lecturas de Tiempo de Silencio (Seix Barral, 1961) de Luis Martín-Santos. Es una novela que, si bien es cierto que no puede afirmarse que esté configurada para la emoción, conforme se avanza en su lectura y, sobre todo, con su final, no deja en absoluto indiferente al lector, más bien al contrario. Entendiéndola muy bien, siempre me ha costado explicarla, porque nunca he querido trivializarla reduciéndola a su argumento. Y eso que, en mi primera lectura en mi COU, yo entendí lo que pude de ella, siempre acompañada del examen final de Literatura, en el que, a suertes, salía solo una obra de las leídas en el curso. A mi fila, la B, le toco Tiempo de Silencio. Mi compañero, pronto me dijo que inclinara la hoja, porque iba a hacer ese mismo examen, aunque el fuera de la A. Y así lo hizo. Y yo escribiendo de memoria como un poseso todos los folios de apuntes que me había aprendido, con Pedro por aquí y por allá, con las digresiones, con la España del momento, con Dorita, con El Muecas …, y aquel mirando lo que podía; yo nervioso por si lo pillaban, o lo que era peor, si me arrastraba con él al abismo del suspenso y del escarnio público. Aprobó y luego (¡toma ironía!) cursó Pedagogía en Murcia. Eso sí, sacó mucha menos nota que yo ¡Justicia poética! Por aquello del orgullo.

En esta novela el lector se enfrenta a una construcción y desarrollo formal muy interesante mediante la inclusión de digresiones abundantes, el uso del perspectivismo narrativo, donde el narrador/personaje en ocasiones deja de serlo, y con él siempre difícil monólogo interior (inolvidable la última secuencia); todo ello mediante la distribución del material narrativo en 63 secuencias, separadas solo por dos líneas en blanco, lo que le otorga también una sensación de novela abigarrada, la cual se intensifica en esta sensación por el empleo de una lengua muy elaborada que, en ocasiones, no cumple con el decoro poético; y que, por el contrario, acumula una gran hinchazón barroca y culta, lo que supone, por una parte, un enriquecimiento del lenguaje de la novela española, pero, por otra parte, una dificultad en su lectura.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque es un hito dentro de la novela española del siglo XX, reflejo de la sociedad en que se publica; porque muchas de sus características luego han sido utilizadas por numerosos grandes autores en obras significativas. Y, por supuesto, porque es la gran novela del fracaso sin solución en el futuro. Y, sin embargo, como os he contado, fue pasaporte al éxito para un pedagogo en ciernes. Los contrarios siempre están demasiado cerca.